En las tripas de una gala de danza: ensayar por videollamada, bailar Balanchine y compartir escenario con Daniil Simkin
Primeras figuras del Dutch National Ballet, la Staatsballet Berlín o el Teatro alla Scala de Milán participaron la Gala Somos Arte organizada por la Asociación de danza ADAM y la Fundación Hortensia Herrero y ABC les acompañó durante las jornadas de ensayo y posterior espectáculo
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Maia Makhateli, durante una clase en la Gala Somos Arte
La vida de los bailarines es extraña. Compleja muchas veces, solitaria otras tantas, pero satisfactoria para la mayoría de ellos. Están acostumbrados a trabajar bajo presión, a coser zapatillas en los aviones y a ensayar 'Rubíes' de George Balanchine por Zoom. Así, sin más. Es ... lo que han hecho Maia Makhateli, primera bailarina del Dutch National Ballet, y Lucas Erni, solista de la compañía de danza de Düsseldorf, para prepararse para la Gala Somos Arte de la Asociación de danza ADAM y la Fundación Hortensia Herrero celebrada el pasado sábado. «La coordinación la hicimos virtualmente: por WhatsApp, por llamadas, por video. Cuando ensayábamos solos, nos mandábamos grabaciones; cada uno explicaba qué le resultaba más cómodo, si había que ajustar la música o modificar algún paso. Hoy llegamos temprano, muy temprano, porque nuestro mejor aliado fue el ensayo general», cuenta Erni que llegó la noche anterior. Nunca han bailado juntos, pero la experiencia de ambos les ayuda para que suceda el milagro. «Uno tarda apenas segundos en recordar, en entender y en conectar con el otro bailarín, sobre todo cuando ambos están tan abiertos y predispuestos a escucharse. Entonces la conexión se da rápido, los cuerpos se alinean y la preparación fluye con naturalidad. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, cómo ejecutarlo y cuáles son los fundamentos de la pieza. Y después, en el escenario, sucede la magia», añade.
Para participar en esta gala, los bailarines no han tenido más que un día para ensayar en el escenario horas antes de la función. A lo largo del paseo de la Alameda, artistas de todas partes del mundo van llegando al Palau de les Arts, donde se celebra esta gala. Con tutús enfundados, pantuflas en los pies, calentadores y bolsas de deporte, van entrando en sus camerinos. Otros, como los integrantes de la compañía de Aída Gómez, llevan las batas de cola ya puestas. En el ambiente se respira emoción, no solo por reencontrarse con compañeros de profesión sino porque está a punto de entrar a tomar la clase de calentamiento Daniil Simkin, uno de los bailarines más reconocidos. Muchos han crecido viendo sus vídeos en YouTube, su famoso 'Le Burgeois', sus giros, sus saltos, su anatomía. Algunos lo miran de reojo mientras hacen la clase, con admiración, sin creerse aún que están compartiendo la barra con él. «Es un gran honor y un privilegio compartir el escenario con todos los artistas y, en particular, con dos de las más grandes estrellas de nuestro tiempo. Este sentimiento me impulsa a dar lo mejor de mí. Son una inspiración», reconoce Martina Arduino, la joven primera bailarina del Teatro Alla Scala.
No es nada sencillo reunir a tantas estrellas en un solo día en Valencia. Muchos han comenzado ya la temporada en su compañía, pero tienen huecos para participar en otros eventos como este. También hay que contar con los imprevistos, que en esta gala han habido varios. Los bailarines Nicola del Freo y Hamin Park, que iban a participar en la gala, no han podido estar, de modo que ha tocado conseguir a nuevos fichajes, en este caso Marco Agostino, primera figura del Balletto del Teatro alla Scala de Milán, Bárbara Verdasco, de la Compañía Nacional de Danza (CND) y Thomas Giugovaz, solista de la CND. Este tipo de acontecimientos pueden ocurrir en la gala y el equipo tiene que ser rápido para gestionar cualquier imprevisto. «Jugamos con agendas complejas y un trabajo difícil como el del bailarín, que puede conllevar lesiones y bajas. Una vez tuvimos que hacer frente a una maleta perdida de Marianela Núñez en el aeropuerto con todas sus zapatillas de punta dentro. Tuvimos que tirar de gente conocida para encontrar el tipo de punta exacta que utiliza para que pudiera bailar por la noche», asegura entre risas Fabrice Edelmann, uno de los organizadores de la gala que junto a Gema Casino, directora de la gala, y José Carlos Blanco, productor artístico, están al frente del proyecto.
El ruido de las zapatillas de punta golpeadas contra paredes para ablandarlas se entrecruza con el taconeo y el sonido de las castañuelas. «Es asombroso participar en galas así porque conocer culturas nuevas, técnicas e incluso nuevas formas de bailar, como con la danza española que estamos viendo aquí. Es impresionante», reconoce Erni asomándose a ver un extracto de 'Boccherini', de Aída Gómez. Mientras que algunos bailarines marcan simplemente la coreografía para tener claros los puntos y la iluminación, otros necesitan más tiempo. El conjunto de Gómez son dieciocho artistas y necesitan comprobar cada posición mientras su directora les lanza indicaciones desde el patio de butacas con un micro.
Mientras tanto, algún que otro bailarín se asoma entre las bambalinas para ver el taconeo y al mismo calentar para su función. Del flamenco se pasa a 'Rubíes', con una Maia Makhateli absolutamente desatada en el mejor sentido del término, y al mismo tiempo un control absoluto necesario para hacer Balanchine. La esencia del coreógrafo late en su interior de un modo indescriptible. Es técnica, es versatilidad, es bárbara y dulce al mismo tiempo. Y a su lado está Lucas Erni, que controla a la perfección cada movimiento de la bailarina mientras muestra con desparpajo cada salto y giro de su variación.
La elección del elenco para una gala así también es fundamental. Primero, el equipo define la gala, y luego se ponen en contacto con ellos. Todos los años vienen estrellas y algunas de ellas repiten —como Marianela Nuñez, primera bailarina del Royal Ballet—, la intención del equipo es escoger un elenco variado. «Intentamos diversificar y buscar parejas distintas cada año; a veces coincide que las compañías, sobre todo del norte de Europa, inician temporada. En ese caso, traemos a varios de la misma compañía», añade. Por la gala han pasado las mejores estrellas del momento: primeros bailarines de la Scala de Milán, Staatsballett Berlin, New York City Ballet o Stuttgart Ballet, entre otros.
El repertorio también es clave. En este caso, es una cosa que se acuerda entre los bailarines y la organización. «Cada bailarín sabe en lo que se puede mostrar mejor, en lo que puede mostrar su mejor imagen. También hay un productor que diseña una gala y la crea con un formato que él piensa que es lo mejor y busca los artistas adecuados para conformar esa gala con el repertorio que él piensa», cuenta Erni. Tampoco es sencillo gestionar la agenda. Martina Arduino, que bailó junto a Marco Agostino 'Armonica', de Damiano Artale, y el cisne blanco de 'El lago de los cisnes', reconoce que es un reto organizar su trabajo en la compañía y sus compromisos con las galas: «La mayor parte de mis funciones las hago en Milán, aunque viajo mucho para participar en galas de ballet u otros eventos. Es importante dedicar tiempo al trabajo en el estudio, por eso intento siempre encontrar el momento para preparar cada pieza lo mejor posible».
El patio de butacas vacío se llena para ver a Simkin ensayar 'El corsario'. Marca cada posición hasta que llega el momento de los giros. Ahí no marca, ejecuta. El control que tiene sobre su cuerpo es tal que cada combinación la termina sobre la media punta, sin posar sus talones en el suelo. Conoce su cuerpo porque creció literalmente en un estudio de ballet. Sus padres, ambos profesionales de origen ruso, fueron sus primeros maestros: su padre, Dmitrij Simkin, era coreógrafo y bailarín, y su madre, Olga Aleksandrova, bailó en los Ballets de la Ópera de Moscú y más tarde profesora. Simkin cuenta que de niño pasaba más tiempo en la clase de ballet de su madre que en los parques o con amigos. No era porque se lo impusieran, sino porque ese era su entorno natural: mientras su madre daba clase a otros alumnos, él jugaba al fondo del salón, imitaba los pasos, y poco a poco fue integrándose en la disciplina casi sin darse cuenta. En vez de crecer en un patio o una cancha de fútbol, su patio de recreo era la barra y el espejo del estudio. Alrededor de los nueve años, empezó a tomarlo más en serio, aunque siempre en un ambiente familiar, sin la presión de una escuela estatal rígida.
Una vez termina el ensayo, cada bailarín toma un camino. Hay quien prefiere ir a descansar al hotel, otros como Makhateli prefieren concentrarse tocando el piano en su camerino. Algunos han decidido pasear por los alrededores del Palau de les Arts y otros tratan de desconectar con el resto de compañeros y compartir experiencias. Hay quienes en esta noche cierran un círculo, como Mario Galindo, bailarín solista de la CND. Este joven artista fue años antes alumno del Campus Internacional de Danza Valencia, también organizado por la Fundación Hortensia Herrero. Llegó como alumno y aterriza en la gala como artista: «Es volver a un sitio pero de otra forma muy diferente y, además, en una gala espectacular. Todos los años siempre he querido venir a verla y nunca había podido hasta ahora y qué mejor que venir este año y además pudiendo participar».
Aunque la sorpresa de la noche termina siendo Riho Sakamoto, que pasa de 'Giselle' al frenético 'In the middle, somewhat elevated' de William Forsythe. Dos registros casi antagónicos y ambas interpretaciones hacen estallar al público con gritos. Sin embargo, la diversión está servida con Simkin. Su coda de 'El Corsario' junto a Leroy Mokgatle es una fiesta. El primer salto genera impacto entre el público, expresiones de asombro que van creciendo entre aplausos y silbidos. El público está enloquecido y Simkin baila con un semblante confiado, sabiendo que está ofreciendo a los espectadores un momento que será difícil de caer en el olvido. Gira y termina siempre en media punta con la música, pierde el equilibrio y su espalda se tuerce hasta encontrar el punto de nuevo. Conoce su cuerpo al milímetro.
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