El dilema del plátano de Canarias: tirar el producto o condenar a los agricultores
Los productores, presionados por los bajos precios, tienen que tomar medidas drásticas
Se estiman que se han desperdiciado más de cinco millones de kilos estas semanas
El plátano de Canarias está caro
El plátano de Canarias trasciende sobre sí mismo en las islas. Se trata de algo más. Un producto que vertebra la economía de una región. De igual modo, en la Península, se trata de una fruta con gran acogida, sobre todo, entre los más ... pequeños de la casa. Pero la situación en estos momentos es complicada, tanto en origen como destino. Los agricultores y productores, presionados por los bajos precios, tienen que tomar medidas drásticas como la retirada del producto —las denominadas 'picas'—. Los consumidores, por su parte, están pagando precios altos, en algunos casos cercanos a los 3 euros/kilo (€/Kg). Esta situación genera un dilema para el campo canario: tirar parte de la producción, pese a la imagen que genera y las suspicacias que provoca, o no hacerlo y que los agricultores, sobre todo los de menor tamaño, queden en desigualdad con respecto a nuevos actores de mayor relevancia.
La cifra de plátanos de Canarias que ha quedado fuera de circulación en las últimas semanas sobrepasa los cinco millones de kilos. El presidente de la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan), Domingo Martín, asegura a ABC que de no tomar esta situación sería peor, al menos para los agricultores. Por lo que respecta al consumidor final, la situación no cambia: los precios seguirán altos. Este tipo de medidas para controlar la demanda, y que así no se hundan los precios, tarda en llegar al destino. Por tanto, en los principales supermercados de la Península, los precios se sitúan entre los 1,60 €/kg de Ahorramas, los 1,89 €/kg de Dia, o los 2,89 €/kg de Eroski.
El proceso de 'pica', un sistema de retirada de la producción validado por la Comisión Europea, se lleva haciendo durante años en Canarias. Martín asegura que esta situación solo se lleva a cabo cuando «la situación está muy mal». Deja claro que se trata de una «balsa salvavidas en momentos de crisis» para los productores.
El problema ha surgido porque la producción que llega al mercado es mucho mayor de lo que puede absorber la demanda. Además, el periodo de verano es muy bajo en consumo por la competencia con otras frutas de temporada como el melón y la sandía; y porque la ausencia de comedores infantiles en los colegios se deja notar.
En este contexto, los distribuidores no necesitan comprar más y, por tanto, no se necesitan tantos plátanos. Llegados a ese punto, para que el dinero que cobra el agricultor por el producto no se desplome, lo que se decide es tirar la fruta. Explica Domingo Martín que primero se buscan otras alternativas, como exportar a mercados secundarios (Marruecos) que también deja menos ganancias, o donar a los bancos de alimentos. Pero cuando ya no hay más opciones, lo único que queda es destruir la mercancía.
Esta situación por parte de los productores es rebatida. Fuentes del sector alimentario aseguran a este diario que los agricultores están produciendo más de lo necesario, en demasiadas ocasiones, de forma voluntaria. Este año se ha dado una situación de altas temperaturas que ha favorecido el cultivo de plátano. Eso no se puede detener. Sin embargo, las fuentes consultadas aluden a que las ayudas europeas de 0,30 euros/kilo determinan que no se pongan más medidas de control para que no se dispare el producto disponible.
Dichas ayudas se dan, precisamente, por la cantidad de plátanos que estarían en disposición de entrar en el mercado. Además, esta fruta está excluida de la Ley de Cadena Alimentaria, algo que permite vender a pérdidas en origen, y que se puede ver compensado por las subvenciones. Es decir, que se puede destruir la fruta con el debido control legal, y aun así los agricultores reciben algo por los plátanos que han cultivado.
Algunas voces del sector reclaman mover la producción a otras épocas del año para generar algún tipo de control, algo que por el momento no se está haciendo.
En este dilema, todos tienen alguna receta. El presidente de la organización profesional agraria Palca, Amable del Corral, también asume que existe muy poco control por parte de los productores. Además, recuerda que Asprocan se comprometió a plantear una serie de reivindicaciones sectoriales, como por ejemplo la relación con los distribuidores, y que al final no se han llevado a cabo.
Del Corral sostiene que lo fundamental en esta crisis sería desarrollar una planificación de la oferta para que se ajuste a la demanda. Pero no es el único problema urgente que se debería solucionar, según su largo conocimiento del sector. Lanza un mensaje de emergencia sobre el cambio de manos que se está produciendo en las plantaciones, donde muchas tierras de pequeños agricultores se quedan en las manos nuevos actores entrantes a los que solo les importa la rentabilidad y, además, puede sobrevivir por el momento de las ayudas europeas.
El otro gran problema
El gran enemigo común es la banana. Conviene recordar que Plátano de Canarias se enfrenta desde hace años a la banana, un competidor de apariencia similar que goza de ventajas normativas que la eximen de cumplir algunas exigencias a las que sí se someten los productos agrícolas nacionales.
Ajustarse a esos requisitos, como sí hace Plátano de Canarias, supone aumentar costes ligados al manejo y explotación de las plataneras, lo que continúa reduciendo paulatinamente el margen productor, sin capacidad para influir sobre el precio final.
En esta línea, Domingo Martín intenta hacer pedagogía. Al margen de los eternos problemas para fijar precios entre los productores y la distribución, la cara visible de Asprocan estima que «el consumidor debe cambiar el chip». El plátano de Canarias es una fruta de mayor calidad que la banana, y ese precio se debe pagar. Asume que se deben cambiar ciertos conceptos con respecto a la calidad de los productos españoles que, además de valor, también están bajo una estricta vigilancia que cuesta dinero.