CON PERMISO

Las agencias bajan la calificación a un país incalificable

La gran empresa española y sus advertencias sobre la inestabilidad política son el grito desolado de un país entregado a un delirio egocéntrico, mientras las agencias de rating no saben ya cómo calificar un país incalificable. Un desorden y un suplicio, me atrevería a calificarlo yo

Moody's avisa del efecto negativo para el 'rating' de España de los pactos para la investidura de Sánchez

Pedro Sánchez durante el debate para su investidura JAIME GARCÍA

La agencia de rating Moody'sha sido la penúltima en subirse al carro de advertencias contra España nada más conocer la investidura de Pedro Sánchez y sabedora de los pactos con sus socios. Junto con Standard and Poor's, Moody's es el mayor ... actor financiero mundial en calificación de deuda y, a su juicio, los tratos alcanzados por Sánchez con sus socios suponen un riesgo para el aval crediticio de España. Poco le importará al recién proclamado presidente del Gobierno esta nueva luz roja que se enciende en el cuadro de mandos del país. Total nadie va a conocer este país en los próximos años como para preocuparse por las advertencias crediticias, pensará Sánchez en su idea de que también a estas agencias las terminará engañando cuando tenga la oportunidad de explicarle su asombroso proyecto económico para su lado del muro.

En este lado del muro, donde Sánchez nos ha confinado a unos cuantos millones de raritos que todavía creemos en la existencia de principios morales innegociables, aún le damos mucha importancia a esto del rating y más en un país con cifras récord de endeudamiento público. Vamos, que el crédito de España -el financiero; del otro ya no nos queda nada por culpa de la amnistía- nos va a costar sangre, sudor y lágrimas, mientras que la deuda que se emita estrictamente con el aval de Cataluña será mucho más barata una vez que se cumpla la anunciada quita de 15.000 millones. Lo que perjudica al cuerpo favorece a un órgano. Y eso no puede ser y, además, es imposible.

Falta conocer la letra pequeña de los acuerdos, pero lo que ya sabemos es demasiado grueso, indigerible. Hermosa imagen la de los seis compinches de Sánchez enfrentados entre sí, pura justicia poética: Sumar contra Podemos; el PNV contra Bildu, y Junts contra ERC. Esencia del sanchismo-cizaña que divide calles, familias y amistades como hacía décadas que no se veía. Al lado está José Luis Rodríguez Zapatero y su nube de compadres ágrafos por si cae algo. ¿Qué podría salir mal?

Miguel Garrido, el patrón de la CEIM, y vicepresidente primero de la CEOE, con 'cero' callos en las manos de aplaudir al sanchismo, y, sobre todo, sin pelos en la lengua, advierte en estas mismas páginas de que vivimos en una inmensa anomalía, y de que si difícil va a ser lograr crédito para el país, aún más complejo será retener a los dineros que aún circulan por esa ensoñación llamada España a ojos de los separatistas. No en vano, hay ya grandes empresas españolas -nos cuenta- que tienen en estudio opciones varias, con visos de seguir el camino abierto hace meses por Ferrovial o de paralizar inversiones hasta saber qué futuro nos depara tras lo que venga después de los pactos PSOE-independentistas y prófugos.

Anoten el siguiente dato -una realidad, por cierto, que puede crecer a pasos agigantados y ser de mayor relevancia, a poco que el nuevo Gobierno se lo proponga con decisiones aún más rupturistas y derrochadoras-: algunos grandes gestores de fondos de todo el mundo, tras la formación del nuevo Gobierno y el sinsentido en que nos han metido, sitúan ya a España, junto a Italia, en el pelotón de cola de Europa en sus decisiones de inversión. Sánchez ya tiene su muro y las agencias de rating no saben cómo calificar un país incalificable. Un desorden y un suplicio, me atrevería a calificarlo yo.

Vienen tiempos duros como un muro. Se van a hacer bola. Mucha fruta, y mucha valeriana, que muros más altos han caído

Lo capitulado para la investidura mancha nuestra sociedad y sus defensores no pueden justificarlo con un mínimo de razón. Sánchez ha disfrazado su debilidad y ha arrojado a España y a sus empresas desde sus fondillos a la tabla de la infamia. Miren cómo van nuestras empresas estratégicas: desde que se convocaron las elecciones se han multiplicado los intentos de zamparse a algunas de ellas. Primero, fueron los árabes de STC, sobre Telefónica; y ahora, los húngaros de Magyar Vagon los que quieren opar Talgo. ¡Más madera!, dirá Sánchez. Señal de que aún tenemos empresas codiciosas, con beneficios caídos del cielo, mascullarán sus socios comunistas entre dientes. Mucha fruta vamos a tener que comer con esta gente para que no se haga bola en el alma.

Todo ello, mientras fuerzan -de momento, lo intentan, claro, veremos qué inventan para obligar definitivamente- a Caixa y a Sabadell a entonar el 'mea culpa' y a devolver sus sedes por donde solían; mientras amenazan 'por lo bajini' -también, de momento- a empresas y profesionales con los males del infierno impositivo; mientras someten a la división insidiosa a la sociedad; mientras venden en almoneda a nuestras grandes compañías y las acarician con el brazo de Industria, Economía y los órganos reguladores. Mientras pasa todo eso y más, grandes empresarios como el presidente de Mercadona, Juan Roig, y sus advertencias sobre la inestabilidad política se convierten en el grito desolado de un país entregado a un delirio egocéntrico.

Vienen tiempos duros como un muro. Se van a hacer bola. Mucha fruta, y mucha valeriana, que muros más altos han caído.

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