El déficit, los impuestos y el marco laboral asoman como los grandes lastres para la competitividad de España

El organismo atribuye la mejora en la clasificación al mejor desempeño económico, especialmente en lo que se refiere al crecimiento del PIB , así como a los avances en el crecimiento de las exportaciones de servicios comerciales, la inversión internacional y el empleo, señala José Caballero , economista senior del Centro de Competitividad Mundial del IMD. «También hay mejoras sustanciales, aunque en menor medida, en las infraestructuras tecnológicas y científicas, y en las medidas sanitarias y medioambientales». La eficiencia, o ineficiencia en este caso, de la gestión gubernamental y de la gestión empresarial aparecen por contra como las grandes taras para la competitividad de la economía española.

La posición del país es particularmente negativa en una serie de aspectos que lastran su capacidad para competir en el mercado global. El informe de IMD, que tiene en cuenta más de 300 indicadores para determinar la posición de cada país en el ránking, sitúa a España en una posición particularmente negativa en su capacidad para gestionar las cuentas públicas (puesto 60), la presión fiscal sobre las rentas personales (60), la capacidad para financiar el sistema de pensiones (58) o la capacidad de la legislación laboral para incentivar a los desempleados a buscar un empleo (puesto 60). Todos ellos elementos que dependen de la acción gubernamental.

En los últimos cinco años, la posición de España en el capítulo que hace referencia a la gestión del Gobierno no ha dejado de deteriorarse pasando del puesto 38 que ocupaba en el año 2018 al puesto 50 de los 60 países que se analizan en el ránking. España ha avanzado por el contrario en la dotación de infraestructuras, donde ya ocupa el puesto 25, y en la eficiencia empresarial, que ha pasado del puesto 42 al 40, y ha perdido un poco de fuelle en los componentes que miden el rendimiento de la economía .