De Cara
Jorge Vilda, un villano inexplicado
«Es malo, malísimo, no se discute; pero ni uno de sus delitos se ha contado (en voz alta). Diez motines después sólo sabemos que no valía para ganar, pero ganaba»
Oficial; Jorge Vilda, destituido como seleccionador
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Iniciar sesiónComo Luis Rubiales besó de forma impresentable a Jenni, y se tocó los genitales en el palco, y cargó groseramente sobre sus hombros a Athenea; como además el entonces presidente insultó a los que vieron pecado en su comportamiento, y trató de responsabilizar del exceso ... a la jugadora, y metió a la RFEF en una vorágine vergonzosa de comunicados, y encima no dimitió tras fingir lo contrario, Jorge Vilda no podía seguir un minuto más de seleccionador femenino.
Por eso y porque aplaudió sumisamente al mencionado Rubiales durante la asamblea de la inmolación (lo mismo que Luis de la Fuente y otros empleados aduladores) para desmarcarse con una sonrojante epístola posterior crítica con el dirigente en cuanto la FIFA lo bajó del cargo (lo mismo que su homólogo masculino y otros empleados de chaqueta cambiante). Así que Vilda tenía que irse sí o sí (y los demás, claro, quedarse).
Por eso y porque el beso y los genitales y el manoseo de Rubiales demuestran que las futbolistas llevaban razón hace un año cuando pidieron la cabeza del seleccionador en el abortado motín de Las Rozas y ahora, ya en masa, hartas, han renunciado otra vez y no vuelven hasta que se vayan todos (o sea Vilda: y no explicaron los motivos que lo condenaban antes ni los que lo señalan ahora). Fuera, hay que despedirlo.
Por eso y porque además se había quedado solo; sin ayudantes y sin el respaldo del jefe que lo sostenía y que, un minuto antes de ser decapitado, le ofreció una subida de sueldo de 140 a 500 mil euros (y que antes prometió su salida a las amotinadas para después del Mundial si lo jugaban). Así que Pedro Rocha, timonel interino de la RFEF, destituyó al seleccionador. No tenía otra.
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Los métodos de Vilda, clandestinamente criticados antes y ahora, no sirven, aunque por el Mundial lo parezca. A quién se le ocurre sentar a Misa, cambiar a Alexia o poner a Salma de delantero centro. Adiós y que venga una señora, Montse Tomé, su segunda. Para alejarse del pérfido, continuismo.
La lógica aplastante del tsunami se comió a Vilda y sació una vieja obsesión contra él del fútbol femenino: lo culpa de todo y seguimos sin saber de qué, lo detesta por tantas cosas y seguimos sin saber por cuáles. Es malo, malísimo, no se discute; pero ni uno de sus delitos se ha contado (en voz alta). Diez motines después sólo sabemos que no valía para ganar, pero ganaba.
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