El emprendimiento innovador español vuela de casa al hacerse mayor
A pesar de la creciente madurez del ecosistema, el destino de las startups con mayor potencial aún es caer en manos de corporaciones e inversores globales, con la consiguiente fuga de conocimiento
Cuando la vocación emprendedora no tiene edad

Consiguen plantar la semilla y echar las raíces de una solución innovadora que resuelve un problema y puede tener un impacto global. Incluso muchas startups tecnológicas españolas logran que afloren en el desierto los primeros brotes de un proyecto disruptor gracias a rondas de ... financiación respaldadas por fondos de 'venture capital', 'business angel' y 'family office', también con el impulso de aceleradoras, de programas de innovación de algunas compañías y de fondos públicos. Así logran desarrollar un producto o un servicio totalmente revolucionario, demostrando que es viable, tiene potencial y mercado. Pero en esta fase, cuando estas empresas emergentes necesitan escalar y crecer con fuertes inversiones parece que la única salida para conseguirlo es que sean adquiridas (o se fusionen) por grandes corporaciones o multinacionales extranjeras, o salir a mercados bursátiles foráneos. Es lo que se conoce como 'exit', la venta de una parte importante de las acciones de una compañía, ya sea al empezar a cotizar en bolsa o al ser comprada por otra empresa.
Y ahí están los últimos casos. El año pasado la multinacional alemana Delivery Hero, una de las compañías más grandes del sector de reparto de comida en el mundo, adquirió la startup catalana Glovo por valor de 780 millones de euros, según datos del Observatorio del Ecosistema de Startup en España, de la Fundación Innovación Bankinter. El grupo automovilístico Stellantis, de origen francés y con sede en Ámsterdam, compró la plataforma madrileña de venta online de vehículos Clicars por 100 millones. La firma canadiense House of Lithium, uno de los mayores inversores del mundo en micromovilidad eléctrica, se hizo con la barcelonesa Reby por 95,5 millones (una plataforma para el uso de vehículos eléctricos compartidos). Y Tiendeo, la web española que ofrece catálogos de tiendas digitalizados, también cayó en manos de su homóloga italiana DoveConviene por 35 millones.
Aunque la operación más sonada en este ecosistema fue en 2020 cuando el portal inmobiliario Idealista batió récord y fue adquirido por el fondo de capital privado sueco EQT por 1.321 millones. Y así podíamos seguir con otras muchas empresas emergentes que cuando necesitan echar el vuelo lo hacen acompañadas por inversores de otros países.
Por un lado, este fenómeno tiene una lectura positiva: no falta talento emprendedor en nuestro país capaz de desarrollar soluciones de impacto global que atraen el apetito de capital extranjero. Pero también puede tener una cara amarga, como ha dado la voz de alerta el director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI), Javier Ponce. Precisamente uno de los organismos que canaliza las solicitudes de ayuda y apoyo a los proyectos de I+D+i de empresas españolas.
Riesgo de fuga
En un encuentro reciente, organizado por Ametic -la patronal de la industria tecnológica española-, Ponce advirtió que es «peligroso» que muchas de nuestras startups estén acabando en manos de multinacionales foráneas, porque «se está produciendo un desplazamiento de nuestro conocimiento hacia el exterior».
«Si sumamos el esfuerzo público -explicó- para la formación de los trabajadores, el esfuerzo público en las ayudas que se conceden a las empresas emergentes, más la capitalización inteligente que ahora estamos planteando en los mercados, solo podremos tener una rentabilidad de una tecnología si al menos conseguimos que se desarrolle entre 15 y 20 años en el territorio». Pero esos réditos no se dan en nuestro país. «No hay grandes grupos industriales» que puedan comprar las startups «en el momento adecuado», aseguró.
Una llamada de atención de la que es consciente el propio ecosistema. «Las startup españolas no tienen otras alternativas para crecer, se ven limitadas por el acceso a capital. No tenemos el mismo acceso a financiación como ocurre en otras economías de nuestro entorno como Francia, Alemania y Reino Unido», considera Miguel Ferrer, director de Estrategia y Agenda Pública en Adigital (Asociación Española de Economía Digital). Por eso, miran hacia fuera.
Se estima que existe unas 450 'scaleups' o startups en fase de crecimiento en España
Aunque no somos el único país donde ocurre. «Es general en Europa. Las compañías grandes de Estados Unidos tienen departamentos y equipos para comprar otras empresas y han aprendido que eso les ofrece mucho valor si funciona. Esto es un problema porque el ecosistema de creación de empresas es casi como un tren, arrancan con financiación y solo funciona si hay una salida: a Bolsa o una venta a una multinacional. Y en este último paso, el sistema europeo y sobre todo el español es muy flojo», cree Jan Brinckmann, profesor de Esade, experto en emprendimiento.
Financiación
La falta de músculo financiero en España para adquirir estas empresas emergentes cuando ya están a punto de crecer se refleja en los datos recabados por Startupxplore, una plataforma de 'equity crowdfunding' que invierte en startups de alto potencial. «El principal comprador es una multinacional de capital extranjero. De los 400 procesos de desinversión de empresas tecnológicas españolas anunciadas públicamente, únicamente el 3,5% han sido adquiridas por grandes empresas españolas», afirma Nacho Ormeño, CEO de Startupxplore. Entre ellas están Telefónica, Izertis, Indra, Masmovil, Repsol, Sener...
Una startup recorre diversas fases desde su inicio hasta que llega a ese momento de crecimiento. Desde que el emprendedor tiene una idea, hasta que la da forma, comprueba que funciona y comienza a tener los primeros clientes en el mercado. «Hasta esas rondas de serie A, se puede financiar con capital español», asegura Antonio Iglesias, director de Endeavor, una organización global sin ánimo de lucro dedicada al apoyo a emprendedores de gran impacto.
Hay diferentes formas de financiación pública y privada para los primeros estadios de la innovación. Programas del CDTI, de ENISA, el fondo Next Tech, iniciativas regionales... Además de 'venture capital', 'business angel' y 'family office'... «Toda esa inversión privada y pública cubre la travesía del desierto, la parte de construcción de la propuesta de valor de la startup, su puesta en el mercado, la construcción de las primeras ventas», señala Ormeño.
Pero cuando la solución ya se ha probado, tiene mercado y hay que escalarla es cuando falta impulso en España. «A partir de una serie B, entre 20 y 50 millones de euros que necesita la empresa para crecer, no hay fondos en nuestro país para satisfacer esa ronda de financiación. Por eso los emprendedores lo buscan fuera», indica Iglesias. «Hay una batalla feroz por conseguir que el modelo de negocio coja la cuota de mercado que necesita para ser rentable», también apunta Ormeño.
Tampoco la industria es suficiente. «España ha pecado tradicionalmente de no tener el nivel de industrialización de otros países europeos. Cuando el tejido industrial es el principal comprador de estas empresas. Si es un tejido débil, hay más candidatos fuera del país para adquirirlas», destaca Iglesias.
En ese estadio de desarrollo, con una solución probada y con potencial, lo más posible es que la startup ya se haya iniciado en mercados de otros países, con lo cual también es más visible para potenciales compradores extranjeros. «Una vez que la startup consigue encajar su propuesta de valor, operar en algunos países y tener rentabilidad en alguno de ellos, tiene todas las papeletas para que la compre una multinacional porque ya ha demostrado que su producto tiene valor», comenta Nacho Ormeño.
El salto a 'scaleup'
Realmente en esa fase de desarrollo la empresa emergente ya no se considera una startup como tal. «Es ya una 'scaleup' de crecimiento alto y es cuando vemos que son más atractivas para que las compren otras empresas. Tienen un riesgo más bajo porque la tecnología ya está probada, tienen también mercado, aunque todavía existe la incertidumbre de que puedan durar a largo plazo», matiza Iglesias.
Según la definición del Scaleup Institute de Reino Unido y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para que una compañía sea considerada una 'scaleup' debe haber crecido durante los tres anteriores ejercicios a un ritmo anual superior al 20% en número de empleados o en facturación.
En España hay aproximadamente unas 450 'scaleups' o startups en fase de crecimiento, según el Observatorio de Startups de la Fundación Innovación Bankiter. Para conocer este ecosistema tan específico, la plataforma EsTech, que reúne empresas de alto crecimiento con base tecnológica en España, realizó una encuesta a la que respondieron 119 'scaleups'. En 2021 estas facturaron 4.165 millones de euros y las previsiones apuntaban a alcanzar los 6.450 en 2022 y los 27.000 empleos directos.
EsTech estima que 9 de ellas tienen hoy potencial para llegar a una valoración de mil millones de dólares y adquirir así el estatus de 'unicornio' en los próximos meses y que otras 20 están cerca de los 800 millones. Y, desde luego, como reconoce Ferrer, «es una preocupación de muchos fundadores y directivos de 'scaleup' que nuestras joyas de la corona sean tendentes a ser adquiridas».
Una simbiosis de ventajas
Las ventajas que aporta una gran corporación a una empresa emergente son incuestionables. «Una gran compañía -expone Iglesias- tiene presencia geográfica global, con infraestructura de oficinas, clientes, con lo cual aumenta la capacidad de llegar a más gente, y tiene fondos para financiar el crecimiento. La complementariedad entre la 'scaleup' y la gran empresa es muy alta».
Y también en sentido inverso se necesitan. Una startup es un atractivo activo para una multinacional, muy interesada por ejemplo en comprar su tecnología, «o la quiere para acelerar su proceso de desarrollo de producto o sencillamente para hacer negocio. Cuando una empresa anglosajona tiene un negocio y otra española tiene otro parecido, en lugar de abrir una sede en España y empezar desde cero, compra la startup, con marca, clientes y ya más consolidada y la integra en la compañía. Es una forma de que la multinacional entre y se expanda en nuestro país», cuenta Iglesias. «Ahora también las compran por el talento», añade el profesor Brinckmann.
También es cierto que existen otras motivaciones. En el mundo de los fondos 'venture capital' «se buscan empresas de mucho potencial, para desarrollarlas y luego venderlas con el fin de obtener una rentabilidad para sus inversores», apunta Iglesias.
De todas formas, en el ecosistema emprendedor está empezando a abrirse camino una tendencia bien diferente. Aunque el riesgo de la fuga de empresas emergentes «es cierto y existe», como es consciente Iglesias, también está calando una «nueva mentalidad entre nuestros emprendedores que quieren mantener la españolidad de sus empresas, mantener aquí las sedes y el talento, que es de primer nivel internacional y bastante menos costoso que el de Reino Unido y Estados Unidos, lo que nos hace más competitivos».
De hecho, Wallbox cotiza en la Bolsa de Nueva York y mantiene su sede en Barcelona. «La empresa quiere ser global, y le viene bien la Bolsa neoyorkina porque es donde se mueve el capital que invierte en empresas tecnológicas. Pero al mismo tiempo se mantiene como empresa española», dice Iglesias. Glovo, adquirida por Delivery Hero, también tiene sede en la Ciudad Condal, «y con la adquisición tiene mayor músculo financiero», considera Ferrer. Y el Idealista también tiene su cuartel general en Madrid. Por tanto, la adquisición de una empresa emergente por una gran compañía no siempre tiene que ser negativa, como sugiere Ferrer. «Atrae más dinero, talento e innovación», asegura.
Si se echa la vista atrás el ecosistema de las startup va madurando. «Somos el país del sur de Europa con más unicornios», dice Ferrer. «Hace quince años los fondos de inversión en startups eran una cuarta parte de lo que son ahora. Ya tenemos algunos que gestionan 300 millones», recuerda Iglesias. Y hay más.
Efecto multiplicador
Otra prueba de que el ecosistema va madurando es que, a lo largo de los años, los propios emprendedores, que han vendido sus negocios o se han aliado con otras empresas, también han seguido emprendiendo nuevas startups o invirtiendo en otras. «De los fundadores de Tuenti y sus trabajadores han salido o han sido financiadas otras cien empresas. De Cabify otras 100, de Glovo 50 en Barcelona...», garantiza Iglesias.
Es un efecto multiplicador que «beneficia al ecosistema. Ofrece inspiración y ayuda. Hay un flujo de dinero y recursos. Es importante tener empresas que crecen porque así estamos construyendo educación y talento en este área tecnológica y es un potencial en el mercado global», opina el profesor Brinckmann.
Aún así hay que seguir avanzando para crecer. «Necesitamos el fortalecimiento de Bolsas europeas vinculadas al sector tecnológico y digital, que tengamos la posibilidad de Bolsas como el Nasdaq que facilite el acceso al capital. También mayor colaboración público y privada y una regulación más ambiciosa que atraiga capital y talento. Tenemos una ley de startup. Hace falta una ley también para 'scaleups'», defiende Ferrer. «Y necesitamos corporaciones que miren hacia nuestro nuevo tejido productivo. Porque el tejido productivo de las nuevas generaciones se está creando hoy en forma de emprendedores que quieren proponer nuevas soluciones a problemas que merece la pena ser resueltos», señala Ormeño.
Los programas de innovación abierta de algunas compañías son un primer paso para conseguirlo, como apunta Ormeño. Ferrovial, Acciona, Telefónica, BBVA... tienen propuestas de este tipo. Son fórmulas que «abren un conjunto de retos y problemas -dice- entre diferentes unidades de negocio que colaboran con un conjunto de startup para crear nuevas propuestas de valor».
Estrategias y esfuerzos para que el talento y la innovación de nuestras empresas emergentes no echen el vuelo hacia los horizontes de las multinacionales extranjeras.
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