Un histórico Marcelinho se merienda al Barça y mete al Tenerife en semifinales

Previo a las hostilidades, el Gran Canaria Arena se rindió ante el inmortal, ante Marcelinho Huertas, que se convirtió en el jugador con más años, 41 y ocho meses, en disputar un partido de la Copa del Rey. Bella instantánea que, en tiempo récord, se transformó en un vertiginoso tiroteo. Los tinerfeños enfocaban todos sus esfuerzos a anotar desde la línea de tres, fantásticos Fitipaldo y Scrubb, mientras que el Barça aprovechaba toda la atención que generaba el titán Fall para atacar los espacios. El ritmo era endiablado, la igualdad máxima y aparecían héroes por doquier, como Satoransky y Parker, que dieron una ventaja de seis puntos al bando azulgrana en un santiamén.

Sufrían mucho los isleños en la zona, coto de caza del que el Barça gozaba sin mesura, más si obedecía las órdenes de Juan Núñez, niño con alma de comandante generacional. La ráfaga de los catalanes, que rozaban la matrícula de honor, acabó con cinco puntos consecutivos de Brizuela que les permitieron llegar a la segunda manga con una ventaja de diez (23-33).

Los veteranos del Tenerife, Marcelinho y el georgiano Shermadini, intentaban remediar la situación con canastas de mucho mérito, parecía que los canarios habían encontrado la fórmula para frenar a sus oponentes gracias al acierto exterior de Fitipaldo. Además, estaban muy representados en las gradas, como es lógico, y una técnica a su entrenador, Txus Vidorreta, acabó por convertir el estadio en un polvorín. Lo más sorprendente era que, en ese opresivo ambiente, el Barça se mantenía firme como un mástil ante la tempestad. Las diabluras de Punter y Parker, dos depredadores de manual, permitieron a los azulgranas mandar por siete al descanso (47-54).

La segunda parte golpeó con contundencia a los de Peñarroya. Punter, tras un encontronazo, se lesionó en el hombro izquierdo y tuvo que retirarse al vestuario entre gritos de dolor. Una nueva piedra, y de las gordas, aparecía en el camino del Barça y estaba por ver si, como de costumbre, se hundiría sin remedio ante las adversidades o si por el contrario sacaría todo su coraje para cerrar la victoria.

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Olía sangre el Tenerife, Fran Guerra hacía mucho daño en el poste y el abordaje parecía inminente. Un dos más uno de Jaime Fernández redujo la diferencia a solo tres puntos. Siete aficiones de las ocho presentes se conjuraban contra los azulgranas, era el momento clave del encuentro, pero el Barça encontró un bálsamo en Anderson, autor de un triple vital, y en los tiros libres de Metu para llegar con vida al último acto (66-73).

Marcelinho era una fuente inagotable de poder, daba esperanza en cada posesión a los suyos, y eso que estaba perseguido en todo momento por Anderson, uno de los defensores más feroces del continente. Se desfondaban los canarios para hacerse con el liderato y un triple de Doornekamp les volvió a poner a tres puntos. El Barça, en cambio, era un manojo de nervios, perdía balones de una manera grosera y no encontraba un camino para anotar con continuidad. Quién si no, fue Marcelinho el autor del sorpasso definitivo, una bella bomba del brasileño acabó por derrumbar el dique catalán. Quedaban seis minutos y el Tenerife soñaba con una machada histórica.

Regresó Marcelinho a la carga y, tras un triple y provocar una falta en ataque de Fall, volvió a poner por delante a los suyos. Hacían agua los azulgranas e incluso Parker falló dos tiros libres, una de sus especialidades. Perdidos, el brasileño les hincó el diente con fuerza, aunque estos tuvieron un par de ramalazos desde la línea de tres, como un animal herido, que les permitieron llegar al final con opciones. Pero el resultado era inevitable y la grandeza de Marcelinho, infinita.