Sonrisas y lágrimas en el Bernabéu

En esas plazas jugará sin Militao, Rodrygo y Lucas, todos ellos lesionados en la primera parte. Ancelotti no tenía ya más cabeza para mover la mano por esa zona de su cuerpo. El colmo de la mala suerte para una plantilla con tendencia a tener llena la enfermería, sobre todo en su parcela defensiva. Este sábado cayeron otros dos, que se unen a las largas ausencias de Carvajal y Alaba, y lo de Eder, una nueva lesión grave en su rodilla, esta vez el ligamento cruzado de la derecha. Hace solo quince meses se rompió el de la izquierda.

Se marchó en camilla, sin poder caminar, con la camiseta sobre su rostro para tapar las lágrimas que inundaban su cara. No fueron las únicas. Vini también estaba al borde del llanto tras revivir de nuevo una pesadilla ya de sobra conocida para este vestuario y, desgraciadamente, para Militao. Tristeza con la que también se fue Rodrygo al banquillo, diez minutos antes de la fatalidad de Eder. El '11' se marchó con una lesión muscular en el cuádriceps de su pierna derecha, zona delicada que no augura buenas noticias. Lo de Lucas parece lo menos malo. Contratiempo en el abductor de su pierna derecha, pero por poco que sea, las tres o cuatro semanas, como mínimo, no se las quita nadie.

En mitad de tanta fatalidad, un Madrid con la energía, el compromiso y la actitud que reclamaba Ancelotti, sumaba ocho córneres en solo quince minutos, conseguía anular las virtudes ofensivas de Osasuna y pisaba el área de Herrera con peligro, pero sin veneno. Hasta que resucitaron los buenos hábitos. En el 34, una internada de Vinicius por la izquierda la finalizó el brasileño con un recorte hacia dentro y un misil al palo corto. Herrera, como todos, pensó que buscaría la otra escuadra, pero su engaño tuvo premio. 1-0 y dedicatoria a Ancelotti en forma de abrazo. Han sido días duros, en especial para Carletto.

En el 43, Bellingham por fin veía puerta esta temporada. Gol 'made in Jude', atacando el espacio en un pase largo de cincuenta metros de Asencio, el canterano que reemplazó a Militao. Valiente el chaval, sin complejo ninguno de jugarse un golpeo que lo hubiera firmado perfectamente Hierro o Sergio Ramos, e inteligente Bellingham, superando la salida de Herrera con una sutil vaselina. Lo celebró mirando al cielo y besando el escudo. Se acaba de quitar un peso de encima. De varias toneladas.

Del vestuario salió Modric, para sustituir a Lucas, que aguantó diez minutos sin apenas poder correr para no agotar todas las ventanas. Gesto de capitán. La permuta mandó a Valverde al lateral derecho. Es lo que había. Sin laterales del primer equipo ni de la cantera en la convocatoria, le tocó inventar a Ancelotti, que ahora mismo tiene un páramo en defensa. Le toca mirar hacia La Fábrica. El mercado invernal, de momento, está muy lejos.

El guion de la segunda mitad fue una fotocopia de los primeros cuarenta y cinco minutos. Un Madrid con ganas de agradar y un Osasuna irreconocible, alejado por completo de ese equipo que ha enamorado en este inicio de temporada y ha llegado, incluso, a pisar puestos de Champions. Así que lo normal era que el Madrid se gustara e intentara espantar los fantasmas a base de goles. Y eso hizo, sobre todo Vinicius.

En el 61, el brasileño recibió un pase de Lunin y en su carrera en línea recta hacia Herrera superó a Catena por piernas y luego por habilidad a Herrera, para marcar a puerta vacía mientras miraba al tendido. En el 69, un robo de Brahim en área navarra, acabó en asistencia del marroquí y nuevo tanto de Vinicius. Triplete del brasileño, autor de nueve de los últimos trece goles del Madrid. 4-0 y fin de fiesta. Sonrisas y lágrimas en el Bernabéu.