El futsal se rebela contra la UEFA: los finalistas de la Champions cargan contra la elección de Erevan como sede

La decisión del organismo rector del fútbol europeo provocó un profundo malestar en las oficinas de los cuatro clubes, por el incómodo desplazamiento, los problemas logísticos, y por las dificultades que generará a los aficionados que quieran presenciar los partidos en directo en el Karen Dermichyan Arena, sede de esta fase final.

Precisamente, la sensación entre los hinchas del fútbol sala con las decisiones de la UEFA es la de desprecio absoluto, incluso boicot, de esta organización hacia este deporte.

El enfado de los cuatro clubes finalistas cristalizó finalmente este miércoles en el envío de un texto consensuado, muy crítico con la designación de Erevan, al director de competiciones de fútbol sala, Laurent Morel, según avanzó Gustavo Muñana en Relevo. En el escrito, tanto españoles como portugueses hicieron llegar a la UEFA su «confusión» y «preocupación» por tener que ir a jugar la Final Four «a 5.000 kilómetros de distancia».

Ninguno de los cuatro clubes, entre los que hay tres cuya actividad principal es el fútbol, ha hecho pública esta queja, pero confirmaron a Relevo esta acción conjunta. En su mensaje acusan a la UEFA de impedir «a los clubes ofrecer a sus aficionados una oportunidad real de llenar las gradas en el torneo de fútbol sala más crucial de la temporada, perjudicando el evento y al deporte por el que trabajamos tan duro para hacerlo crecer año tras año».

Esta acción de protesta, de la que fueron informadas antes las federaciones española y lusa, ha conseguido incluso unir a Sporting y Benfica, encarnizados rivales en Lisboa y en la liga portuguesa.

Ninguno de los cuatro firmantes cree que la protesta tenga efecto a la hora de provocar un cambio de sede, pero todos consideraron que era un movimiento necesario por el bien del fútbol sala. Así, desearon que la UEFA reciba al menos esta crítica «de una manera constructiva y positiva, sabiendo lo importante que es tener una comunicación abierta y transparente entre los clubes y la UEFA para mejorar la cooperación».

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En su carta defendieron que este deporte «podría tener mejores oportunidades de establecer colaboraciones e intereses comerciales, y una mejor promoción institucional si los partidos se disputaran más cerca de los países de los finalistas. No vemos los beneficios de jugar la fase final de la Champions tan lejos de los países de los clubes y aficionados. Nos gustaría que nuestros hinchas pudieran estar presentes en los partidos para apoyar a sus equipos, y eso no será posible con un evento a 5.000 kilómetros de distancia. Viajar será demasiado caro para ellos».

Las que habrían podido ser sedes por ser las «casas» de los finalistas estaban descartadas. El Velòdrom Illes Balears ya fue escenario de la Final Four el curso pasado, mientras que el Palau Blaugrana y el Altice Arena de Lisboa estaban ocupados en las fechas elegidas para la final. Surgieron como alternativas Atenas y Basilea, dos países que tampoco brillan especialmente en lo que a interés por el fútbol sala se refiere, pero al menos estaban más cerca que Armenia.

Por último hay que destacar que este gesto de Palma, Barça, Sporting y Benfica se enmarca en la nueva situación abierta en el fútbol europeo tras la sentencia de la Superliga y que ha dejado en cierto modo debilitada a la UEFA frente a los clubes, que podrían organizar sus propias competiciones. Un camino que quizás los grandes clubes de fútbol sala del continente podrían estar dispuestos a explorar. O si no, al menos sí al menos les podría valer para presionar y mejorar sus condiciones ante el organismo europeo.