Así son los sorprendentes envoltorios y envases de alimentos que también se comen
Startups y centros tecnológicos exploran las posibilidades de los recubrimientos y recipientes comestibles como innovador aliado en la guerra contra el plástico
Las empresas piden flexibilidad ante la nueva regulación de envases sostenibles
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa guerra al plástico no tiene tregua. Bien lo sabe la industria alimentaria, responsable de la mitad de los plásticos que circulan por el planeta. Para reducir su consumo y los residuos que generan los envases fabricados con ese material busca nuevas estrategias. La más ... innovadora la están desarrollando un puñado de empresas y centros tecnológicos que desarrollan nuevos recubrimientos y envases para proteger los alimentos que además se pueden comer. Sí sí... ¡son comestibles! Algunos de estos avances ya están en el mercado. Como las cápsulas a partir de algas de Notpla que contienen agua o bebidas energéticas. También están las pajitas, procedentes de arroz y almidón, de Gloop que ya encontramos en hoteles. O los biopolímeros naturales de Bio2Coat que recubren frutas tropicales en el mercado de Brasil.
Competir con el plástico no resulta fácil, porque se ha demostrado que es un material barato, ligero, versátil y una eficaz barrera para proteger los alimentos de la luz, la oxidación, la humedad y de otros agentes que los pueden deteriorar. Sin embargo, los films, envoltorios, recipientes... causan verdaderos estragos en el medio ambiente. Cada europeo generó 36,1 kilos de residuos de envases de plástico de media en 2021. En total, 16,13 millones de toneladas y solo se reciclaron 6,5. El resto fue a parar a vertederos, ríos, mares... Diversos informes estiman que de seguir así en 2050 habrá más plástico que peces en los océanos.
Nueva regulación
Europa quiere parar esa sangría. El nuevo reglamento de envases y residuos de envases pretende reducirlos un 5% para 2030, 10% para 2035 y 15% para 2040. A partir de 2030 se prohibirán determinados tipos de envases de plástico de un solo uso, entre ellos, los envases para frutas y verduras frescas no procesadas; los envases para alimentos y bebidas envasados y consumidos en cafeterías y restaurantes; las porciones individuales (condimentos, salsas, azúcar) y las bolsas de plástico muy ligeras (por debajo de 15 micras).
De ahí que la industria alimentaria busque alternativas, como estos recubrimientos y envases comestibles. Se piensa en ellos para aplicar en productos que tienen una vida más corta: frutas, verduras, hortalizas... también en otros de consumo inmediato, comida rápida, formatos 'on-the-go' (sobre la marcha)... Suelen ser además biodegradables y compostables. Y poseen otras propiedades que les hacen muy atractivos como alargar la vida útil de los alimentos; son una barrera contra la oxidación y la humedad; retrasan el arrugamiento o la pérdida de peso... lo que contribuye también a reducir el desperdicio alimentario, el otro gran reto del sector.
Innovadores recubrimientos para proteger la fruta
Eso es lo que persigue Bio2Coat, una 'spin-off' de la Universidad Politécnica de Cataluña, donde los fundadores desarrollaron biopolímeros comestibles procedentes de frutas y cereales que se pueden utilizar de dos formas: como recubrimiento líquido de frutas y hortalizas o como un film sólido para envases. «Son alimentos en sí mismos. Al utilizarlos como recubrimiento en frutas y hortalizas, que son los productos frescos que más se pierden en la cadena de valor porque se deshidratan y se contaminan con microorganismos, hemos conseguido reducir esa deshidratación y la pérdida de humedad, controlar el peso y a los microorganismos y mantener el brillo. Así se alarga la vida útil y comercial del producto. Como film sólido es un bioplástico que permite hacer envases como sobres, bandejas... que se pueden disolver y no aportan ningún extraño sabor», cuenta José Ignacio Velasco, cofundador y CEO de Bio2Coat.
Los biopolímeros líquidos se aplican antes de envasar las frutas, bien sumergiendo estas en piscinas o pulverizándolas. «Se moja toda la superficie de la fruta -explica- y después se seca. Estos recubrimientos sustituyen a los tradicionales fungicidas y ceras que son productos de síntesis que se aplican para que las frutas duren más pero inciden en la calidad y sabor. Nuestros recubrimientos tienen una composición natural y alimentaria». Por ahora se comercializan en Brasil. «Allí existe menos tecnología en la cadena alimentaria y mucha necesidad de alargar la vida de la fruta tropical que viaja por todo el mundo», añade.
Centros tecnológicos
En los laboratorios del Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas) también se trabaja en un recubrimiento bioactivo para alargar la vida útil de las naranjas. Es el proyecto europeo Biorangepack, en el que participan otros 13 socios de diferentes países. «Con residuos de la pulpa y la piel de la naranja se ha hecho un proceso de fermentación y se ha obtenido un compuesto activo que tiene propiedades antimicrobianas para luchar contra microorganismos y hongos. Este compuesto activo lo hemos introducido en una formulación que está basada en ceras», explica Irene Ríos, técnico investigador en el grupo de Envase Alimentario de Aimplas. Ya han conseguido producir kilos de ese compuesto, ahora se busca escalarlo a nivel industrial «con la viscosidad adecuada para que se pueda extender y adherir a las naranjas», dice Ríos.
Oceánide (financiado por la Agencia Valenciana de la Innovación, AVI) es otro de los proyectos en el que se ha implicado Aimplas. En este caso ha conseguido un prototipo de tarrinas mono usos (procede de algas, almidón, gelatina de pescado o proteína de la leche) que se pueden usar para helados, embutidos untables y quesos.
Con el apoyo del Instituto Valenciano de la Competitividad Empresarial (Ivace) y financiado por la Unión Europea, el centro tecnológico Ainia se ha embarcado en el proyecto PrevenckPack. Los investigadores han conseguido recubrimientos comestibles que prolongan la vida útil de frutas y verduras manteniendo su calidad. Estos recubrimientos (formulados con biopolímeros naturales) se han aplicado en fresas, más sensibles a los ataques de los hongos, y en champiñones para prevenir su oxidación y que pierdan humedad. «Hemos conseguido retrasar la maduración, reducir la tasas de respiración y minimizar la pérdida de peso de esos alimentos», destaca José Ángel Garde, técnico en Tecnologías de Envase en Ainia. El centro tecnológico también está apostando por envases comestibles a partir de residuos agroalimentarios para alimentos de baja humedad. «Además de ser biodegradables pueden consumirse junto con el alimento, por tanto se elimina completamente el residuo», destaca el investigador.
Como una bolsa comestible
Miles de corredores del Maratón de Londres probaron 'Ooho', algo parecido a una bolsa comestible fabricada a partir de algas, que contenía bebidas energéticas. También lo probaron los corredores de otras competiciones en diferentes ciudades. «En lugar de coger botellas de plástico, los participantes cogieron esta bebida energética y no se generaron residuos. Para los deportistas tienen ventajas. Por ejemplo un ciclista puede manejar nuestro envase con una sola mano e comer todo, o morder por una esquina y absorber la bebida o desecharlo porque es biodegradable y lo consume cualquier otro organismo. Así no tiene que guardar un envase pegajoso en su maillot después de ingerir el contenido», explica Rodrigo García, uno de los creadores de 'Ooho' y CEO y cofundador de Notpla, la empresa con sede en Londres que lo comercializa.
Estas membranas han contenido zumos de la empresa americana Tropicana que se han distribuido en Roland Garros, incluso se vendieron cócteles de wisky de la marca Glenlivet y ketchup que se ofreció en restaurantes londinenses. «Tenemos una versión de 20-30 mililitros que explota en la boca y otra de 100. Por ejemplo está última se utilizó en un proyecto en Ghana, financiado por la ONU, para sustituir las bolsas de agua de plástico que se repartían allí». En breve, esta membrana va a parecer en los supermercados holandeses como un envase para ensaladas que se podrá comer.
Por su innovación ambiental, Notpla recibió en 2022 el premio Earthshot del Príncipe Guillermo (el equivalente a nuestros Premios Princesa de Asturias), dotado con un millón de dólares. «Nuestra inspiración es la naturaleza, cómo hace sus propios envases, por ejemplo la piel de la uva que comemos o la de un plátano que no lo hacemos, pero ambas son comestibles. Igual que las algas, además crecen rápido, no necesitan agua dulce ni intervención humana no compiten con otros cultivos. Trabajamos con distintas granjas de algas de Francia, Noruega, España... Y nos enfocamos en aplicaciones de consumición inmediata, comida rapida, formatos 'on-the-go' (sobre la marcha) que duran poco y es donde podemos prescindir del plástico», resume Rodrigo.
Con ese espíritu Notpla también ha diseñado cajas de comida fabricadas en cartón con un recubrimiento a base de algas (en lugar de plástico) que se han repartido en Wimbledon, en las finales de la Champion League... «Hemos hecho diez millones de cajas para partidos de la NBA. Estamos fuertes en Reino Unido, Holanda, Alemania, Polonia... Son cajas que se podrían comer pero no se trata de eso sino de que una vez utilizadas las cajas se puedan reciclar o compostar como un resto de comida. Si el recubrimiento fuera de plástico sería difícil porque es complicado separar ambos materiales». Es decir, que las cajas de Notpla se pueden convertir en abono y desaparece sin dejar rastro, como una cáscara de fruta.
Pajitas comestibles
No son envases comestibles como tal los productos que ha desarrollado la startup madrileña Gloop, sino que podrían pertenecer al rango de la vajilla: cucharas para helados y agitadores para cafés que ya están en el mercado, «una especie de galleta y chocolate. Pero lo que mejor se comporta son las pajitas. Tenemos de cinco sabores. Y están sobre todo en hoteles. La cadena Iberostar y Garden Hoteles han sustituido todas sus pajitas de plástico por las nuestras comestibles», cuenta Hernán Hernández, cofundador de esta empresa. También se pueden encontrar en los establecimientos de Senator Hotels & Resorts o Hoteles Servigroup y la conocida discoteca Ushuaia en Ibiza. «La pajita es como si fuera una galleta que después de consumir el líquido se puede comer, no es dura ni blanda, no se reblandece en contacto con el líquido... Se puede usar durante unos 40 minutos y a un precio muy competitivo», destaca Hernández.
Los productos de Gloop están hecho a base de arroz y almidón, en otros también se utiliza avena. «Buscábamos una solución sostenible dentro de un modelo de negocio rentable que ofreciera también mejorar la experiencia del consumidor. Pensamos que la prohibición de los plásticos de un solo uso iba a hacer mucho daño en el canal Horeca. Para sustituirlos, buscamos en la madera pero vimos que no terminaba de gustar al consumidor y tampoco el cartón convencía a otros porque contiene ingredientes químicos. Así que vimos un nicho de consumidores que quería una nueva categoría de envases», recuerda Hernández.
En 2022 Gloop posicionó sus productos en 130 establecimientos del sector Horeca y sustituyó más de 1,5 millones de cubiertos plásticos. El año pasado cerró su primera ronda de inversión por valor de 540.000 euros. La idea es seguir avanzando en I+D «para conseguir que el producto resulte más barato», añade.
Así se cocinan estos sorprendentes bocados de sostenibilidad que ayudarán a la industria alimentaria en su particular guerra contra los envases de plástico.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete