Urtasun prolonga el silencio sobre las goteras de la Biblioteca Nacional

«Es una obra que ya está aprobada por el Consejo de Ministros y se está ejecutando ya», ha afirmado el ministro, a su salida de un encuentro con representantes del sector del arte contemporáneo. «Es decir, que tan pronto como vimos el problema, actuamos y, por lo tanto, eso está ahí en vías de solución». Nada más. ¿Qué fondos se han visto afectados por las goteras? Esta pregunta el ministro de Cultura ha preferido obviarla.

Como informó ABC hace unos días, las fuertes lluvias de septiembre provocaron graves deterioros en las dos sedes de la BNE, en Recoletos y Alcalá de Henares, con el «abombamiento de pavimentos de madera», el «desprendimiento de falsos techos» y también «afectaciones» en fondos bibliográficos. Así figura en la declaración de emergencia de las obras, a la que tuvo acceso este diario, pero desde septiembre Cultura ha guardado silencio sobre el alcance de los daños.

Solo en diciembre, cuando el Consejo de Ministros aprobó dichas obras por valor de 1,9 millones, Cultura informó de que era necesario reparar la impermeabilización de las cubiertas y otros elementos constructivos de las dos sedes de la BNE. El ministerio mencionó intevenciones en la cubierta y los lucernarios de los patios de las sedes de Recoletos, y otras actuaciones en Alcalá. Y, en todo caso, aseguraba que «los daños a las infraestructuras de la BNE fueron provocados por la DANA».

Era una verdad a medias. El edificio de la BNE sufre carencias estructurales desde hace años –las cubiertas del edificio son las originales del siglo XIX–, y así lo han venido reclamando de manera recurrente las anteriores direcciones. El nuevo director, Óscar Arroyo, acaba de llegar. En algunas salas del edifico, cuando hay lluvias, suele entrar agua. La virulencia de la DANA incrementó esos riesgos, hasta el punto de que en algunos depósitos hubo que retirar los libros, y algunos se mojaron. En principio, monografías modernas y prensa, pero Cultura no quiere decir nada.

También es una verdad a medias –o más bien una mentira– que Cultura actuara «tan pronto» como vio el problema. La BNE avisó desde el primero momento de los graves daños sufridos y, tras la visita de la Gerencia de Infraestructuras del ministerio, la dirección aún tuvo que insistir diez días después de que el patrimonio estaba en riesgo. Hubo también llamadas al más alto nivel para tratar de agilizar la situación. Con todo, el Consejo de Ministros aprobó las obras de urgencia tres meses después, y hasta el cuarto no empezaron las primeras catas en el edificio.

El caso ha llegado al Congreso de los Diputados. Partido Popular y Vox han registrado una serie de preguntas parlamentarias, para que el Gobierno las responda por escrito, pidiendo aclaraciones. ¿Se ha perdido alguna clase de patrimonio, bibliográfico o inmobiliario, en alguna de las sedes de la Biblioteca Nacional? ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde el informe que indicaba la necesidad de acometer obras de intervención urgente y la ejecución de las mismas? Cultura, en algún momento, tendrá que explicar lo ocurrido en el principal organismo del país encargado de velar por el patrimonio bibliográfico y documental.