Bellingham es un abuso de futbolista

Pero ya saben. Esto es un negocio. Y luego un deporte. 'The show must go on', que cantó Queen en 1991. La temporada ha comenzado un 11 de agosto y terminará el 14 de julio, con la final de la Eurocopa, para solo 25 días después volver a poner la noria a girar. En el caso concreto del Madrid le esperan 59 partidos, en el mejor de los escenarios, y en muy pocos uno se imagina un Madrid sin Bellingham. A Jude se le cae la elegancia de los bolsillos cuando mastica chicle durante el calentamiento, cuando saca la escoba para barrer el balón a sus rivales y cuando celebra un gol que pone sin querer en la escuadra. También es guapo hasta de espaldas y, además, que es lo que le interesa al madridismo, juega al fútbol de narices. Es tan bueno, y tan completo, que no se sabe si tiene más talento que físico, o viceversa. Ha nacido.

El inglés hizo el 0-2 (minuto 38), a la salida de un córner botado por Alaba, y robó más balones en San Mamés que Makelele en su primera temporada. Futbolista de época, como también va camino de ello Rodrygo. El brasileño, autor del 0-1, ocho minutos antes del tanto de Bellingham, tras una buena asociación con Carvajal y un disparo con el empeine mal tapado por Unai Simón, está ante la temporada de su explosión total. Sin Asensio, y sin Benzema, el frente de ataque del Madrid pinta a su coto privado de caza.

Un 0-2 ya antes del descanso tras una primera parte de menos a más de los blancos. Más allá del sistema, los cuatro mediocampistas con los que va a jugar Ancelotti esta temporada son acero para barcos y balones medicinales para los rivales, que a la media hora ya van con la lengua fuera. Solo un error de Fran García, algo tímido en su debut oficial pero muy solido en tareas defensivas, permitió la única ocasión local. Unai Gómez, mano a mano ante la portería blanca, se hizo pequeño cuando notó el aliento de Militao en su cara. Lunin era un espectador más.

Brillante acción defensiva del brasileño, que para su desgracia volvió a ser protagonista nada más regresar del vestuario. Eder saltó sobre Sancet cuando el delantero del Athletic recibía un balón de espaldas, con la mala fortuna de sufrir un resbalón en su pierna izquierda que desestabilizó su rodilla. Rápidamente, manos a la cara y gritos preocupantes de dolor. Acabó saliendo del campo por su propio pie, entre lágrimas, mientras le comunicaba a los médicos que había tenido un mal presentimiento. Ancelotti confirmaba este primer diagnóstico en sala de prensa.

Con Courtois y Guler abriendo la puerta del quirófano, otra fatalidad médica en la plantilla sería un golpe demasiado cruel. Contaba el afamado escritor norteamericano J. R. Moehringer, premio Pulitzer en el año 2000, en 'Open', la biografía de Agassi, que la vida se aprende en los pasillos de los hospitales, pero nadie quiere saberse esta lección. Y mucho menos, un deportista de élite.

La afición de San Mamés, obcecada en los pitos e insultos a Vinicius y Carvajal, mudó de piel ante la alarma por Militao y le despidió con una señora ovación, de las pocas que dio anoche. La salida de Sancet le dio algo de más mordiente al ataque de los de Valverde, pero sin veneno, como en este Athletic es habitual. También mérito defensivo del Madrid, que a diferencia de la pretemporada ajustó líneas y estuvo generoso en las ayudas.

De Vinicius, una jugada en la primera mitad, merecedora de entrar en los highlights, y poco más. Salir de la izquierda, de momento, le penaliza más que le premia. Daños colaterales de un nuevo sistema en el que Kroos y Modric no parten como titulares. La culpa la tiene Ancelotti, pero sobre todo Jude, un abusón suelto en San Mamés.