Siempre Tomás Luís
Cantoría interpreta en Peralada el Oficio de Tinieblas
Un documental recupera la figura y el legado de Tomás Luis de Victoria
Jorge Losana, director de Cantoría
Tomás Luís de Victoria es el músico más grande que ha dado la Peninsula Ibérica. Es una afirmación rotunda, pero es exactamente así. Olvídense de Falla, Albéniz, Granados y cuantos quieran añadir a la lista. Todos ellos son fantásticos, de primera división. Pero el ... abulense juega en otra liga: la de una música tan pura, tan sublime, tan atemporal, que no hace sino recordarnos a cada nota que, a su lado, somos todos muy, pero que muy pequeñitos.
Música sacra
Oficio de Tinieblas
- Música: T. L. de Victoria.
- Intérpretes: Cantoría. J. Losana, director.
- Fecha: 7 de abril.
- Lugar: Iglesia del Carmen, Peralada.
Valga esta introducción para lamentar que su música no se programe con tanta asiduidad como la de otros compositores, nacionales o internacionales, a pesar de que cada vez que suena cause en el público un impacto indeleble. Es lo que sucedió en el Festival de Pascua de Peralada con su Oficio de Tinieblas, magistralmente interpretado por el grupo Cantoría. Con la colaboración del padre Jordi Agustí Piqué, Cantoría propone una reconstrucción de la liturgia del Viernes Santo a la que añade una dimensión escenográfica tan sencilla como impactante: el progresivo apagado de las quince velas que iluminan la sala, hasta dejarla en la penumbra. De ahí el nombre que recibía este oficio.
Desde su fundación por parte de lo que entonces era un grupo de estudiantes de la Escuela Superior de Música de Catalunya (ESMUC), Cantoría se ha ido haciendo un lugar en la interpretación del repertorio vocal español, y en especial de la música del Renacimiento y el primer Barroco. A la calidad de las voces del grupo impulsor y de sus colaboradores habituales, hay que añadir el rigor musicológico a la hora de escoger sus programas y abordar la interpretación, que no por ello deja de ser fresca, emocionante e incluso, como en este caso, conmovedora.
Si hubiese que señalar algún espacio para la mejora, cabría mencionar la necesidad de armonizar el estilo de entonación del canto llano, demasiado dispar entre los miembros del coro: mientras algunos se ciñen a la propia de esta música, máxime teniendo en cuenta de que se trata de un riguroso oficio de Semana Santa; otros parecían estar pensando más en un madrigal profano de Monteverdi, cosa de difícil encaje en la sobriedad del conjunto. Por otro lado, la iluminación del escenario de la Iglesia del Carmen restaba protagonismo al tenebrario —es así como se llama el candelabro de quince brazos usado en esta ceremonia—, de manera que la disminución de luz en la sala no resultó ser tan progresiva como hubiese podido ser si los leds se hubiesen ido regulando también a medida que se apagaban las velas.
A pesar de todo, un espectáculo de altísimo nivel para los oídos y para la vista, perfecto para un Festival de Pascua. Ojalá la tradición de interpretar esta música acabase arraigando tanto como lo están las Pasiones de Bach o, en Navidad, 'El Mesías' de Händel.
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