Resultado Barcelona - Real Madrid
Y al final, no pasó nada
Barcelona y Real Madrid empatan sin goles en un Camp Nou en el que no hubo incidentes y en donde los blancos merecieron más
El gol anulado a Bale por fuera de juego de Mendy
Varane reclama dos penaltis consecutivos
Messi y Ramos pugnan ante Courtois
Crónica
Llegó sobre las 12.30 la directiva del Madrid al hall del hotel, encabezada por su presidente, y los que estaban se le tiraron materialmente encima pidiéndole fotos y abrazos, muchos con la camiseta del Barça . La mayoría le llamaba presidente, ... los que le llamaban «Florentino» era con el don delante. El poder importa más hasta que el sexo, me decía siempre mi abuela. Estuvo el presidente sonriente, tranquilo, muy amable con todo el mundo. Pero al cuarto selfie me pidió que le llevara a un lugar algo más solitario. En el bar del restaurante Beso pudimos sentarnos y tomar el aperitivo. [Narración y estadísticas del clásico]
Ni el presidente, ni la Federación ni el árbitro sabían a esa hora qué iba a suceder, aunque estaban seguros de que sucedería algo . Sin embargo, estaban razonablemente convencidos de que el partido iba a poder jugarse . Un asistente del presidente vino a decirle que el cuarto árbitro estaría asistido por un delegado policial que le indicaría, en caso de invasión del terreno de juego, si la situación podía resolverse al punto, sin llegar a mayores, o si la cosa era susceptible de empeorar y los jugadores debían retirarse a los vestuarios.
Las directivas almorazaron a partir de las 14.30 en un salón privado, en la decimonovena planta del hotel. Los jugadores del Real Madrid, tenían fijado el almuerzo a las 13.45 en la planta -2. Antes de acudir a su almuerzo, el presidente acudió a verles, a darles ánimos y a pedirles que se centraran en lo importante. Al capitán se le dieron instrucciones sobre qué hacer en caso de incidentes, y estas instrucciones se resumieron en limitarse a obedecer al árbitro .
De camino al ascensor, otra vez selfies y abrazos entre bufandas y camisetas del Barça. El hotel estaba bloqueado, por dentro y por fuera. Del público en general sólo podían entrar sus clientes y algunos amigos de la casa, con reserva previa en el restaurante. Sobre las 14.00 llegó Jorge Valdano. Almorzó solo y bebió cerveza en una de las soleadas esquinas de la sala.
El independentismo consiguió que Barça y Madrid se unieran en el mismo hotel, y que fueran, más que en ningún otro momento de su historia en común, la imagen de la España civilizada , unida contra la barbarie. Sólo el independentismo, con su estulticia y su torpeza, podía conseguir algo tan extraordinario. Los jugadores del Barcelona y del Madrid fueron el símbolo de un país moderno, culto, capaz de ofrecer un gran espectáculo, y de sortear el inevitable atraso cantonal que a veces desciende de los montes para descompensar el equilibrio rítmico de la ciudad.
Algunos de los mejores atletas del mundo entero fueron este miércoles en Barcelona la defensa de La Civilización : muchachos jóvenes y sin una formación especial, ni política ni moral, mostraron temple y responsabilidad, rebajaron la tensión, sabiendo diferenciar entre rival y enemigo.
El presidente del Barcelona, Josep Maria, Bartomeu , que coquetea en público con el Tsunami, mostrándose comprensivo con sus reivindicaciones, reconoció en privado sentirse abrumado por el independentismo, porque «por mucho que digas es imposible contentarles». Tal vez su solución sería no decir tanto.
Por la tarde, el folclore habitual del independentismo. Cánticos, banderas, pancartas, algunas calles cortadas . Nada grave. La turba pitaba al helicóptero, que es como pitar a una nube, pero era una metáfora del alcance que el independentismo cree tener y que la más elemental lógica desmiente. Sin problemas para acceder al Estadio , aunque un pequeño rodeo tuvimos que dar.
Ya en el palco, amable conversación con Guillermo Amor y con los consejeros Buch y Puigneró , muy esperanzados con la resolución de hoy del Tribunal de Justicia Europea, y al preguntarles si pensaban que en caso de fallo favorable Puigdemont podría regresar a España sin ser detenido, me dijeron:«primero que pruebe Comín, y según cómo le vaya vemos qué hacemos con el president».
Pese a las risas que nos echamos, vi que mi presencia empezaba a ser conspicua y un muy afectado empleado -no sé si por verme o porque es así- de protocolo vino a preguntarme, a resumidas cuentas, cómo había conseguido el acceso, porque no estaba en la lista de invitados. Cuando le dije quién me había dado la entrada, se disculpó con el mismo temor de Dios -y en el fondo con la misma fascinación con que los aficionados del Barça del hotel Sofía le habían pedido al Presidente fotografías y autógrafos-. Y eso que yo a esta directiva, de las formas más humillantes que se me han ocurrido, les he dicho lo que son: una siniestra banda de inútiles . Pero hasta en el palco del Camp Nou imponen más los afectos de Florentino que los odios de este Bartomeu anodino e insustancial, que se movía por el antepalco como si fuera un camarero más del cátering.
Al comienzo del partido, el despliegue independentista fue similar al de cada partido, quizá algo más de griterío pero sin ser gran cosa . El fútbol era tenso y torpe, demasiadas emociones. El Barça hacía menos de lo que suele y el Madrid más de lo que el Barça quería. Como Florentino en el palco, los de Zidane mandaban en el campo y Ter Stegen empezaba a ser el mejor de su equipo. Los habituales gritos de independencia en el minuto 17:14 fueron menos intensos que los habituales.
El Camp Nou estuvo de largo mucho más enfadado con Sergio Ramos que con España . Sobre la media hora los dos equipos tuvieron su mejor oportunidad, pero nada. Se masticaba en la Tribuna que a ver qué pasaba, y se empezaba a hablar en términos de «ridículo» de la inane performance de Tsunami. A Suárez, desde que está en el Barça, le hemos domesticado bastante, pero en el 40 le salió aún esa rabia precolombina y le arreó un patadón intolerable a Casemiro.
Torra entró de incógnito en el palco , sin que sonaran Els Segadors, como solía suceder cuando entraba del presidente de la Generalitat: en el palco, también de incógnito, comía en un rincón, junto a su esposa Carola, como recién llegado de una excursión. Nadie le decía nada y el nervio de un palco donde estaba no pasaba en absoluto por él.
En el minuto 10 de la segunda mitad se lanzaron unos pocos balones amarillos al terreno de juego . Todo muy de patio de colegio, pero de colegio pobre, porque fueron muy pocos balones y de muy poca calidad. El partido se detuvo un par de minutos entre gritos de libertad para los sediciosos presos.
Casi al final del partido, la megafonía del estadio recomendó salir por la zona norte, para evitar los altercados crematorios de los CDR. La verdad es que yo por el sur no he salido en mi vida. Olió ligeramente a quemado en la tribuna sobre el minuto 40, como a perfume Dzing de L’Artisan, aunque me temo que lo que sucedía en la calle no era tan sofisticado.
Pero lo que es estrictamente el Tsunami quedó al final en remolino de bidet . En nada afectó ni a la previa ni al desarrollo del partido. Si el independentismo era esto, no hacía falta fugarse ni ir a la cárcel. Con cuatro pelotitas y cuatro cubos para incendiar os bastaba para hacer el mismo y triste ridículo de siempre, y estaríais por Navidad con vuestras familias en casa.
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