Balonmano
Cambian los nombres, siguen los éxitos: la transición tranquila del balonmano español
La selección transita entre dos generaciones con la misma pasión y el mismo ADN, que los lleva a colgarse un bronce tras un duelo durísimo
España labra con sufrimiento un precioso bronce ante Eslovenia
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Iniciar sesiónLa selección celebra en el podio olímpico un bronce labrado en sufrimiento, paciencia, trabajo y fe. Las características en las que está construido el balonmano español. Y celebra la selección que se transita de una generación a otra con la misma pasión, nivel y compromiso ... que la mantiene en el olimpo de esta disciplina con un quinto metal para la colección. Tras los bronces de Atlanta 96, Sídney 2000, Pekín 2008 y Tokio 2020, llega este en un partido durísimo contra Eslovenia con muchísimos nombres nuevos, con la filosofía y el ADN de siempre.
En estos Juegos Olímpicos debutaban diez jugadores. Por obligación, confirmadas las bajas de última hora de Joan Cañellas y Gedeón Guardiola, y por voluntad, la de un Jordi Ribera en constante reconstrucción, que ayer festejaba la medalla y hoy verá al conjunto juvenil, aunque sea «solo por vídeo». Pero hay un decálogo invisible en el vestuario nacional que no se cuelga sino que se impregna en la piel que hace que todo el que llega se empape de todo lo que han vivido esas paredes y se exija todo lo que se exigieron los que se sentaron antes en ese banco antes de salir. Así lo ha demostrado este grupo que ha peleado un torneo muy duro, con una clasificación en el último segundo, con una derrota dolorosa en semifinales, contra una Eslovenia que lo puso muy difícil.
«Esta es mi cuarta experiencia en unos Juegos y han sido los más difíciles», explicaba de primeras el seleccionador, Jordi Ribera. Pero muestra orgullo de sus jugadores que han conseguido una medalla con tanto en contra. «Creo que había gente que apostaba poco por nosotros por los cambios que se produjeron. Llegamos con gente con menos experiencia y la teníamos que hacer en el camino, no la podías construir en el ciclo. A medida que pasaba la competición han ido creciendo especialmente en la defensa. Por eso hay que valorar lo que han hecho, ganar una nueva medalla», decía.
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Tras un partido muy muy difícil resuelto en pequeños segundos de inspiración después de trabajar y sacrificarlo todo sin poder despegarse del marcador en ningún momento. Los dos conjuntos sabían de la transcendencia de este choque, Eslovenia para ganar su primera medalla olímpica; España para consolidar una transición que no rompe ni la cadena del ADN competitivo ni la de los éxitos.
Máxima igualdad, también en cansancio, durante los sesenta minutos, 12-12 al descanso, 17-17 a falta de doce minutos. La renta de un gol apenas significa nada. Hay alternancia de superioridad en el marcador, pero nadie respira aliviado. Primero es España la que consigue un 19-18 a falta de diez minutos, pero es Eslovenia la que insiste con un robo de balón para ponerse 20-19 en el siguiente minuto.
Un bronce, comprimido en cuatro minutos finales de infarto en el que se juega al borde del colapso pero nadie baja ni un milímetro los brazos. La exclusión de Sánchez-Migallón deja a España con uno menos dos de los tres últimos minutos, por lo que se redobla el esfuerzo de los de Ribera. Y ahí, un chispazo de este orgullo mezclado con rabia, de esta euforia joven mezclado con la experiencia de quienes estaban allí y los que ayudaron para que estuvieran hizo que España soñara con un tanto de Abel Serdio, debutante, e hiciera real el sueño con un gol de Álex Dujshebaev, veterano.
Un lanzamiento envenenado que alcanza la red y el corazón de los eslovenos. Es un 23-21 y es menos de un minuto para defender la distancia con todo lo que hay, que no es mucho, pero esto es una final, aunque sea por un bronce. No se puede hacer nada con el tanto de Jure Dolenec, pero se levanta una muralla para evitar que entre otro más. No se quiere jugar más, no se puede jugar más. Y la muralla es invencible, olvidado el cansancio y todo lo que se ha sufrido, incluida esa derrota amarga contra Alemania en semifinales, Eslovenia no pasa.
«En semifinales todos teníamos en la cabeza llegar a la final y se vio en el partido. Lo teníamos de nuestro lado, estuvimos prácticamente en esa final. No pudo ser. Cuando tienes la mentalidad de llegar a la final es difícil recuperarse de eso. Esa decepción siempre tiene un duelo, pero este equipo tiene una cosa: la regeneración. Hablamos esa noche y al día siguiente la gente ya empezó a remontar, sin mucho tiempo. No fuimos a entrenar sino a hacer unos juegos al campo de fútbol, para relajarnos y nos fui muy bien para recuperar ánimos y fuerzas. Lo que hace muy bien este grupo es cantar y reírse», decía Ribera.
«En Tokio, el bronce era lo esperado, pero aquí queríamos más, ya no nos conformábamos con eso. Y fue duro. Pero los jóvenes que no habían pasado por allí también sabían de la importancia de una medalla. Y han sido ellos los que han devuelto la alegría más rápida al grupo, el luto ha sido menor que otras veces», explicaba Gonzalo Pérez de Vargas. «Hay que felicitar a los que han entrado nuevos por cómo han entrado, sin complejos, sabiendo lo que había hecho la generación anterior, pero sin compararse y dando un paso adelante. Y por la valentía de Jordi de poner a debutar a gente sin experiencia, pero dándoles confianza para que puedan aprovechar esta oportunidad. Para los veteranos, entre los que me incluyo, nuestro trabajo es inculcar ese gen competitivo, con el ejemplo más claro de Maqueda, puro corazón. Y hacer entender lo que es estar en esta situación. Nadie nos exige ganar, pero sí competir y en eso somos muy buenos», proseguía el guardameta.
Los diez debutantes ya no lo serán en los próximos Juegos. Tendrán experiencia y un bronce en su pecho. «Día de felicidad de nuestro deporte; reconocimiento a los jugadores que no han podido estar aquí, para ellos también va, y para un grupo excepcional. El partido es el reflejo de este equipo luchador que cree en sus posibilidades pese a las carencias. Justo premio a un esfuerzo muy grande», regalaba Ribera.
El bronce es para España. Las lágrimas de Jorge Maqueda señalan lo que significa, para el hoy, para el ayer, y para el mañana. Quinto bronce olímpico para el balonmano masculino español: Atlanta 96, Sídney 2000, Pekín 2008, Tokio 2020 y París 2024.
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