Unai Emery, ¿héroe... o villano?

Lo cierto es que, a pesar de haber cosechado importantes triunfos a lo largo de su carrera, como las cuatro Europa League que luce en su palmarés, sus etapas en los diferentes equipos a los que ha entrenado no han sido un remanso de paz. Enfrentamientos con jugadores importantes, derrotas groseras y espantadas varias emborronan un currículum espectacular en los que respecta a su bagaje al frente de equipos españoles, pero que no han sido tan fructíferas en el extranjero.

Después de dejar su impronta en Lorca y Almería, dos clubes a los que llevó a algunas de las más altas cotas de su historia, Emery firmó por el Valencia. En el conjunto ché tuvo serias discrepancias con un joven futbolista que comenzaba a dar sus primeros pasos por el fútbol de élite: Isco Alarcón. Por desgracia, su relación no fue fluida y el malagueño tan solo disputó 200 minutos en la temporada. Este escaso feeling y la falta de confianza por parte del entrenador provocaron que Isco se marchase al Málaga, donde se convirtió en pieza clave y uno de los artífices de las mejores campañas en la historia del conjunto andaluz.

Tras su paso por el Valencia, Emery emprendió su primera aventura más allá de nuestras fronteras, firmando un suculento contrato de dos años con el Spartak de Moscú. Sin embargo, los malos resultados provocaron su despido cinco meses después de su llegada a la capital rusa.

El Sevilla fue su siguiente destino y, seguramente, el club donde dio su mejor medida como entrenador, conquistando tres de las cuatro Europa League que adornan el currículum del técnico guipuzcoano. A pesar de esta exitosa etapa, Emery protagonizó su primera espantada al rescindir el contrato que tenía en vigor con el club de Nervión para marcharse rumbo al París Saint Germain. Con el paso del tiempo, el técnico vasco se ha referido a su etapa en el conjunto galo como una oportunidad perdida: «en París pude convertirme en el mejor entrenador del mundo. Dejé escapar la ocasión».

Desde que llegó al Parque de los Príncipes se vio envuelto en problemas, tanto deportivos como de gestión de vestuario. Sus choques con Neymar, la gran estrella del equipo, Verratti o Ben Arfa desgastaron su posición, lo que unido a la dolorosa eliminación de la Champions a manos del Barcelona pese a haber ganado el partido de ida por 4-0 y, en la temporada siguiente, con el Real Madrid de verdugo, acabaron propiciando su salida.

La siguiente escala fue Londres. El Arsenal escogió a Unai Emery como sucesor de la gran leyenda en el banquillo de los gunners, Arsène Wenger. Sus inicios fueron prometedores, estableciendo una racha de 22 partidos imbatido. Sin embargo, poco a poco su imagen se fue agrietando. Objeto de burla por parte de los aficionados ingleses debido a su peculiar forma de hablar en inglés, el guipuzcoano tuvo enfrentamientos con jugadores de peso en el vestuario como Ozil o Xhaka. Esto, unido a un arranque flojo en su segunda temporada propiciaron su cese en noviembre tras siete partidos consecutivos sin ganar.

Su último banquillo, antes de fichar por el Aston Villa, ha sido el del Villarreal, donde se dan sentimientos contrapuestos durante estos días. Por un lado, Emery les llevó a conquistar la Europa League y les clasificó para Europa mientras ha ocupado el banquillo amarillo. Por otro, su particular relación con algunos jugadores, como el japonés Takefusa Kubo, con el que no contó apenas y al que mostró la puerta de salida tras alguna declaración en la que el futbolista japonés no salió especialmente bien parado. Su segunda espantada, en esta ocasión con la temporada ya iniciada, deja al Villarreal en una situación complicada, buscando un nuevo técnico que retome el proyecto construido para el técnico que les ha dejado colgados ante la llamada de un equipo de la parte media baja de la Premier League.