El Estatut, mejor para otro día
Los aficionados culés sólo se interesaron por el fútbol
Inevitablemente, el clásico añade siempre una pincelada política que rehuyen los protagonistas. Es otro partido, un duelo que enfrenta a ideologías tan diferenciadas que el debate parece incluso imposible. En Barcelona, cuando asoma el Madrid por el Camp Nou, se tiende a malinterpretar dando por ... sentado que juegan Cataluña contra España. La presencia del conjunto blanco sirve para reivindicar todo tipo de intenciones.
La lluvia torrencial y el descenso del mercurio, que castigó a la ciudad hora y media antes del inicio del encuentro, retrasó la llegada de la gente, colapsada por las calles colindantes que dan acceso al estadio azulgrana. A cinco minutos de que empezara a rodar el balón, todavía había butacas vacías y la quedada mensajística no tuvo el éxito que se esperaba. Circuló de móvil a móvil un SMS a lo largo de la semana que incitaba a gritar «Estatut» o en su defecto «Dignitat» cuando saliera el Real Madrid al campo. Mucho ruido y pocas nueces, pues entre la megafonía y el griterío no se descifró nada de nada. Y cuando los chicos de Pellegrini salieron a calentar (18.30, seis minutos antes que los de Guardiola) no había ni media entrada.
«Vota sí»
Con todo, lo único que destacó entre la normalidad fueron dos pancartas de dimensiones considerables que desaparecieron cuando sonó el himno y que, casualmente, sortearon los controles de seguridad de la parroquia azulgrana. Una era la ya habitual «Catalonia is not Spain» y al lado una tela amarilla llevaba impreso el siguiente mensaje: «Vota sí a la consulta popular sobre la independencia», aludiendo al plebiscito del próximo 13 de diciembre. Otra expresaba su odio al Madrid -«100% antimadridista»- y alguno incluso cuestionaba el estilo y el modo de actuar en la casa blanca: «Real compra, Barça cría».
Tuvo menos decibelios este clásico si se compara con otros. Nada que ver con el del regreso de Figo, aquel en el que un indecente vació la despensa y lanzó la cabeza de un pobre cochinillo al césped. Aunque el liderato estuviera en juego, era la jornada 12 y queda tanto por delante que nada es decisivo a estas alturas. Ahora bien, fue otro portugués, de nombre Cristiano, el que animó a la grada a escupir toda su ira. Sobre CR cayeron todos los insultos de la velada.
Sí hubo mosaico y, como siempre, se pintó la grada con los colores azulgrana acompañados por los de la senyera. Poco más. Se calentó toda la semana después del editorial que firmaron conjuntamente 12 rotativos catalanes y se sumó a la iniciativa el Barcelona con un comunicado en el que se posicionaba sin tapujos. Ya se sabe que con Joan Laporta en la poltrona, que ayer vivió su último clásico en el Camp Nou, el discurso se ha radicalizado más si cabe.
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