Lagarde
Los bancos centrales han hecho el más difícil todavía estos últimos años y sin duda les tenemos que estar muy agradecidos. Ahora, el comodín de la (no) inflación ya lo hemos consumido
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Iniciar sesiónLa presidenta del Banco Central Europeo rompió la semana pasada una de esas normas no escritas de los banqueros centrales al tirarse a la piscina y anticipar que van a hacer en las próximas reuniones. La célebre respuesta de Greenspan hace unos años en una ... de esas ruedas de prensa tras las reuniones de la Reserva Federal es quizá el mejor ejemplo del juego del gato y el ratón en que consiste la comunicación de la política monetaria: «Si usted cree que me ha entendido es que yo no me he explicado muy bien». De siempre una de las herramientas más poderosas de los bancos centrales ha sido no anticipar por dónde iban a ir. Hasta ahora. El mensaje de la francesa no ha sido un error. Ha anticipado lo que va a hacer porque el BCE se ha quedado últimamente, como se dice en el argot, muy por detrás de la curva. Se han visto superados por los acontecimientos y han tenido que responder porque lo que está en juego es su credibilidad que es lo más valioso en un sistema fiduciario como es el nuestro desde que abandonamos el patrón oro.
Ha tenido que coger por la calle del medio en lo que supone un giro inédito de política que pone punto y final a un periodo extraordinario de heterodoxia monetaria. La propia reacción del mercado es buena prueba de que llegados a este punto había quien pensaba que el Banco Central era víctima de sus propias políticas y no iba a ser capaz de salir del peligroso rincón el que ellos solitos -y por las buenas razones- se habían metido.
Y quizás también sea un buen indicador de la sensación de zozobra que campa en Fráncfort. Un puñetazo en la mesa a destiempo que también debe interpretarse como que es muy poco probable que vuelvan a llegar tan lejos en ausencia buenas razones. Los que esperan que esto sea un paréntesis en el orden monetario de los últimos años para volver a los tipos cero en cuanto la inflación dé un respiro pueden esperar sentados. Los últimos e inesperados datos de inflación les ha metido un susto del que van a tardar en recuperarse. Y con independencia de que puedan intervenir en el mercado de la forma que consideren es muy poco probable que vuelvan a los tipos negativos lo que por otra parte supone un alivio para los que pensamos que algo de ortodoxia es recomendable.
Los bancos centrales han hecho el más difícil todavía estos últimos años y sin duda les tenemos que estar muy agradecidos. Ahora, el comodín de la (no) inflación ya lo hemos consumido. Toca tirar para adelante y somatizar que lo que hemos vivido ha sido una (larga) excepción y no la norma. Cuanto antes lo entendamos mejor.
Coste de la deuda
Una de las dudas más extendidas es cuál va a ser el impacto de la subida de tipos en la sostenibilidad de la deuda pública española. Importa enfatizar lo de pública porque esta vez el problema no es la deuda privada que fue el gran problema detrás de lo que ya conocemos como la gran crisis financiera. Además, y aunque por ese cainismo tan nuestro muchas veces no veamos más allá de nuestras narices, hay que recordar que el alto endeudamiento público no es algo exclusivo de España, sino que afecta a la mayor parte de las economías desarrolladas. Hechas estas matizaciones, no hay duda de que la subida de los tipos de interés debería traducirse en una mayor factura de la deuda. Sin embargo unos números muy burdos nos llevan a la conclusión de que el servicio de la deuda no se debería ver muy afectado. Por un lado las subidas de los tipos de interés no van a ser muchas y, por otro, el punto de partida es extraordinariamente bajo. Si, por ejemplo, hiciéramos la suposición de que como podría ser los tipos largos ya recogen esas subidas esperadas y no se van a ir mucho más allá, llegaríamos a la conclusión de que el coste de la deuda se iba a mantener prácticamente donde está ahora. Hoy el coste medio de la deuda pública española está por encima de donde estamos emitiendo últimamente por el peso de la deuda más antigua por lo que aunque repunte algo los tipos a los que nos financiamos es difícil que pueda arrastrar a futuro el coste marginal más arriba de donde está ahora .
Estos números son relativamente fáciles de hacer pero no esperen que ninguno de los comentaristas de la actualidad -los que se conocen como creadores de opinión- lo hagan suyo. Entre que te quieran o teman es preferible lo segundo y de siempre ha tenido mejor venta el apocalipsis que un análisis algo más sosegado de la realidad. Todavía más en la economía, donde el desconocimiento va de la mano de las filias y fobias políticas lo que es letal para la observación de lo que pasa a nuestro alrededor. Como decía el sabio lo que hay es lo que hay y además es lo que hay.
El Ibex, en positivo
En este año tan extraordinariamente convulso en lo que toca con los mercados hay un titular que se abre camino en los últimos días: la Bolsa española es de las pocas que están en positivo en el año. En sí mismo esto no quiere decir mucho y desde luego que se puede leer de muchas maneras distintas pero se trata de una realidad incontestable. En el último mes ha subido contra viento y marea casi un 5%, lo que en el año le deja en un 2% que puede no parecer mucho pero que compara muy bien con las bofetadas que llevan otras bolsas.
Está en positivo, sí, pero como recordamos los viejos del lugar, en el mismo nivel que hace veintitantos años. Esto aunque pueda servir para regodearse tampoco quiere decir nada. Hay muchos temas técnicos detrás que en un índice tan pequeño como el español explican lo que ha pasado por debajo que desmontan la conclusión igual de intuitiva como de burda a la que da pie esa sentencia.
Ahora, también probablemente el comportamiento de los últimos años de la bolsa española haya sido reflejo de los tiempos tan extraordinarios que hemos vivido, y el hecho de que hoy esté en positivo también es síntoma de que, cómo estamos viendo claramente en otros activos, los tiempos están cambiando.
Está fuera de toda discusión que la economía española no haya prosperado estos últimos casi 30 años. Lo que pasa es que la Bolsa no es un buen indicador de esa prosperidad por el fuerte sesgo a sectores que han estado en el ojo del huracán últimamente y, sensu contrario, la ausencia de compañías que han tenido el favor del mercado en los últimos tiempos.
Y en el fondo, detrás de ese comportamiento está lo que está detrás de todo lo que sucede en los mercados: la tasa de descuento. Porque aunque sea fácil dejarnos llevar por la idea de que el índice está a niveles de hace muchos años esa es una verdad a medias porque por el camino ha estado en niveles muy por encima y ha protagonizado periodos en los que no ha sido precisamente ese patito feo que ahora por méritos propios parece .
Y cada día que pasa da más la sensación de que no es que vayamos a volver a tiempos pretéritos pero sí que lo peor en lo que al comportamiento de la Bolsa española está por detrás porque las razones que le llevaron a tener mucho peor comportamiento relativo son cosa del pasado y que como estamos viendo últimamente el viento para muchas compañías de la bolsa española está de cola. Como me recuerda un muy buen amigo esta sí que es la buena: no (S)pain, no gain.
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