No satisfaction

Perder contra el Madrid, y del amateur modo en que el sábado se hizo, tendría que comprometer más a un equipo verdaderamente unido y comprometido, pero de la suma de descartes, recortes y prejubilados en que se ha convertido el Barça es muy difícil que salga un grupo con entidad, unido, ansioso por pelear con ambición cada desafío.

Lo mismo pasa con el club, que todo lo vive con una mezcla de provincianismo y cinismo. La visita de los Stones se trató desde el departamento de comunicación con recelo y miedo, al borde de la desinformación. En lugar de vivir con alegría el hecho de que la banda acudiera al palco, se envolvió el acontecimiento de secretismo y de misterio, y con la excusa de que por su avanzada edad podían cancelar en cualquier momento su presencia, se contestó con evasivas a los medios de comunicación que preguntaron, en lugar de explicar la situación con normalidad.

Y tal como el club no fue claro con los Stones -más que por mala fe, por torpeza, por tristeza, y por esa patológica relación que tiene con la verdad- las palabras de Gundogan generaron un mar de fondo mediático cuestionando la lealtad del jugador con el vestuario. En Barcelona -y en Cataluña- se exige mucho la libertad a los demás pero no estamos acostumbrados a usarla.

Tal vez todo redunde en el nuevo modelo de propiedad que reclamó Roures y al que Laporta se ha negado siempre. Según los cálculos del empresario «el Barça, como La Caixa, puede hacer una fundación que proteja la amplia mayoría de la propiedad y sacar el 25% o el 30% de las acciones. Ahora que el Manchester United está en venta y se habla de 5 o 6.000 millones, el FC Barcelona puede valer 4.000 ó 5.000 y, si vendes el 25%, arreglarías las cosas con 1.500». La anécdota de que su hasta hace poco socio Tatxo Benet, promotor recientemente de una exposición de arte contra la censura, privara a Roures de mandar un correo de despedida a los trabajadores de Mediapro, tiene que ver con que en Cataluña no hay nadie cuando alguien viene a reclamar la libertad que tanto exigimos a los demás.

Volviendo al Barça, ¿por qué Laporta se ha negado siempre a la razonable solución de Roures, y otras tantas que serían posibles en esta línea? Porque para hacer lo que ha venido a hacer en su segunda presidencia lo último que necesita son testigos. Y en un club que parte de ahí, es muy difícil que la verdad sea un valor o exigir a los que tienes por debajo ninguna clase de compromiso.