Sinner desentraña a Djokovic

Acostumbrado el personal a las locuras y el crecimiento explosivo de Carlos Alcaraz, parecería que la trayectoria de Sinner, dos años mayor que el español, se quedó pequeña. Pero el italiano sabía bien por dónde ir, qué tenía que hacer, y entendió que tendría un crecimiento más lento, pero igual de potente.

Calmado, trabajador que entiende que la perfección se hace en el día a día, mesurado siempre en sus palabras, autocrítico cuando tiene que serlo, consciente de que le queda mucho por aprender todavía. Se aleja de los prototipos de tenistas italianos, y no solo por el aspecto o el estilo, también por el caminar lento y pausado que lo ha llevado a ser una amenaza con hambre y ambición controladas.

En su libro de cabecera aparecen frases como la de «o gano o aprendo» o aquella confesión después de perder en Wimbledon: «Quizá todavía no estoy preparado para este tipo de partidos». Palabras que han ido forjando su buen hacer en el tenis.

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Está listo el italiano para afrontar las cotas que, todavía por físico, no ha podido convertir. Se le hacen largos los partidos a cinco sets y ha naufragado incluso cuando tenía dos sets a favor. Pero a tres sets se está formando un tenista implacable. Ante Djokovic hizo una demostración estupenda de cómo revertir los arreones del serbio con mano templada, paciencia, seguridad y buenas ideas bien ejecutadas.

Ya había sufrido Djokovic contra un Holger Rune explosivo, pero sabe todavía dominar sus ímpetus en ese juego mental en el que uno es maestro, aunque rompa raquetas como terapia, y el otro se enreda demasiado. Pero Sinner no es Rune, y no hubo ventaja en el juego mental. Al control del tempo y de las emociones, sobre todo ajenas, en el que se mueve muy bien el serbio no entró descontrolado el italiano. Al contrario, supo encontrar en Djokovic esa grieta que a veces deja entreabierta para meterse en su cabeza y empezar a desmadejarlo.

Alertó Sinner en el octavo juego, pero es Djokovic y se sacó del arsenal una derecha a 138 kilómetros por hora, cuando de media había impactado la pelota a 127 durante todo el curso, para desbaratar la opción de rotura. Tuvo también su opción el serbio en el siguiente juego, pero al italiano no me tembló la mano para hacer una dejada impecable, que también va sobrado de recursos y de frescura mental para saber cuándo activarlos.

Y donde el serbio siempre se ha sentido cómodo, en los límites de los sets, donde a los veinteañeros siempre les atenazaba el miedo, es donde sacó toda la bravura el italiano. Opción de rotura en el undécimo juego que esta vez ni la derecha supersónica de Djokovic puede levantar. Es un set a favor de Sinner, pero es mucho más. Son diez puntos consecutivos en los que deja en blanco a Djokovic. Es la confirmación de que ya está listo para coger el mando del tenis.

Más nervioso de lo habitual, el serbio porque no encontraba la estrategia adecuada para desbordar al italiano, apeló a la rabia en el segundo set, manos hacia la grada para pedir los silbidos, que en ese barro sabe que Sinner no entra. También apeló a las dudas, con esa llamada a la atención médica con 4-3 para que le masajearan y destensaran el hombro derecho. Y funcionó. Había perdido un tie break contra Rune, pero Djokovic no quería perder más, que es rey en este apartado, no por nada encadenó 13 a principios de curso. Solo un pequeño desajuste condenó a Sinner, para algarabía del palco de Djokovic y el propio Djokovic, que ya había entrado en ebullición con el público, su forma de coger energía.

Pero no sirvió nada ante el italiano, que respondía con igual contundencia a los juegos rápidos y contundentes del rival. De un igual a igual, desarticuladas las amenazas del serbio con un temple que no se ve en el resto de su promoción, se decidió todo en otro tie break. Y donde otros tiemblan, este Sinner no. Un buen saque, un resto profundo, un passing y una plaza volcada y desatada, al más puro estilo Copa Davis, con el Si-nner, Si-nner, el ídolo local firmó una de las mejores victorias de su carrera, después de tres derrotas ante el serbio.

Sin prisas, Sinner ha desarrollado un potencial del que solo estamos viendo el inicio. Diez títulos, su primer Masters 1.000 este pasado agosto, todavía lejos de las grandes portadas de los Grand Slams. Pero ahí está llegando. Con firmeza, un tenis exquisito y, sobre todo, una cabeza extraordinaria. Ya desentraña a un Djokovic en pleno apogeo, cortada su racha de triunfos desde la final de Wimbledon (19) y que se jugará la semifinal contra Hubert Hurkacz, que reemplazó al lesionado Stefano Tsitsipas. Y lo mejor está por llegar.