Golf

La gesta de Álex de Miguel: el milagro de jugar al golf a ciegas

El navarro perdió la visión hace seis años y su tesón por vencer la situación le hizo tomarse el golf como su objetivo vital para llegar al máximo. Es campeón del mundo para invidentes

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Álex de Miguel, en el club Puerta de Hierro de Madrid Guillermo Navarro | vídeo: pablo ortega/álvaro rincón

El golf es un deporte basado en el esfuerzo. Y en la épica. Desde que se empieza a practicar, a la edad que sea, hace falta mucho entrenamiento y esfuerzo para alcanzar el nivel que se desee adquirir. Pero cuando se habla de golf adaptado ... todo adquiere unas dimensiones exponenciales. Para quitarse el sombrero.

Luego, dentro del ADN español, siempre hay genios que destacan sobre los demás en su especialidad. Como Alejandro de Miguel que, en apenas seis años desde que perdió la visión, se ha convertido en campeón del mundo de ciegos en Sudáfrica.

-¿Cómo surgió el golf en su vida?

-Yo soy navarro y empecé a jugar al golf con unos seis o siete años en Ulzama, junto a Carlota Ciganda. Todo esto con mi visión completa y estuve más o menos hasta la etapa juvenil en los equipos del club. Es decir, que mi vida siempre estuvo muy ligada al golf, pues durante los fines de semana trabajaba también en el club como 'starter' de marcha, dando clases a los niños... es decir, haciendo absolutamente de todo.

-¿Hasta cuándo duró esa relación?

-Hasta que me vine a estudiar a Madrid Administración y Dirección de Empresas, momento en el que los palos pasaron a un segundo plano. Igual jugaba una vez cada tres meses, pero como algo más más secundario al perder el aliciente de la competición.

-¿Y cómo retomó el interés?

-Pues por necesidad. Cuando estoy en la universidad me pasa lo de la vista. Yo tengo glaucoma congénito de nacimiento, es decir, que progresivamente vas perdiendo la visión aunque lo que no saben decirte es si te sucederá con 14, 20 o con 48 años. En mi caso fue cuando estaba a mitad de carrera y entre cirugías y todo esto pasé unos tres años adaptándome a las circunstancias, a manejarme con el bastón, a recuperar un poco la autonomía y todo esto. Junto con la ONCE y la universidad decidí retomar los estudios para tratar de acabarlos desde mi nueva situación, con colectores de pantalla o braille. No sabía muy bien en qué mundo me estaba metiendo, pero conseguí acabar la carrera. Y ahí es también donde retomé el golf.

-Parecería que con todo lo que tenía encima el golf sería lo último en lo que pensar en esos momentos.

-Pues sí, fue por casualidad. En 2018 escucho por la radio a Pablo Cabanillas, responsable de Golf adaptado de la Federación de Madrid, que animana a acercarse a este deporte a todo el que tuviera una discapacidad. Y ahí descubrí un nuevo mundo. No tenía la menor idea de si habría algún tipo de adaptación, pero desde el minuto uno no me pusieron ningún problema. Me dijeron que allí tenía mi casa y ahí me reencontré con el golf, tras cinco o seis años sin haber tocado un palo

-Explíquenos cómo puede jugar al golf un ciego.

-Básicamente depende del grado de ceguera que se tenga, pues algunos tienen visión residual o pueden ver alguna sombra o colores. Pero a la hora de competir todos llevamos unos antifaces o gafas opacas que nos igualan. Y la forma de hacerlo es con mucho entrenamiento y la ayuda de nuestros guías, que son nuestros ojos.

Ver por otros ojos La colocación, clave. Conocedor de la pegada del jugador, su guía le sugiere el palo adecuado y le coloca correctamente para que la la bola vuele en la dirección elegida. Unidos entre golpes. Con la ayuda de un palo de golf, que cada uno agarra desde un extremo, los dos se encaminan al lugar donde tienen que efectuar el siguiente golpe. En el green, precisión. Si la colocación en los golpes de vuelo es importante, mucho más a la hora de patear. Además, miden los pasos hasta el hoyo para calcular la fuerza Guillermo Navarro

-¿En qué consiste la labor del guía?

-Representa tus ojos en el campo, la persona que te dice cómo es el hoyo, si gira a la derecha, si hay un lago, si hay 'bunkers' o lo que sea. Él va a definir la estrategia pero el golpe lo vas a pegar tú. Es la persona en la que confías y sin él no podrías jugar al golf. Te das cuenta de que pasa de ser un deporte individual a serlo de equipo.

Yo a Javier Parrilla, que es profesional de golf, le conozco porque soy amigo de su hijo y todo ha sido muy fácil. Le propuse lo que tenía en mente y nada, no se lo pensó dos veces. Le estoy muy agradecido, porque sin él no podría jugar.

-¿Cuál es su grado de visión?

-Nulo, muy residual... veo algún contorno por la zona externa de mi ojo izquierdo, pero vamos que no puedo distinguir si es un móvil o un zapato. De hecho, como tengo algo de miopía, las gafas que llevo ya ni me molesto en graduarlas.

-En su caso personal, ¿Cómo fue su reencuentro con este deporte?

-Bueno, esto es un poco como andar en bicicleta. La base estaba obviamente ahí, sólo había que desengrasar. Fui al Club de Campo y ahí me junté con Marc Oller, un gran deportista que también coincidía que estaba empezando a mover el tema de los ciegos que juegan al golf y me uní al proyecto. Estuvimos allí dando bolas y mi recuerdo fue positivo, porque me fui contento. Me dije, oye, tampoco lo has hecho tan mal. Gracias a que empezamos a trabajar conjuntamente, descubrimos que existe una federación internacional específica para jugadores ciegos y que tiene su propio circuito por todo el planeta. Así fue como Marc debutó en el Open de Austria y yo en el de Italia. Fueron nueves meses de preparación y puesta a punto.

-Se ve que el golf le dio una nueva motivación a su vida.

-Por supuesto. Yo creo que el deporte en general, y especialmente para una persona con discapacidad, implica muchas cosas. Pero sobre todo te hace salir de casa. El golf te ayuda a socializar, querer mejorar y también te da la oportunidad de jugar al nivel que quieras, tanto para entretenerse como para competir. Hacemos compañeros, jugadores ciegos que simplemente quieren venir a dar clase, hablar, tomarse una cerveza y volverse a casa. Y todos son igual de felices que yo ganando la Copa del Mundo. Con esto digo que para mí lo importante del golf es eso, aprender del resto y tener la excusa perfecta para salir de casa y cobrar conciencia de que estás haciendo algo positivo para ti.

-En su caso pasó de retomar la actividad a jugar en el extranjero en tiempo récord. ¿Cuándo se dio cuenta de que tenía nivel para ello?

-Pues no lo sé. A Italia fui sin más. Realmente no sabía lo que nos íbamos a encontrar al no conocer a los jugadores ni los campos. Era una prueba de fuego en la que afrontar el ganar o quedar últimos. Y la verdad es que se nos dio muy bien al terminar segundos y ahí comprendí que podía volver al nivel de la competición que tenía cuando era un chaval.

-¿Cuánto le costó ser campeón del mundo?

-Fue un proceso gradual. Este camino arrancó en 2019 y la siguiente experiencia fue en el 'British', donde también volvimos a quedar segundos y después pude jugar en España. Lo malo es que partir de 2020 vino la pandemia y todo se paró hasta 2022. La parte positiva fue que esos dos años los dedicamos más a entrenar y a solidificar una base, que es lo que nos ha dado el nivel actual. En el Open de España de ciegos, que lo jugamos en el Centro Nacional, volvimos a quedar segundos y ya por fin conseguimos ganar el Open Británico en Escocia. Desde entonces, todo vino rodado. Triunfamos después en el Daikin Open de Madrid, me seleccionaron para el equipo europeo de la Ryder para ciegos y gané mi partido. Luego, a finales de año, la Federación Madrileña me dio el premio de golfista del año y ya al comenzar 2023 fuimos a Sudáfrica donde fue todo soñado.

-¿Por qué le cambió la vida en Sudáfrica?

-Fue una semana espectacular. Para reducir costes, en lugar de hacer dos torneos se juntan en la misma semana el Open de Sudáfrica y la Copa del Mundo. El lunes establecimos el mejor resultado en el primer torneo y el martes sólo tuvimos que controlar para llevarnos el trofeo. Y luego, jueves y viernes afrontamos el Mundial con mucho ánimo. La primera ronda no hicimos una buena tarjeta, pero la sensación es que jugamos muy bien. Nos ganó el israelí Zohar, que es el que ha estado ganando las últimas Copas del mundo y el dominador durante los últimos años en la categoría de B1. Esto nos hizo preguntarnos si se podía remontar la situación. No era una brecha imposible, pero había que trabajar mucho para revertir las cosas. El segundo día jugamos con él en el mismo partido y en el hoyo dos ya nos había metido cuatro golpes más. Pero a partir del tres le empezamos a remontar aquí y allá y en el nueve a él le tocó una situación complicada. Para los jugadores ciegos los desniveles, sobre todo cuando la bola está más baja que tú, no tienes la referencia del espacio y él la pegó directa al lago. En el dropaje le volvió a tocar la misma situación y se volvió a ir al agua. Y ahí es donde le metimos seis golpes. Ya nos pusimos por delante y empezamos a gestionar la manera de jugar a no perder.

-¿Y este espíritu triunfador lo ha podido trasladar a su vida diaria?

-Por supuesto. Quién me iba a decir a mí hace diez años que iba a estar en Sudáfrica ganando un campeonato del mundo. Al final lo que ganas es la ilusión por seguir adelante, porque ves que lo que intentamos es bueno y da frutos. Yo tengo mi trabajo porque, evidente, con esto no me puedo ganar la vida pero siempre andamos buscando un modo de compaginarlo. Yo trabajo en una compañía americana en el departamento de Recursos Humanos e intento coordinarlo, como le pasa a cualquier deportista que no juegue en la Primera División de fútbol.

La opinión de Carlota Ciganda

Un ejemplo para todos

Aunque es un poco menor que yo, recuerdo perfectamente a Alejandro de cuando éramos pequeños en Ulzama. No hemos jugado mucho juntos por esa diferencia de edad pero sí que hemos compartido la cancha de prácticas. Además, nuestros padres son amigos y siguen teniendo sus partidas juntos, por lo que tenemos una relación familiar desde tiempo.

En un momento dado perdimos el contacto por nuestras respectivas ocupaciones, pero desde que volvió a jugar con el golf adaptado no he dejado de seguirle. Me parece increíble todo lo que está consiguiendo y es un ejemplo para todos.

Que haya sido capaz de superar una enfermedad como la suya y trabajar tan duro como lo ha hecho para retomar el golf y llegar a lo más alto es digno de admiración.

No me queda más que felicitarle por lo conseguido y animarle a seguir por ese camino, que seguro que le va a seguir dando muchas satisfacciones y, de paso, muchos triunfos para España.

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