Europa necesita rapidez y unidad, el mundo no espera

«El modelo de negocios que tenemos en Europa se ha basado básicamente en mano de obra barata de China, energía supuestamente barata de Rusia y en la externalización parcial de la seguridad. Y ese modelo ya ha caducado», reconocía Von der Leyen. «Tenemos un plan y también la voluntad política. Lo que importa es la rapidez, porque el mundo no está a nuestra espera», aseguraba la presidenta comunitaria en un acertado diagnóstico de la situación.

El problema es que precisamente la falta de unidad, y la lentitud en la toma de decisiones han sido las principales características de la actuación de la UE desde su constitución. Una tónica que solo se ha roto en contadas ocasiones y ante situaciones muy extraordinarias, como ocurrió con el Covid, donde sí hubo unidad en la compra y fabricación de vacunas, o en la invasión rusa de Ucrania, donde también actuó de forma unida.

¿Será capaz de hacerlo ahora también ante la amenaza que supone el proteccionismo que quiere implantar Donald Trump en Estados Unidos y que tanto daño puede hacer a Europa si no se reacciona? ¿Será capaz de actuar la UE de forma unida ante esta situación o cada país intentará sacar tajada de sus posiciones más o menos cercanas al nuevo presidente estadounidense?

No tengo una respuesta clara a esa pregunta, pero sí sé que nos jugamos mucho. En los últimos años, mientras chinos y americanos se han dedicado a desarrollar la inteligencia artificial, los medios de pago, el comercio tecnológico y un largo etcétera de actividades, aquí nos hemos dedicado a regular, regular y regular y a prohibir, prohibir y prohibir.

Europa «corre el riesgo de quedarse estancada en una senda de bajo crecimiento, con menos ingresos para los empleados, menos bienestar para los desfavorecidos y menos oportunidades para todos», alertaba Von der Leyen, y no le falta razón. No puede ser que las empresas necesiten cada vez departamentos más grandes para adaptarse a las exigencias regulatorias, fundamentalmente europeas. Pero en el caso español, por ejemplo, aparte de esas reglas europeas, tenemos que hacer frente a las estatales, autonómicas y locales, lo que hace todo todavía más complicado.

En esa 'brújula para la competitividad', en la que se fijan como objetivos reducir la brecha de innovación; lograr el acceso a una energía asequible y reducir las dependencias excesivas; se propone la simplificación administrativa como una de las palancas para lograr esos objetivos. Y en concreto, prevé reducir un 25% las cargas administrativas para las empresas y un 35% para las pymes. También apuesta por reducir los obstáculos al mercado único, eliminando barreras; crear nuevos productos de ahorro e inversión para que nuestras startups no se tengan que ir a buscar financiación a EE.UU., promover el empleo de calidad y las capacitaciones profesionales y coordinar las políticas nacionales y las europeas. Parece que la Comisión Europea ha tomado conciencia del problema al que se enfrenta Europa, y ojalá que la llegada de Trump y sus amenazas arancelarias sirvan para que no nos desviemos de la dirección que marca esa brújula.