Un cuento de Navidad hecho danza: debutantes en puntas y 'Cascanueces'
Los alumnos de la escuela José Antonio Checa Ballet llevan al Auditorio Nacional el ballet de Tchaikovski
Sus 55 estudiantes aparcan las fiestas y celebraciones para preparar las ocho actuaciones que tienen en sólo un mes
Un día entre bambalinas en el Ballet Nacional de España
CLARA MOLLÁ PAGÁN
Madrid
En el barrio madrileño de San Blas-Canillejas los villancicos suenan a golpe de pandereta entre los niños, que comen turrón y juegan con sus regalos. Pero en el número 96 de la calle Suecia lo que suena es el 'Vals de las flores' ... de Piotr Ilich Tchaikovsky. Frente al espejo hay doce jovencitas que repiten una y otra vez la misma coreografía rodeadas de cuarenta compañeros que observan esperando su turno. Son los alumnos de la escuela José Antonio Checa Ballet.
Para ellos, las vacaciones no son sinónimo de descanso. Al contrario. Estrenan 'El Cascanueces' y actúan en varias ocasiones en el Auditorio Nacional de Música junto a la orquesta Filarmonía, dirigida por Pascual Osa, y en otros teatros, algo inaudito para la mayoría de escuelas de danza en España. «Quiero que tengan la experiencia de estar en una compañía. Es lo que van a vivir si quieren dedicarse a esto», explica José Antonio Checa, el director del centro.
Checa conoce bien la versión que van a interpretar. Se trata de una adaptación de la coreografía de Vasili Vainonen para el Mariinsky, en la que él mismo participó con solo 17 años cuando era alumno de la Academia Vaganova de San Petersburgo. Ahora procura que sus alumnos sigan al pie de la letra todas las indicaciones de la coreografía. «Es un ballet que crea bailarines. Bailan la versión más cercana a la original y creo que es la más mágica», defiende el director.
Aunque 'El Cascanueces' es su gran estreno, la escuela lleva todas las vacaciones preparándose para otros espectáculos. Ayer colgaban un tutú para enfundarse otro distinto hoy. La orquesta Filarmonía, bajo la batuta de Osa, interpretaba hace escasas horas el vals de 'El Danubio azul' en el Auditorio Nacional y los niños de Checa bailaban al compás de Johann Strauss. Seis piezas en solo una jornada. Y en cuestión de un día tienen que cambiar el repertorio para convertirse, como Niala Herrera, en la pequeña Clara de 'El Cascanueces'. «Cuando bailé con la orquesta sentía que el corazón se me aceleraba. Era como sentir la música dentro de ti».
Entre butacas
El auditorio Monserrat Caballé de Arganda del Rey se convierte en un aula de danza por la mañana. Allí, los cincuenta alumnos hacen la barra como pueden, con sillas como punto de apoyo y entre las butacas del teatro. Aunque la función es por la tarde, desde bien temprano se trasladan allí y dada la edad de la mayoría, muchos padres también. Además, toca probar el escenario. «Bajad el círculo pequeño», grita Checa a un conjunto de chicas. El cambio de un aula a un escenario es bastante grande y deben acostumbrarse si quieren ser bailarines. «Con una actuación al año no haces nada. Tienen que tener tablas y saber improvisar frente a cualquier contratiempo», comenta entre cajas el maestro. Su escuela hace más de veinte actuaciones al año, algo inaudito en España ahora mismo. «El escenario para el bailarín es como la cancha para un jugador. Es lo que da responsabilidad y confianza», señala Yanina, una de las alumnas. Este año actuarán en más de una veintena de funciones.
Durante las indicaciones previas al espectáculo, Checa intercambia palabras en ruso con Elena Leontyeva, otra de las maestras de la escuela que está al pie del cañón junto con el director y Valeriia Moreva. Y mientras, el elenco permanece en el escenario. Entre las jóvenes bailarinas destaca, en un lateral, una de ellas: con el pelo pelirrojo, ejecuta cinco piruetas de infarto. Es Xenia Barbu e interpreta el Hada de Azúcar, el rol principal de 'El Cascanueces'. «Es un papel que hace que muchas niñas quieran empezar a bailar, de hecho a mí me ocurrió».
Esfuerzo y sacrificio
A su lado hay una alumna que le mira con asombro mientras baila. Alana tiene 12 años y en la obra hace de ratón, de una de las niñas de la fiesta e interpreta el 'pas de trois' del segundo acto. «Lo más difícil ha sido interpretar todos estos personajes, meterme en el papel de los niños y mostrar la maldad de los ratones». Mientras muchos de sus compañeros del colegio juegan y cantan, ella tiene claro que para ser bailarina hay que renunciar a fiestas y encuentros.
Aunque muchos niños no son del todo conscientes del esfuerzo que supone sacrificar compromisos familiares por ensayos, sus padres sí. Los de Alana contestan a las preguntas entre el trayecto de Arganda del Rey a su casa, tras dejar a la pequeña ensayando. Una ruta que repiten a menudo. «La organización es milimétrica. Llegar a todos los ensayos y clases además de nuestros trabajos no es fácil, pero merece la pena».
Las Navidades de este año son muy distintas para ellos. Hasta ahora se desplazaban para celebrar las fiestas, pero este año han tenido que movilizar a su abuela de Barcelona para poder estar juntos. «Los ensayos nos han cambiado el plan que teníamos, pero es algo que Alana tiene asumido porque quiere ser bailarina y es una satisfacción ver cómo disfruta en el escenario».
Tras la clase previa a la actuación, los alumnos reciben las últimas indicaciones antes de la función. Algunos ya van con el vestuario y otros aún llevan la ropa de ensayo. Cuando habla Checa, más de uno le mira con cierta admiración. No todos tienen la suerte de bailar la adaptación del Mariinsky dirigidos por un maestro que ha actuado en el mismo teatro y ha hecho ese mismo ballet. Para Checa esta propuesta de escuela y todas las actuaciones de Navidad son un reto; para sus alumnos, un sueño hecho realidad.
Xenia reconoce que sus vacaciones este año son muy distintas, pero no un inconveniente porque ha crecido con esta situación. «Nunca he sido como los chicos de mi edad, siempre he sido la del 'no puedo, tengo ensayo'».
Itzá Camacho también pasará unas vacaciones distintas. Con la cantidad de actuaciones que tiene no puede desplazarse hasta México para estar con su familia. «Esto es un trabajo colectivo. Si fallas perjudicas al trabajo de los demás y es injusto. A veces mis amigos no me entienden y se preguntan por qué hago todo este esfuerzo si no cobro. Pero sé que me llevo la formación y hacer mi pasión que es bailar». Para otros, como Marc Riera, compaginar las vacaciones con los ensayos no es ningún problema. «Es tal el amor que tengo por lo que hago que sin darme cuenta sacrifico cosas tan bonitas como estar con la familia por el hecho de perseguir mi sueño que es bailar», explica desde la puerta de embarque de Palma de Mallorca.
Un lugar de referencia
Cuando Checa habla de su academia le brillan los ojos. Es como si pudiera ver ya el futuro de esta y a sus alumnos en los mejores teatros. Su escuela ha sido un punto de referencia para aquellos estudiantes de danza refugiados por la guerra en Ucrania, como Sofía Polishchuk. Desde el pasado mes de octubre la joven alumna tiene que compaginar las clases de danza, los ensayos del 'Cascanueces', la preparación para uno de los concursos más prestigiosos de danza del mundo como es la Youth American Grand Prix, y las clases en dos colegios, el español y el ucraniano. «A veces sí que es un poco complicado porque no tengo tanto tiempo para descansar y pasarlo con mis amigas de escuela».
Su madre Julia se emociona al hablar de Jacballet. Las muñecas que utilizan las niñas en el ballet son fruto de su agradecimiento por la acogida de su pequeña. «Una amiga ucraniana y yo decidimos hacer las muñecas a mano para que tuvieran un diseño especial. Fueron hechas en Ucrania y enviadas a Madrid. Gracias a la escuela puede seguir bailando».
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«Yo quiero ser la escuela de referencia en España», asegura Checa. Y aunque lleva apenas ocho años en funcionamiento, varios de sus alumnos han llegado a las mejores escuelas del mundo y algunas de las compañías más prestigiosas. Checa, que llegó a tierras rusas para cumplir su propio sueño sueño, hoy ve otro hecho realidad.
Aquel joven estudiante que interpretó la danza española en 'El Cascanueces' en el Mariinsky es ahora el que ha lanzado a sus dos alumnos, Kira y Gaizka, a la misma academia rusa y ahora están de vuelta para bailar la misma pieza que hizo su maestro.
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