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Copa Confederaciones: Brasil jugará su final

La anfitriona aleja el fantasma del Maracanazo y supera a Uruguay con un gol a falta de cinco minutos (2-1)

Copa Confederaciones: Brasil jugará su final efe

josé manuel cuéllar

Brasil necesita poco para ganar, muy poco. De hecho, no necesita ni jugar bien. Como en la primera parte ante Uruguay, que fue mala. Los de Scolari no parecen tener plan B. Por no tener, no tienen ni plan A. Salen, juegan sin una idea ni patrón alguno y esperan que salga alguna individualidad, que de esas tienen bastantes. [Narración y estadísticas]

En esta ocasión, además, tuvieron hasta suerte porque Forlán, que suele ser muy seguro en los penaltis, falló uno de manera clamorosa, cuando los uruguayos habían recibido el premio de salir con un tridente ofensivo muy valiente con Cavani, Forlán y Luis Suárez.

Lo cierto es que los uruguayos se trabajaron bien el partido. Tanto Cavani como Luis Suárez corrieron a base de bien para tapar las subidas de Marcelo y Alves que es por donde generalmente inician el juego los brasileños. Todo lo que se salga de ese guión le parece un crucigrama a los brasileños, que elaboran muy poco y tienen, curiosamente, más de fuerza que de talento.

En este aspecto se nutren solamente de Neymar, que es el único capaz de inventar algo junto a Óscar. El resto es pura vulgaridad.

Tienen, eso sí, pegada arriba. Les bastó un balón largo de Luiz Gustavo a Neymar para que este se fuera en velocidad y obligara a Muslera a una salida a la desesperada. El rechace lo cazó Fred de mala manera, pegó mal al balón de tal suerte que se coló por un lateral de forma inopinada. Más suerte en el zurrón brasileño pues fútbol hubo muy poco. Mucho por fuera, con las subidas de sus laterales, y poco por dentro, muy previsibles tanto Paulinho como Luiz Gustavo y más potentes Fred y Hulk que fantasiosos.

Uruguay pagó caro el fallo en el penalti de Forlán. Dio la sensación de perder fe en el choque con el error y luego tuvo mucha más dedicación para destruir que para crear, como si no creyese en sí misma.

Las carencias brasileñas se vieron con claridad en el gol del empate uruguayo. Hasta cuatro despejes fallidos hubo, sin saber a ciencia cierta cómo salir del embrollo, de forma que al final Cavani agarró un balón robado a Marcelo y la enchufó en la red. Vuelta a empezar.

No mejoró Brasil, más bien lo contrario. El gol dio seguridad a Uruguay, que se atrevió a más, creó ocasiones, sobre todo por arriba y el partido se movió en terreno de nadie, más incierto que nunca.

Terreno de nadie

Scolari movió bien las cartas, metió a Bernard en el equipo y la habilidad en el uno contra uno del recién llegado dio algo más de mordiente al romo ataque brasileño. Pero aquello no estaba decidido porque la determinación y agresividad de los uruguayos era mayor que la de los locales, desorientados, un poco confusos en todas las líneas, sin saber muy bien por donde tirar.

Le ayudó Tabárez, que vio a su equipo hundido físicamente y no hizo cambios. Apretó Brasil y en un córner encontró la cabeza de Paulinho.

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