Gómez del Pilar, valor y querer hasta el triunfo

En la vigesimosegunda de San Isidro, una terna sin relumbrón para el gran público, y sobre la arena toda la historia de la divisa de Escolar, los argumentos de su leyenda y favor de muchos en los seis toros que saltaron al ruedo de Las Ventas. Encastado sin romper, el primero; mansos deslucidos, segundo y tercero; bueno con motor el cuarto, Sereno de nombre; de casta complicada el quinto, y malo, reservón y duro, el que cerró plaza. Variedad y seriedad, que no es poco.

Y ese quinto, complicado, de arrancadas que no daban tregua y pedían mando, le tocó en suerte al madrileño Gómez del Pilar, que estuvo hecho un tío y un torero. Calentito, que así se llamaba el imponente cárdeno con sus cinco años y 656 kilos, humilló de salida en los engaños. Su matador lo lució siempre, lidiando a favor del toro. Lo dejó largo ante el caballo, pero el de Escolar no estaba por la labor, que prometía más de lo que dio.

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A la muleta embistió como un obús en el inicio de la faena, doblándose con poder el madrileño. Mantuvo la intensidad en sus arrancadas en una serie a derechas plena de vibración, y en la siguiente, muy metido ya Del Pilar. A partir de ahí el toro fue acortando los viajes y planteando cada vez más dificultades. Valentísimo y queriendo siempre, sin volver la cara, hasta le roba una serie al natural a suerte o verdad. Muy decidido lo exprime con maciza torería. La oreja fue de ley. Al segundo, uno de los mansos deslucidos, que acabó huido a las tablas, lo pasaportó con premura.

Quien también se dio prisa en el trasteo fue Esaú Fernández con el cuarto. Sereno fue, sin duda, el toro de la tarde, un buen escolar, el de menor peso, aunque no por eso menos serio. Al contrario, por delante daba miedo. El sevillano se fue a portagayola y resolvió, además quiso lucir al toro en varas y se fue decidido a brindar al respetable. Cita con distancia y cuaja una primera serie con la derecha con el toro a más. Al natural lo lleva largo en muletazos de buen trazo que levantan el vuelo de la faena. Otra tanda por ese pitón con el burel encelado fue el final, ante el asombro de muchos. Unas bernadinas para rematar, dieron la sensación que al cárdeno le quedaba mucho en su motor de bravo, y la cátedra no se lo perdonó con pitos como sentencia a lo hecho. Con el que abrió plaza, lo intentó sin lucimiento.

Cerraba terna Miguel de Pablo, que se llevó el lote menos lucido. Con el tercero, un manso sin maldad ni transmisión insistió, como con el sexto, de peor condición, que le propinó una espeluznante voltereta, buscándolo en el suelo con saña, de la que el torero acabó doliéndose de la espalda. Sin apenas opciones.

La tarde fue de toros, encastados, bravos, mansos, duros y muy duros, y de un torero que dio una dimensión de valor y querer en el camino del triunfo.