José Ramón Iturriaga - EL QUINTO EN DISCORDIA
La inflación ha venido para quedarse
La realidad es la que vemos todos los días en las estadísticas económicos, que han llevado al Banco de España a estimar que este año vamos a crecer 'solo' un 4,1%, que será mucho o poco, según se quiera mirar, pero desde luego no es un escenario que se pueda describir como recesivo
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Iniciar sesiónSeguro que saben que el Banco de España revisó a la baja sus estimaciones de crecimiento para la economía española la semana pasada. Difícilmente se les pueden haber escapado los titulares que estos días han resumido el informe de la entidad. Con independencia de ... cuánto y por qué hayan sido estas revisiones, lo más notable probablemente haya sido el tono con el que se ha tratado la información. Es verdad que se va a crecer menos , pero el crecimiento esperado está lejos de los escenarios que se infieren de la forma en la que se trata la noticia. Un 4,1% es menos de lo que se esperaba hace dos meses –fecha de la última revisión– y bastante menos de lo que pensábamos que íbamos a crecer a principios de año –casi dos puntos–, pero sigue siendo un 4,1%. Y crecer más de un 4% está lejos de los escenarios de recesión que se dan por descontados por parte de muchos de los creadores de opinión de este país.
Evidentemente no es un escenario exento de riesgos –y eso es en parte, recordémoslo, lo que ha llevado a esa revisión a la baja de las estimaciones–, pero no concuerda para nada con el estado de opinión general que se ha instalado en el que parece del todo inevitable que volvamos a visitar el infierno de la recesión. Una vez más los que tratamos de mirar los datos con cierta asepsia pasamos por optimistas impenitentes que vivimos muy lejos de la realidad. Pero la realidad es la que vemos todos los días en las estadísticas económicas, que son con las que trabaja el Banco de España y que le han llevado a estimar que este año vamos a crecer 'solo' un 4%, que será mucho o poco según se quiera mirar pero, desde luego, no es un dato que se puede describir como recesivo.
En el colmo del absurdo, algunos de los que vaticinan la nueva bajada a los infiernos son los que despotrican de que suba el precio de las casas o de los alquileres, o de que no haya mano de obra en la hostelería, la construcción o el transporte. Parecen no darse cuenta de que es una contradicción en los términos. En una economía al borde de la recesión no se baten récords en las cifras de turismo , ni se construyen más casas, ni se vuelve a niveles de concesión de hipotecas no vistos en muchos años.
Siempre ha existido una desconexión entre la realidad económica –la de los números– y la percepción que en general se tiene de la situación. Sin embargo, la polarización tan extraordinaria entre lo que estamos viendo en las estadísticas y el pesimismo de los titulares no tiene precedentes. Como se ha tratado el informe del Banco de España de la semana pasada es un muy buen ejemplo.
Inflación
La inflación ha venido para quedarse, pero no a los niveles actuales . Los datos que conocimos la semana pasada sobre la evolución de los precios fueron malos y algo peores de lo esperado. Sin embargo, no cambian para nada las previsiones que apuntan a que la inflación se irá embridando a medida que avance el año. El componente energético –más en Europa que en Estados Unidos– y últimamente los alimentos son los sectores que más están tirando de los precios hacia arriba. Lo razonable es que se vaya reconduciendo a medida que avanza el año y las bases de comparación mejoran.
A lo anterior hay que sumar el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en China , que debería reducir la tensión en muchos materiales y la circunstancia de que los servicios estén cogiendo el relevo a los bienes de consumo en la recuperación económica también se va a reflejar en la evolución de los precios. De hecho, el mercado está descontando una inflación a medio plazo de entre algo más del 2% en Europa y en torno al 3% en Estados Unidos. Una vez que los precios de las materias primas, con el petróleo a la cabeza, dejen de subir o, todavía mejor, empiecen a caer, no vamos a volver al entorno deflacionista que ha mandado en los últimos tiempos porque los efectos de segunda ronda ya están ahí. Los salarios, que son con lo que al final de verdad correlaciona la evolución de la inflación a largo plazo, van a recuperar tracción. La tensión va a ser mayor en Estados Unidos que en Europa , pero salvo cataclismo no parece razonable pensar que los sueldos, su evolución futura al menos, no cambie tras lo vivido este año con los precios.
Dejamos (por fin) atrás diez años de atonía en los precios, que, aunque se haya hablado menos o prácticamente nada, también han supuesto un menoscabo en la recuperación económica . Una segunda reflexión es que aunque los tipos suban, la tasa real –tipo nominal menos inflación– va a seguir siendo negativa, algo que en el entorno actual de elevada deuda pública es hasta cierto punto buscado. La fórmula menos onerosa de luchar contra la deuda pública es haciendo que pierda valor y esto se consigue manteniendo los tipos nominales por debajo de los precios. Los tipos reales negativos son gasolina para el ladrillo. Y creo que a nadie se le escapa qué economía tiene una alta correlación con la evolución del inmobiliario.
Fragmentación
Al final de la semana pasada se solaparon el discurso más duro por parte del Banco Central Europeo (BCE) con unos peores datos de inflación , fundamentalmente en Estados Unidos. Y como no podía ser de otra manera las alarmas se dispararon y automáticamente volvimos a hablar de las primas de riesgo. La más rápida normalización respecto a lo esperado de la política monetaria provoca la duda de lo que pueda pasar con el coste de financiación de los países periféricos y si eso podría degenera en una nueva crisis financiera.
Con independencia de lo contundente que pudiera sonar la presidenta Lagarde cuando en la rueda de prensa tras la reunión de la semana pasada le preguntaron por el tema –al parecer no fue tan persuasiva como lo fue Draghi en su momento, el listón lo tenía en cualquier caso muy alto–, la situación no es ni por asomo comparable a la del año 2012 tras la gran crisis financiera. La razón fundamental es que el apalancamiento del sector privado y su espejo, que es la solvencia del sistema financiero, no ofrece ninguna duda. Recuerden que eso fue lo que provocó la espiral que puso en riesgo la misma continuidad del euro.
En segundo lugar, pero probablemente igual de importante, el BCE tiene aprendida la lección . En la caja tiene herramientas que sabe eficaces para evitar males mayores. La letra con sangre entra. Y el 'riesgo moral' es ya algo del pasado porque el banco central ya entendió, aunque le costara, que lo del brazo atado a la espalda es algo muy bonito en teoría, pero lo que los mercados requieren es contundencia, ese «lo que sea necesario» que hizo famoso el italiano.
Así las cosas, el mercado puede amagar y tratar de echar un pulso al Banco Central Europeo pero no creo que lo lleve muy lejos porque tiene todas las de perder. Y lo único que mueve a los agentes del mercado es la posibilidad de ganar. Al final habrá algo de ruido y pocas nueces. No sé si será necesario que Lagarde tenga que emplear otro tono o anunciar un nuevo plan de compras. El BCE no ha recorrido todo este camino para que a estas alturas de la película se les vaya el tema de las manos y volvamos siquiera a rememorar los tiempos en los que se cuestionaba el euro.
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