El baúl de los deportes

El madridista Luis Enrique se volvió loco tras marcar su primer gol mundialista

episodios mundiales

España ganó a Suiza (3-0) en los octavos de final de Estados Unidos 1994 y el asturiano fue el autor del segundo tanto

Entró, entró: el gol anulado más escandaloso de los Mundiales

España - Marruecos, en directo

Luis Enrique, ante Suiza en el partido de octavos del Mundial 1994 EFE

Por regla general, los seres humanos somos de memoria fácil para las desgracias. Salvo excepciones, nuestro yo dramático -y un punto morboso- recuerda con mayor frecuencia y nitidez los sucesos que las alegrías. Más aún cuando son episodios emitidos en directo, reproducidos luego mil veces ... e inmortalizados con profusión de tomas y fotografías. Y con sangre. Y con lágrimas. Por eso, lo que mayoritariamente ha quedado del paso del futbolista Luis Enrique por la selección española es el brutal codazo que le propinó Tassotti durante el partido de cuartos de final del Mundial organizado por Estados Unidos en 1994.

El árbitro, el húngaro Sandor Puhl, ni decretó penalti (la agresión fue dentro del área) ni, por tanto, expulsó al defensa transalpino. Las televisiones y periódicos de todo el mundo difundieron la impactante escena del jugador español llorando de amarga impotencia mientras la sangre de su nariz rota teñía de rojo la camiseta, aquel día de color blanco. España fue eliminada tras perder 1-2 ante Italia, con definitivo gol de Baggio en el último suspiro (minuto 87). Drama total.

Lo que rara vez se recuerda es la explosión de felicidad del mismo Luis Enrique Martínez García (Gijón, 8 de mayo de 1970) –actual seleccionador español en Catar 2022- justo una semana antes, tras firmar el que fue su primer gol en una Copa del Mundo. El 2 de julio de 1994 España jugó ante Suiza el encuentro de octavos de final en el estadio Robert F. Kennedy de Washington. Ganó 3-0 y marcaron Hierro, Luis Enrique y Begiristain (de penalti), en ese orden.

En el minuto 74 Sergi dibujó una jugada vertiginosa desde su banda, la izquierda, hacia el centro. Apenas pisó la media luna del área suiza, le pasó la pelota a Luis Enrique. Este la controló y orientó con dos sutiles toques de diestra. Luego, pateó con el interior del pie zurdo y, sin llegar a caerse, apoyó una mano en el suelo e hizo una especie de sentadilla empujado por la entrada a ras de suelo de un defensa. Fue un remate seco y preciso que, pegado al poste derecho, acabó en la red de Pascolo, meta helvético.

Cual muelle, el futbolista asturiano se incorporó inmediatamente y salió corriendo. Durante su alegre carrera se cubrió la cabeza con la camiseta y dio un salto con el puño al aire. Llegó a las vallas publicitarias del fondo del estadio más cercano y casi de inmediato apareció Ferrer. Se fundieron en un abrazo y el enloquecido goleador, con el pequeño lateral catalán subido a horcajadas, dio un giro sobre sí mismo. Luego se fueron uniendo al júbilo Begiristain, Hierro, Alkorta, Nadal… Además de la feliz sentencia del partido, festejaron, seguramente sin ser conscientes de ello, el gol número 100 del Mundial estadounidense.

Luis Enrique, ante Italia, en aquel Mundial de 1994 ABC

La pasión de Luis Enrique en la celebración no extrañó a nadie. Porque le salía y le sale de dentro. Siempre fue así. En el equipo donde se crió y se hizo profesional, el Sporting de Gijón, y en el club al que pertenecía cuando ganó el oro con España en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y cuando fue convocado para el Mundial de Estados Unidos: el Real Madrid.

Ficha por el Barcelona

El gijonés vistió la camiseta blanca desde 1991 hasta 1996, año en el que fichó por el eterno rival. Su estancia en el Fútbol Club Barcelona (1996-2004) y la citada vehemencia con la que se manejaba de azulgrana en el césped y en algunas declaraciones públicas le hicieron ganarse fama de antimadridista, pero lo cierto es que en el Real Madrid jugaba con idéntica fogosa profesionalidad y celebraba los goles con la misma intensidad. Y, por supuesto, en la selección española también.

Además de los avatares propios de cualquier jugador que tiene que ganarse el puesto en un club grande, Luis Enrique se vio, sin comerlo ni beberlo, en el ojo del huracán de una de las más virulentas tormentas vividas en el seno y en el entorno del equipo nacional. El seleccionador era Javier Clemente -lo fue de 1992 a 1998-, y rara era la concentración de España en la que no había polémica. Alguno de esos líos se prolongó durante meses, mucho más allá de las citas puntuales.

Italia 90 lo vi por televisión. Estábamos de vacaciones cuatro amigos, uno de ellos era Abelardo, y n siquiera me planteaba la posibilidad de jugar un Mundial, me parecía imposible. Me hubiera reído de quien me lo hubiera dicho»

Luis Enrique

Entrevista en ABC durante el Mundial 1994

La controversia que afectó directamente a Luis Enrique tuvo que ver con la nula fe de Clemente en la llamada Quinta del Buitre, grupo de canteranos del Real Madrid –Sanchís, Martín Vázquez, Míchel, Butragueño y Pardeza- que eran tan alabados y admirados por afición y prensa como mirados con recelo por el seleccionador. De todo ellos, el que peor relación tenía con el entrenador vasco era Míchel. Clemente le puso la cruz, dejó de convocarle y, además, convirtió en un fijo de sus listas y alineaciones a Luis Enrique, que no era titular indiscutible en el Madrid, entre otras cosas porque allí tenía por delante precisamente al mítico '8' merengue. El asturiano, en otro detalle muy suyo, lucía la camiseta roja de España con el '21', el mismo dorsal que había utilizaba Míchel cuando era internacional.

En 1994, Luis Enrique sí concedía entrevistas. Y lo hacía incluso en pleno desarrollo del Mundial. El 30 de junio, dos días antes del partido ante Suiza, Enrique Ortego publicó en ABC una conversación con el centrocampista realizada en Bloomingdale (Illinois), lugar de concentración de la selección española. La entradilla resumía la fulgurante carrera del futbolista hasta ese momento: «En cuatro años, el tiempo que separa el Mundial de Italia del de Estados Unidos, ha pasado de jugar en Segunda B con el Sporting Atlético a ser titular de la selección española, con tres intervalos mágicos: su ascenso al primer equipo del Sporting, el traspaso al Real Madrid y la medalla de oro en Barcelona 92. Es difícil ir más deprisa».

Es una entrevista a doble página, en la cual se leen las vivencias y opiniones de un chaval de 24 años acerca de diversos asuntos. Empezando, cómo no, por lo que significa vivir un Mundial en primera persona: «La verdad es que nunca me lo había imaginado. Cuando eres pequeño lo ves por televisión y sólo piensas en seguir los partidos. El primer Mundial que recuerdo que vi con más atención fue el de España. Tenía doce años y, a pesar de que se jugó en Asturias, no fui a El Molinón a ningún partido. En el último, el de Italia, ya era profesional, jugaba en Segunda B con el Sporting Atlético y lo vi también por televisión. Estábamos de vacaciones cuatro amigos, uno de ellos Abelardo, que ya jugaba en el primer equipo del Sporting, y ni siquiera entonces me planteaba la posibilidad de jugar un Mundial, me parecía algo imposible. Es más, me hubiera reído de quien me lo hubiera dicho».

A partir de ahí expone las que en aquella época eran sus ideas futbolísticas. Algunas de esas reflexiones, realmente curiosas y significativas leídas casi tres décadas después: «Yo nunca me marco metas. No me gusta. Pienso en el día a día. Si te marcas resultados y no los consigues, te llevas unos disgustos tremendos... Me siento un privilegiado. Como futbolista, me siento realizado…. Me estoy dando cuenta de que todo el sacrificio, la vida diferente que lleva un futbolista en relación con cualquiera persona de su edad, tiene un sentido. Merece la pena todo, por estar aquí, por ejemplo… Lo primordial para poderle ganar a cualquiera es tener primero tu puerta a cero. Si te hacen goles con facilidad es difícil remontar, mientras que si mantienes tu puerta invicta te aseguras el empate y en cualquier momento puedes marcar un gol… Ese es el problema, que todo se mide por los resultados. Lo demás no importa, y sé que si no llegamos por lo menos a semifinales dirán que no hemos hecho un buen Mundial».

También contesta a una pregunta sobre su peinado (solía lucir abundante cabellera y se la rapó considerablemente para ir al Mundial): «Yo no me he cortado el pelo para llamar la atención. Todos los veranos me lo corto mucho. Aquí las temperaturas son altas, sudo mucho. Mis amigos de toda la vida saben que en Gijón, cuando llegaba el verano, me lo rapaba siempre». La entrevista concluye con una frase tan tópica como categórica: «En el fútbol dos y dos no son cuatro y ellos también juegan».

Javier Clemente convocó a 22 futbolistas para Estados Unidos 94: Zubizarreta (Barcelona), Cañizares (Celta) y Lopetegui (Logroñés), porteros; Ferrer (Barcelona), Otero (Celta), Abelardo (Sporting), Alkorta (Real Madrid), Camarasa (Valencia), Nadal (Barcelona) y Voro (Deportivo), defensas; Bakero (Barcelona), Begiristain (Barcelona), Caminero (Atlético), Felipe (Tenerife), Goicoetxea (Barcelona), Guardiola (Barcelona), Guerrero (Athletic), Hierro (Real Madrid), Luis Enrique (Real Madrid) y Sergi (Barcelona), centrocampistas; y Juanele (Sporting) y Julio Salinas (Barcelona), delanteros.

Sobra decir que una vez conocida la lista arreciaron las críticas sobre el perfil ultradefensivo de Clemente. Y los palos subieron de tono, aún más, después del estreno de España. Integrante del Grupo C, el 17 de junio no pudo pasar del empate (2-2) ante la débil Corea del Sur. En el segundo encuentro tampoco llegó la victoria, pero esta vez la igualada (1-1) fue acogida mucho mejor al haberse producido ante Alemania, en ese momento vigente campeona del mundo. En el último y decisivo choque de la primera fase, la selección ganó a Bolivia (1-3) y obtuvo la clasificación como segunda de grupo.

Con Clemente las aguas nunca se calmaban del todo, pero hubo una especie de tensa tregua previa a la eliminatoria de octavos. Había un objetivo común y lo único importante era vencer a Suiza. La 'paz' duró hasta que las emisoras de radio cantaron el once de España. Para afrontar un partido donde ganabas o te ibas a casa, el seleccionador puso sobre el campo a siete defensas: Ferrer, Abelardo, Camarasa, Hierro, Nadal, Sergi y Alkorta. Descontando al portero –Zubizarreta-, quedaban dos extremos que solían ejercer también de laterales, Luis Enrique y Goikoetxea, y un solitario delantero: Bakero. La calidad de Guardiola, Guerrero o Begiristain se quedó calentando el banquillo.

Paradojas del fútbol, España se marcó una gran actuación colectiva -algunos sostienen incluso que fue el mejor partido de la era Clemente- y Hierro marcó muy pronto (minuto 15). El encuentro estaba controlado, pero por si acaso Luis Enrique certificó el triunfo y Beguiristain rubricó la goleada ante un equipo helvético que hasta ese día portaba la etiqueta de «revelación» del torneo. Luego, Italia y Tassotti convirtieron la alegría en airada tristeza y, en buena parte, borraron los recuerdos más gratos de aquel Mundial que acabó ganando de forma agónica Brasil, precisamente ante los italianos (3-2 en la tanda de penaltis después de un empate a cero goles).

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