Esbozos y rasguños
Hijos de la ruina
«Para que los canteranos puedan asentarse no hay que lanzarlos al fuego, pero tampoco tratarlos como una especie protegida, dosificando sus minutos con cuentagotas y mimando cada paso que den»
Pastiche de oro
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Iniciar sesiónCuando Brad Stevens era entrenador de los Boston Celtics (ahora es su director general) dejó muy clara una regla estricta dentro de su vestuario que causó cierta perplejidad en la NBA: no permitiría que los veteranos hicieran novatadas a los rookies. Consideraba que hacer bromas ... pesadas o mandar a un debutante a limpiar el coche de una superestrella eran comportamientos perjudiciales para la mentalidad de su equipo y creaban un sistema de castas entre los jugadores. Si te tratan como un niño, actuarás como un niño. Y aquellos Celtics tenían una base muy interesante de jóvenes prometedores que necesitaban paladas de confianza cuanto antes. Se lo tenían que empezar a creer. Sin paternalismos, sin excusas. Ahora, años después, son los vigentes campeones de la NBA con aquel núcleo de jugadores jóvenes. Stevens fue nombrado Ejecutivo del Año.
Para que los canteranos puedan asentarse no hay que lanzarlos al fuego ni educarlos bajo la rigurosa agogé espartana. Pero tampoco tratarlos como una especie protegida, dosificando sus minutos con cuentagotas y mimando cada paso que den como si fueran niños probeta de un laboratorio de Valdebebas. Les debilita y les sobreprotege en un mundo como el del fútbol donde los codazos y las dentelladas están a la orden del día. Han salido muchos jugadores últimamente de buen pie, aseados, pero sin carácter. Los canteranos son hijos de la ruina, dicen. Viendo el estado actual de la defensa del Real Madrid, creo que no podría haber un momento más propicio para sacar alguno.
Debutó Asencio y al menos sí pareció demostrar algo importante para triunfar en el Madrid: personalidad. Porque hay que ser un poco flipado para tratar de compensar el vértigo que supone debutar en el Santiago Bernabéu. Hemos visto ya a muchos jóvenes atenazados por el síndrome del impostor cuando empiezan. Es entendible: creerte merecedor de un hueco en el Madrid es una muestra de ambición. Casi de inconsciencia. Por eso la personalidad juega un papel tan importante. Tienes que transmitir la sensación de que ninguna otra opción, dentro y fuera del club, es mejor que tú. Que no eres una solución temporal, un parche, sino que has llegado para no marcharte. Y eso exige cierto grado de aplomo y autoestima. Tampoco puedes ir con tu ego extendiendo cheques que tu cuerpo no pueda canjear. Pero el Bernabéu no pide deslumbramientos y apariciones marianas. Quiere jugadores vistosos, sí, pero sobre todo aprovechables. De los que siguen esa máxima de Miguel Milá: «Sé útil y te utilizarán».
Aunque se entiende que las lesiones en el fútbol en muchos casos son fortuitas, lances del juego, tampoco le hace demasiado bien al equipo estar hablando de maldiciones, rachas y males de ojo, como si en el hipogeo del Bernabéu alguien hubiera abierto la tumba de un faraón egipcio y ahora pesara sobre los jugadores una terrible maldición. De todo se puede aprender y mejorar. La situación merece un análisis en profundidad. Lesiones seguirá habiendo, por supuesto, porque no puedes hacer que los jugadores disputen los partidos envueltos en papel burbuja. Pero encogerse de hombros y resignarse tampoco ayuda demasiado. Como tampoco creo que lo hiciera el hecho de tener tan solo dos centrales (y someter a uno de ellos a este diabólico calendario recién salido de una lesión larga).
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