El peor viaje de Judit Mascó: la mili de una modelo de 19 años en Japón
La modelo catalana recuerda una de sus primeras experiencias laborales intercontinentales: en 1989 pasó un mes y medio con una agencia local, en su particular 'mili'
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Iniciar sesiónJudit Mascó es de aquellas personas a quienes entusiasma conocer nuevos lugares y culturas, y piensan que el viaje es, de por sí, fuente de inspiración y conocimiento. La idea es buena, pero luego llega la vida con sus cosas y planta en Tokio ... a una joven de 19 años que ya ha pisado las pasarelas europeas pero que todavía no tiene ni idea de lo que es el sushi porque corre el año 1989 y en España casi no había restaurantes japoneses.
«Fue uno de mis primeros viajes lejanos, fuera de Europa», recuerda la modelo catalana. Había debutado en el mundo de la moda cuatro años antes, cuando tenía 15, y ya había trabajado en una plaza tan emblemática como Milán. En esas, una agencia la contrató para irse un mes y medio a Japón. El acuerdo implicaba una buena remuneración a cambio de disponibilidad absoluta durante esas seis semanas: si salía trabajo, trabajaba. Si no, pues trabajaba menos y cobraba lo mismo. «Lo hacían así porque si no ninguna modelo quería ir a Tokio, todas preferíamos Milán, o París o Nueva York».
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Ahora viene una advertencia: «Yo soy mujer de batalla. Soy resistente, sé viajar, vengo de una familia de maestros, que teníamos una autocaravana y nos pateábamos Europa». Vamos, que no suele lamentarse por tonterías. Precisamente por esa seguridad –y algo de inconsciencia, se sospecha– dijo a la agencia que «no quería nada especial, que se adaptaría a las costumbres y la alimentación del país».
Está volcada con causas solidarias y es embajadora de una marca de alta cosmética
Nada más bajar del avión (recordemos, vuelo Barcelona-Tokio en 1989), se encontró a la persona que la iba a recoger y que la llevó directamente a hacer castings. «Sin ni ducharme». Lo tuvo claro: «Entendí enseguida que la premisa era que yo iba a pasar ahí un mes y medio, pero ellos se iban a encargar de que les salieran las cuentas. Ni sábados, ni domingos, ni hacer demasiado turismo...«.
«El carácter de la gente me sorprendió muchísimo», recuerda de los primeros días ahí: «Cuando le preguntaba a alguien cualquier cosa, eran incapaces de decir que no. No entendía nada». Además, encontró una sociedad aún más machista que la española en aquella época. En algún momento incluso la hicieron sentir mal: «Me llevaban a los trabajos como si fuera un objeto al que explotar, Yo les entregaba el 'book' de fotos, y ellos ni me miraban a la cara, y se dirigían a mi representante, no a mí». Y aun sí, pensaba que era simplemente parte de su trabajo: «Pensé que era lo normal, no me pareció raro, pero ahora sí que lo veo como algo muy bestia«. Luego estaba la comida, porque »un día, dos, tres, una semana, desayunando esos triángulos de arroz apretado, con un trozo de pescado crudo encima« tiene un pase, pero »claro, va cansando«. Tuvo que claudicar: »Al final me dije: 'Haz como las modelos americanas, pídeles un café, croissant y para almorzar, espaguetis'«.
Por si todo esto fuera poco, estuvo «a punto de morir» en un turbulento vuelo Osaka-Japón. Saltaron las mascarillas, dejaron de hablar en inglés, las azafatas desaparecieron… «Yo estaba rodeada de tíos con ese traje gris, inexpresivos, me puse en posición fetal y empecé a rezar». «Creo que es el único lugar en el mundo en el que me he colgado un calendario en la pared para ir tachando los días. Como si hiciera la 'mili'«, asegura. Desde entonces no ha vuelto a pisar Japón, pero simplemente porque »no se ha dado la circunstancia« »Considero que Tokio es mi asignatura pendiente, y ahora hora soy una fan de la comida japonesa«.
Ahora sigue sin parar de trabajar. Actualmente es la embajadora global de una marca de productos de alta cosmética. En paralelo, está volcada en causas solidarias. Está a punto de presentar la sexta edición de la iniciativa Pañuelos Solidarios, con la que se financian proyectos para la investigación oncológica en el Hospital Vall d'Hebron. Destaca también ser presidenta de la Fundación Ared, que acompaña «a mujeres con riesgo de vulnerabilidad».
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