Esbozos y rasguños
El efecto Illarramendi
«Si parece ayer mismo, ayer os digo, cuando posaba en aquella mítica presentación en el Bernabéu con toda su cuadrilla rodeando a Florentino como si fuera Mickey Mouse»
El largo adiós
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Iniciar sesiónAyer amanecí consternado por el anuncio de la marcha de Illarramendi de la Real Sociedad. No daba crédito. ¿Pero qué edad tiene Illarra? Y lo que es más preocupante: ¿qué edad tengo yo entonces? Hasta el segundo café de la mañana estuve tocado, no me ... repuse. ¿Cómo podía ser posible eso? ¿En qué clase de agujero de gusano de Interstellar vivimos? Si hace dos días, como quien dice, acababa de fichar por el Real Madrid siendo apenas un chavalín. Guardo el ticket en algún cajón de sus 32 millones. Si parece ayer mismo, ayer os digo, cuando posaba en aquella mítica presentación en el Bernabéu con toda su cuadrilla rodeando a Florentino como si fuera Mickey Mouse (imposible olvidar a ese amigo suyo que se presentó con la camiseta del Celtic de Glasgow en la puesta de largo de su colega con el Real Madrid). Recuerdo también con claridad los días de la previa de la final de Lisboa, hablando con unos y otros, sobre quién sería el elegido por Ancelotti para jugar en el centro del campo por el sancionado Xabi Alonso; si Illarra o si el recién recuperado de una larga lesión Khedira. Recuerdo las chanzas tras su aparición estelar disfrazado de Batman delante de una vaquilla. Recuerdo unos minutos suyos espléndidos en el Camp Nou. O un partido con el Madrid que vi suyo en Anoeta (marcando gol). O cuando ganaron el Europeo Sub-21 con un recital suyo y todos le empezaron a llamar 'El faro de Mutriku'. Fue ayer.
Pero he pestañeado un momento, y ya se va de la Real Sociedad. Y casi con total seguridad de LaLiga. No sé cómo ha podido pasar esto. Es la misma sensación que tienes cuando te das cuenta, un día de repente, de que han cambiado de manos todos los locales, negocios y tiendas en tu calle. Luego haces unas cuentas rápidas y parece que hasta tiene sentido matemático, pero hay algo dentro de ti que se niega a aceptar la realidad.
De casi todo hace ya veinte años, que diría Gil de Biedma. O dos días. Hasta de Illarramendi. Las cosas suceden demasiado deprisa. Sobre todo en el mundo del fútbol, donde si te paras a pensar durante un segundo de más, te retiran, sales retratado en la foto o acabas jugando en una liga que es un cementerio de elefantes.
Por eso me parece vigente hablar sobre él. Porque uno no siempre tiene éxito en todo lo que se propone. Hay contratiempos y lesiones. Frustraciones. También hay segundas oportunidades y bonitas vueltas a casa con los tuyos. Hay despedidas. Porque siempre nos estamos despidiendo. Hay momentos de gloria y de éxtasis. Hay competición, dudas razonables sobre tu nivel o tu carácter. Hay horas en la oscuridad. Hay errores de inmadurez. Disfraces de Batman. Hay todo eso y hay lágrimas. Hay portadas y olvidos. Hay ilusión por un fichaje. Hay momentos en los que una situación, o una ciudad, te pueden aplastar. Hay fotos absurdas con los amigos. Hay risas en un vestuario. Compañeros de generación. Finales. Presión. Diagnósticos médicos fallidos. Medias sucias. Viajes en autobús. Vueltas a la casilla de salida. Hay todo eso.
Lo bonito, creo yo, es dejarse llevar por lo momentáneo del fútbol, pero sin perder la perspectiva de dónde está cada uno. De quién es. De qué lado está. Es difícil pedir educación estos días cuando en redes sociales nos enzarzamos con cualquier provocador a la primera de cambio. Es difícil pedir cabeza fría cuando ni los mandatarios a veces logran mantenerla. Pero es lo que más necesitamos.
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