La comida ecológica ahonda sus raíces en plena cosecha de incertidumbre

El sector atisba un profundo cambio abonado por la apuesta de la UE y la sequía de los fertilizantes químicos, un futuro en verde oscurecido por el efecto de la inflación en las decisiones de consumo

El sector de la alimentación ecológica se encuentra en una encrucijada. Por un lado, parece que nuevos aires soplan a su favor. La crisis de los fertilizantes químicos, ahora más escasos en el mercado por la guerra de Ucrania (Rusia, uno de los principales ... proveedores, ha cortado el suministro) y con unos precios que se han triplicado en el último año por los elevados costes energéticos para producirlos, ha abierto una puerta para que se mire a la agricultura ecológica como un nuevo modelo que no emplea estos insumos y, por tanto, es menos dependiente de países terceros.

Pero es sobre todo el impulso europeo el que puede revolucionar este sector. Si queremos una economía sostenible también su sistema agroalimentario tendrá que serlo. Por eso, se apuesta por dar mayor protagonismo a la producción ecológica. El objetivo de la UE es que, en 2023, el 25% de la superficie agrícola del Viejo Continente produzca en ecológico. Hoy representa el 9,1%, según los últimos datos de Eurostat referentes a 2020. Esto conllevará una profunda transformación del sector, ya que se pondrá un mayor volumen de productos en el mercado y se incorporarán nuevos operadores en toda la cadena de valor.

Se da una clave más, y quizá la que tenga más peso para que este mercado se desarrolle: cada vez más consumidores están convencidos de que quieren comer más sano y productos más respetuosos con el medio ambiente, una tendencia que se ha visto impulsada por la pandemia. Así que habrá que satisfacer esta demanda creciente. Solo en España el gasto de los consumidores en estos alimentos y bebidas bio creció un 7% en 2020 (en total invirtieron 2.528 millones de euros), con datos del Ministerio de Agricultura. «El consumidor está más sensibilizado con la salud y la sostenibilidad. Y esto está vinculado al producto ecológico. En 2022, un 43% de consumidores (casi la mitad) ya incluye en su cesta de la compra algún producto eco. Ya está aceptado y tiene penetración en los hogares», comenta Rosario Pedrosa, gerente de estrategia comercial de AECOC. Una tendencia que también ha detectado la consultora Kantar. «En el último año el 72,6% de los hogares españoles han comprado productos bio», señala Rebeca Mella, Consumer Sector Director en Kantar Worldpanel.

El 10% de la superficie agraria útil de nuestro país está destinada a la producción ecológica

Sin embargo, aún con todas estas circunstancias a su favor, el sector de la alimentación ecológica vive un momento decisivo, porque la actual situación, con una inflación desatada y los elevados costes energéticos, puede condicionar la demanda de estos productos, ya de por sí con precios más caros a los de la agricultura y ganadería tradicional. De hecho, como punto de partida, los españoles gastan menos en estos alimentos que otros europeos: 53,1 euros per cápita frente a los 313 de los suizos, 205 de los austríacos, 136 de los franceses o 58 de los italianos. Lo que se reconoce es que «si hay inflación en los productos convencionales también la hay en los ecológicos», asegura Ignasi Aguiló, responsable de Comunicación de la Asociación Española de Elaboradores y Comercializadores Ecológicos (Asobio). Quizá ya el mercado empieza a dar algunas señales, porque «por primera vez, —añade Aguiló— estamos viendo que dejamos de crecer al ritmo al que lo estábamos haciendo. Y esto ocurre también a nivel europeo».

La situación es de incertidumbre. La crisis inflacionista puede dar un giro a la demanda de alimentos bio como también a la del gran consumo. De hecho, AECOC ya ha detectado que «este año un 65% de los consumidores, en general, se fija más en precios y promociones a la hora de hacer su cesta de la compra», señala Rosario Pedrosa. Y esa predisposición puede influir en lo ecológico. «Este mercado no va seguir al alza, sino que se mantendrá o incluso decrecerá. Al incrementarse el coste de producción también lo hará el precio final del producto y por tanto estará al alcance de un menor número de consumidores», cree Lucía Berlanga, ingeniera agrónomo y responsable de producción ecológica de la empresa Grupo G’s España. Esta experta incluso prevé que «veremos a productores ecológicos convirtiéndose en convencionales».

Estimular aquí, en España, el consumo de estos productos resulta vital para desarrollar el mercado y alcanzar el objetivo europeo (el 25% de la superficie agraria dedicada a la producción orgánica, como también se conoce). «El incremento de la superficie dedicada a agricultura ecológica es directamente proporcional al aumento de la demanda de estos productos», indica Berlanga. Por tanto, si queremos tener más cultivos de este tipo tendrá que aumentar también el número de consumidores nacionales. Porque ahora casi la mitad (43%) de nuestros productos bio se vende fuera de nuestras fronteras, sobre todo al norte y centro de Europa. Somos grandes exportadores, los cuartos a nivel mundial, por detrás de Estados Unidos, Italia y Países Bajos.

Puesta en valor

Para consumir más, el sector apuesta por poner en valor todo lo que hay detrás de los productos ecológicos, que están certificados e identificados con el logotipo de la «eurohoja». «Es una garantía para los 440 millones de europeos que saben que es un producto sostenible, con una certificación y dentro del control oficial. Desde la semilla, al terreno, el cultivo, la manipulación, el transporte... toda la cadena de valor cumple la normativa europea y está auditada hasta llegar al consumidor», argumenta Álvaro Barrera, presidente de Ecovalia, la asociación profesional española de la producción ecológica.

Hay otra reflexión que hacer a la hora de elegir estos alimentos y bebidas que aporta Concha Fabeiro, presidenta de Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) e ingeniera agrónomo del área de producción vegetal, adscrita a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de la Universidad de Castilla-La Mancha. «En el posible menor precio de los productos convencionales hay muchos costes ocultos que pagarán generaciones futuras: empobrecimiento del suelo, contaminación de aguas por el uso de fitosanitarios sintéticos, pérdida de biodiversidad de cultivos, emisiones de gases de efecto invernadero por la fabricación de fertilizantes minerales... Sin embargo, detrás del logotipo de las hoja verde de doce estrellas se garantiza un producto de calidad, no contaminante, promotor de la biodiversidad, de la fertilidad del suelo y mitigador del cambio climático», asegura.

El valor de la producción ecológica alcanzó 2.675 millones de euros en 2020

Con todas estas variables y en este contexto, España ocupa una buena posición. Durante una década hemos sido el país europeo con mayor extensión de suelo destinada a la producción ecológica: en 2020, 2,4 millones de hectáreas. Sin embargo, por primera vez, el liderato ese año fue para Francia que llegó a las 2,5 millones de hectáreas, según Eurostat.

En nuestro caso supone el 10% de la superficie agraria útil. Cierto es que otros países destinan mayor porcentaje de su territorio a esta actividad: Austria (26%), Suecia (20%) Italia (15%) o Finlandia (13%). De ahí que Concha Fabeiro proponga que «España debería ser más ambiciosa que el objetivo europeo y tendría que plantearse hasta un 50% de su superficie agraria en producción ecológica, con medidas de apoyo a este sector: desde ayudas económicas a productores a aumentar la compra pública de estos productos para colegios, hospitales... Tenemos muchas posibilidades de crecer. Nos falta apoyo de los gobiernos, nacional y autonómicos».

También crecemos en volumen de producción, como reflejan los datos del Ministerio de Agricultura. En 2020 generamos poco más de tres millones de toneladas de estos productos (un incremento del 17% respecto a 2019), por un valor de 2.675 millones de euros (un 15% más). Y este último dato no se debió a una subida de precios, sino al aumento de la superficie cultivada y al mayor rendimiento de las explotaciones. Y es que, como apunta Álvaro Barrera, «no somos un modelo bucólico, sino un modelo agronómicamente productivo, económicamente rentable y climáticamente necesario. Tenemos conocimientos tecnológicos, equipos de agrónomos y veterinarios, científicos e investigadores obteniendo abonos y fitosanitarios compatibles con la producción ecológica. Hay mucha tecnología detrás de un kilo de fertilizante ecológico».

Desde luego son cifras muy positivas, aunque España posee otras ventajas que no son tan tangibles. Nuestro país «ya cuenta con una tecnificación y profesionalización del sector muy superior a la de nuestros vecinos europeos. Además, tenemos una climatología especial que permite que la horquilla de tiempo para cultivar sea mucho más amplia que en el resto de países. Ello también da pie a nuevos cultivos en nuestro país, como los tropicales, que gozan de gran demanda», señala Lucía Berlanga.

Exportamos la mitad de la producción bio. Por eso, la necesidad de estimular el consumo interno

La industria ecológica en España está muy atomizada y dispersa. Contamos con poco más de 44.000 productores (el 89% agrarios, el resto ganaderos y con muy escasa representación de la acuicultura). Hay otros 10.395 operadores industriales (desde almazaras, bodegas, manipuladoras de cereales, harineras a industrias lácteas, comercializadoras de huevos, envasadoras de miel...). Pero parece no ser suficiente para satisfacer la demanda bio actual y quizá la que está por venir, como demuestra el hecho de que importamos el 40% del nuestro consumo de productos ecológicos. Son alimentos con alto valor añadido. «Adolecemos de industria elaboradora, no hay capacidad de transformación de toda la producción primaria. Y también hay carencias en la distribución y en la logística, en la infraestructura para hacer acopio», señala Gonzalo Palomo, doctor en Veterinaria e investigador de la Universidad de Extremadura. Algo que también destaca Concha Fabeiro: «Faltan canales más directos y especializados. Al haber pocos, tienen demasiado poder frente a los productores. Por eso, el producto llega a los consumidores con un sobreprecio que se queda en el camino y no repercute en el productor orginal».

Canales diversos

Hoy día, los alimentos bio llegan sobre todo desde la gran distribución (grandes superficies y cadenas de supermercados) que venden el 53% de estos productos. Olieron hace unos años el negocio. Y luego está el canal especializado que «se defiende bastante bien», afirma Ignasi Aguiló (Asobio). Se trata de supermercados y tiendas dedicadas exclusivamente a productos ecológicos. Veritas ya lleva 20 años vendiéndolos, también están, entre otros, Herbolario Navarra y Bioconsum. Y existe el canal especialista independiente, más sensible al vaivén económico. «Está muy atomizado. Son cerca de 3.000 herbolarios, que al ser tiendas de proximidad tuvieron un balón de oxígeno en los primeros meses de la pandemia. Pero ahora sufren los problemas de la inflación, ya que los consumidores intentan solucionar su cesta de la compra de un solo golpe y ven que los productos ecológicos del herbolario también los encuentra en otros establecimientos».

Una encrucijada de variables y caminos en la que el sector español de los alimentos ecológicos puede profundizar sus raíces y consolidar definitivamente su posición en la cesta de la compra de los españoles.

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