Pepe Domingo Castaño: nunca se te acabarán las palabras

Decía Pepe Domingo Castaño que vivir consistía en «tener buena salud y mala memoria», y ahí está resumida la filosofía universal

Muere Pepe Domingo Castaño, leyenda de la radio española, a los 80 años

Su última entrevista en ABC: «París es pura terraza, Madrid también debería»

Pepe Domingo Castaño, en 2021 Isabel Permuy

No hay peor noticia que la inesperada, la mañanera, la que te deja sin tu padrino de un segundo a otro con dos llamadas por las que el mundo se viene abajo. Ha muerto Pepe Domingo Castaño (Lestrove, La Coruña, 1942- Madrid, 2023) del ... corazón, como los buenos, y el mundo ya no será el mismo. Ya los propios previos de los lunes serán más tristes y más grises, sin esa luz de domingo que él daba a la radio cuando llovía en la carretera, o quizá ni lloviese, porque su magia fue la de que en los peores momentos de la semana saliera el sol, siempre el sol.

Como me pasa siempre con los mejores, teníamos prevista una comida conversada que hace poco retrasé una semana, y que ya no será; como me pasó con Manuel Alcántara, a quien Pepe amaba por esa misma querencia de los poetas del norte por el sur de España, y Manolo lo premió. Disculpen la primera persona, que en este caso está justificada porque Pepe era de todos nosotros, patrimonio sonoro con el que todo, ya, será, mera inteligencia artificial.

Pepe, era, diciéndolo en exacto, «radio más radio», en palabras de Antonio Soler. Fue la razón de que me dedicara a las palabras, y tuve el privilegio de decírselo; fue el padre en el micrófono y la alegría de este mundo ingrato que es también el mundo ingrato del fútbol, que todo es espejo de algo, según dejó escrito Enrique Santos Discépolo, otros de sus dilectos del tango y el cantar. Ya nada tiene sentido sin él, aunque mil veces comentó que tenía que irse y fue dejando pistas, aunque su retirada la capeaba por una fidelidad a Paco González, que es testimonio de su bonhomía. Pepe Domingo abrigaba en su capa de amistad por las Cavas de Madrid y, como su paisano padronés Camilo José Cela, llevaba siempre un madrileñismo a gala con su Quique Jeringas, su Sito Tejeiro, y ese Madrid austríaco que a él tanto le motivaba.

Lejos de la niebla

Niño que fue seminarista dominico en Asturias, luego en León, se dio cuenta de que había que estar en Madrid. Y a fe que vino. Pero antes Pepe Domingo Castaño, que en puridad fue nacido en la cercana parroquia de Lestrove, a las orillas del Sar, vio y asumió esa niebla del norte, mitológica, de la que huyó con cariño. Ya, después, la radio, que no es pasión, no, sino una forma de ser y estarse en el mundo. Y en la radio, los maestros que aprendieron del discípulo. Bobby Deglané y así. Más luego su Gran Vía, donde guardo mi primera imagen suya aguardando un taxi bajo la lluvia. Antes cantó, también, que no por ser un hombre famoso se le puede quitar ni un gramo de renacentista. De hacerlo todo bien e ilusionado.

No se puede entre lágrimas desligar su vida privada de su vida como amigo. Le escuchaba las áridas noches en 'El Larguero' cuando ya, de madrugada, terminaba la lámina de dibujo técnico. Ahí quería ser Pepe Domingo como otros Butragueño. Y luego, claro, su voz, su voz siempre que era la comunicación más viva, la que hizo de la radio su eterna confidente.

A los poetas les llega la inspiración, ya sea en verso o en cuña publicitaria. Y a él le llegaron ambas. Su pasión era la misma en un gol en La Condomina que anunciando un desbrozadora en eso que dicen de las noches mágicas. En eso está el genio, la musa, o esté Dios que se lo ha llevado tan temprano. Decía Pepe que vivir consistía en «tener buena salud y mala memoria», y ahí está resumida la filosofía universal.

No puedo ni quiero ver a Tere, a Germán Mansilla, ni escuchar a Paco González, que el duelo se lleva como se puede y sé que me perdonarán. También sé que en los territorios latinos su otro 'hermano', Julio Iglesias, a quien felicitó un mediodía de sol en las Cavas, andará penando en esas latitudes. Pepe era ('es', yo a mis dilectos los sigo queriendo aunque andén en otras regiones).

Mirar hacia atrás

Dicen que la cultura es crear un ambiente; Pepe lo creó, en su doble pandilla, la de amigos de asueto y las de amigos de trabajo. Escribió en sus memorias 'Hasta que se me acaben las palabras' que cada vez le «costaba más mirar hacia adelante en lugar de hacerlo hacia atrás». Pepe confesaba, como Neruda, que había vivido, pero como buen galaico su 'saudade' del tiempo era feliz, agradecida. Pasó el coronavirus, antes otro infarto silente; y antes el llevarse a COPE una forma de entender el mundo por la que España sigue siendo España. En este último verano, desde Marbella a su Galicia, ha hecho lo mejor que sabía hacer: vivir y hacerles vivir a los que le rodean.

Ya no sale la prosa. Llueve en Madrid: lo que siempre odió. Sus cinco Ondas, su poemario 'Debajo de la parra', quedan en eso: en palabras de amor, palabras. El jueves que viene pasaré por COPE. Que desde donde esté me dé fuerzas porque igual ni puedo andar. Que me mande su 'Hola, hola'.

Lo machadiano de «hacerme un duelo de labores y esperanzas» se queda corto en él. El gallego que llegó a Madrid, que la hizo suya, que pasó por un seminario frío, que hizo que Ayuso le presentara sus memorias. Y que fue mi segundo padre. Y el de todo el país, claro.

CODA: Pepe, me cuentan que en el Cielo no hay brumas. No te preocupes por eso. También me cambiaré la montura de las gafas, como me dijiste.

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