MOTO3
José Antonio Rueda inscribe su nombre en la historia
MUNDIAL DE MOTOCICLISMO
El piloto de Los Chapatales, en Los Palacios y Villafranca, sentenció el título de Moto3 en el Gran Premio de Indonesia completando un año inolvidable en el que ha dominado la categoría con autoridad
Rueda, emocionado tras conquistar el título: «He soñado con este día muchísimas veces y hoy soy campeón del mundo»
José Antonio Rueda, campeón de Moto3
Hay historias de superación entrañables como la de José Antonio Rueda (Los Palacios y Villafranca, 2005) que hacen creer en lo imposible. En la isla de Lombok, Indonesia, en la otra punta del mundo del pueblo que lo vio crecer, este zagal de 19 ... años que es paradigma de educación cuando toma la palabra, redondeó este domingo un año memorable que cabe calificar de gesta por conseguir lo que ningún sevillano ni andaluz hizo antes: proclamarse campeón del mundo de motociclismo en la categoría de Moto3.
Rueda, un tipo sencillo y discreto al que le acompaña siempre la familia por los grandes premios (ora su padre, ora su hermano, que le lleva las redes sociales) es un pionero que ha roto un techo de cristal porque, y ahí está la historia para atestiguarlo, el Mundial de motos era sinónimo de victorias y éxitos españoles para los catalanes, baleares y valencianos, en especial, pero no para los andaluces.... hasta que llegó Rueda, líder por méritos propios de la generación del conileño Marcos Ramírez, el nazareno Dani Muñoz y el brenero David Muñoz, todos ellos pilotos que están haciendo mucho ruido, del bueno, en el Mundial. Un orgullo.
La historia del nuevo campeón de Moto3, que comienza en Los Chapatales, pedanía de Los Palacios, cuando se abuela Joaquina le regaló una moto que le metió al niño en el cuerpo el veneno de la velocidad, ha culminado por ahora (más capítulos habrá, pero ya en Moto2) con esta espectacular temporada en la categoría pequeña de la que dan fe sus números: nueve victorias en 18 carreras, lo que significa que ha ganado el 50% de las ya disputadas, y trece podios, incluyendo el de Mandalika. Rueda ha dominado completamente la categoría, de un modo hasta 'tiránico'. Porque ha ganado mucho y lo ha hecho de muchas formas, en solitario o en el abanico de los rebufos, saliendo desde la pole pero también desde el fondo de la parrilla, como en Silverstone. Nada lo ha frenado.
En una categoría tan dada a los cambios y las rebeliones, definida por el ADN de lo imprevisible, siempre sorprendente, el hilo conductor de este 2025 y lo único seguro e inalterable ha sido el dominio de Rueda, su espíritu ganador y su capacidad para gestionar cada momento con alma de hielo, sin perder la compostura. Sereno hasta en la tempestad, quizá guardaba todas las emociones hasta que llegó el momento de romperse cuando ya tenía el título entre las manos.
Era Rueda un mar de lágrimas, embargado por la emoción del momento, en la entrevista oficial que dio a los pocos minutos de la finalización de una carrera en Indonesia que fue de los más extraña. Tuvo caídas, sanciones por doquier y una bandera roja que le echó el telón con una vuelta por disputarse y abrió de par en par las puertas de la gloria para Rueda. Iba primero. La ganó porque esa bola de partido (necesitaba meterle 100 puntos a Piqueras y le endilgó 109) no la podía desaprovechar. En el box estaba su familia, su padre, su novia y su hermano, testigos de la hazaña de un chaval que no quiso olvidarse de nadie en el capítulo de agradecimientos, especialmente de sus padres, que han hecho muchos sacrificios para ayudarlo y empujarlo hasta poder presumir de tener en casa a un campeón del mundo: «Se lo quiero agradecer a mis padres, por todo el esfuerzo que han hecho durante todos estos años y por todos esos momentos que han costado un poco más, pero ellos se han esforzado para dármelos. Le doy las gracias a Trigo (su entrenador personal), que seguramente me esté viendo en estos momentos. No hay otra persona en el mundo con más disciplina. Gracias a él estoy aquí. También a todos mis hermanos, por todo lo que han sufrido conmigo. Había gente que no creía en mí, pero he seguido creyendo en mis momentos más difíciles».
Se definió como un hombre «muy sentimental» que se mira en el espejo de los grandes. A los que escucha, de los que aprende. De Rossi, a quien admiraba siendo un crío, o de los multicampeones españoles Marc Márquez y Jorge Lorenzo, quien le dio una charla en la previa a su consagración en Indonesia. Por él lleva el dorsal 99 en el carenado. Y hasta aludió a Kobe Bryant, a la mentalidad 'Mamba', que tanto le ayudó el año pasado, gafado entre percances con la moto, carreras que salieron torcidas y aquella operación de apendicitis en Austin por la que tanta felicidad le reportó el triunfo de este año en el trazado tejano. Que se ha unido, en ese serial de nueve victorias, a las conseguidas en Tailandia, Jerez, Le Mans, Silverstone, Assen, Brno y San Marino.
José Antonio Rueda parecía predestinado para ganar el Mundial. Y no por su apellido, que le viene al pelo; tampoco por sus cualidades, que parecen innatas y ha ido mejorando y puliendo con los años; sino por esa condición de pionero que le acompaña desde que fuera el primer piloto en conquistar el Mundial júnior y la Red Bull Rookies Cup en el mismo año. Un doblete histórico que lo catapultó hasta el Mundial bajo la estructura del Red Bull KTM Ajo, «el equipo con el que quería ser campeón del mundo». Y con el que tiene contrato para el año que viene pero en otra categoría, Moto2, un merecido y justificado ascenso en el que encontrará un nuevo desafío, más difícil, tras pasarse el juego en el peldaño inferior. El 'Rayo McQueen' palaciego, como lo llaman desde crío, seguirá corriendo en busca de otros sueños.
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