Javier Perianes: «No me gusta nada escucharme... Es un suplicio»
El pianista onubense acaba de publicar un disco en el que interpreta las 'Goyescas' de Enrique Granados
Javier Perianes rinde homenaje a Alicia de Larrocha: «Estamos hablando de una leyenda internacional»
Madrid
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Iniciar sesiónJavier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) no tiene costumbre de desayunar, pero despliega, a media mañana, una energía que parecería procedente del más nutritivo de los almuerzos. El domingo tocó en el Círculo de Bellas Artes junto a un cuarteto de solistas de la Filarmónica ... de Berlín, y hoy cierra su año con la presentación, en el Museo del Prado, del disco que acaba de publicar Harmonia Mundi, en el que el intérprete onubense se enfrenta a uno de los monumentos del pianismo español: 'Goyescas', de Enrique Granados. Después toca descansar... Y estudiar. «Necesito sentarme dos o tres semanas y pegarme una paliza estudiando para encarar el año», dice.
—¿Por qué ahora las 'Goyescas'?
—Es un proyecto que viene de lejos. Harmonia Mundi quería que hiciera un disco de música española, y me pareció que era el momento de grabar una partitura que me apetecía desde hace tiempo. La novedad es que, al revés de lo que hecho con otros proyectos, esta vez la he tocado en varios conciertos antes de grabarla. Me apetecía ver cómo crecía la obra dentro de mi.
—Y ha coincidido con el centenario de Alicia de Larrocha, la gran referente en esta obra.
—Ha sido una casualidad. Pero si hubiera grabado a Beethoven o Brahms, hubiera sido igual porque Alicia lo tocó todo. Es cierto que sus versiones de 'Goyescas' son icónicas, absolutamente referenciales y únicas, y que ha sido una embajadora maravillosa de la música española. Pero Alicia no es una leyenda del piano español; es una leyenda del piano mundial. Vas a Japón, a Estados Unidos, a Latinoamérica, y compruebas lo mucho que se la adoraba. No somos conscientes de la dimensión global que tuvo. Fue una de las grandes.
—¿En qué piensa usted cuando toca esta partitura? ¿Solo en las notas o también en imágenes?
—Es casi inevitable tener presente la pintura de Goya. Por ejemplo, en 'El pelele' –que cierra el disco–; está tan bien explicado musicalmente el momento en el que lanzan al muñeco hacia arriba, el rebote en la sábana y otra vez hacia arriba... La suite entera es una evocación absoluta de una España, de un momento en el que, a pesar de su apariencia optimista, subyace también la España negra. Todo este ambiente está ahí y uno no se puede abstraer de lo que inspiró a Granados su obra maestra, que lo es de manera indiscutible. Es una obra muy bien escrita por un gran compositor que era, por encima de todo y de muchas otras cosas, un enorme improvisador. 'Goyescas' es una mezcla de elegancia, virtuosismo, textura, olores y sobre todo colores. Todo eso ha de ponerse en su contexto. Ahora... Hace poco tuve una charla con unos chicos, y uno de ellos me preguntaba si en el Fandango del Candil me imaginaba al majo bailando para conquistar a la maja. Y le dije: «Sí, cuando lo he terminado de tocar, porque cuando estás en medio hay tal cantidad de notas, de planos, de texturas... que a lo que estás atento es a que la música tenga una unidad, respire y tenga cierta coherencia».
«La suite entera es una evocación absoluta de una España, de un momento en el que, a pesar de su apariencia optimista, subyace también la España negra»
—Siempre ha dicho que por ser español no se tiene que tocar mejor la música española.
—En absoluto. Es un lenguaje universal; es evidente que hay elementos folclóricos, pero como los hay en Beethoven, en Mozart o en Bartók. ¿Por qué Bartók es internacional y lo puede tocar un norteamericano y a Albéniz solo lo puede tocar un español? Yo entiendo que si un pianista escucha las versiones de Alicia de Larrocha puede sentirse intimidado... 'Goyescas' se puede tocar de otra manera, pero no mejor.
—Ya se veía preparado para hacerlo...
—Uno nunca piensa que está preparado. Por eso quise tocar la obra antes de grabarla. No me gusta demasiado grabar, no me siento cómodo. Pero fueron sesiones tranquilas, en el Auditorio de Zaragoza, que es un sitio privilegiado y un piano magnifico de Inves.
—¿Le gusta escucharse?
—Rotundamente no. Nada de nada. Ayer, en una entrevista en la radio, pusieron fragmentos del disco, y yo me quité los auriculares. Escucharme es un suplicio, siempre pienso que esto lo podía haber hecho más rápido, esto otro más lento...
—¿También le da muchas vueltas después de los conciertos?
—Sí, sí. En esos cinco o diez minutos posteriores, si tengo la suerte de estar solo, cojo la partitura y la marco. Apunto cuatro o cinco cosas. Y si no estoy solo, lo hago al llegar al hotel.
«Sería un sueño viajar con el mismo piano. De todas maneras, como el circuito es limitado, lo que hago es una lista de todos los pianos que voy tocando en cada una de las salas; apunto los números de serie, pongo mis comentarios y cuando vuelvo allí pido tocar con un piano determinado»
—Ha hablado del piano. Al contrario que otros instrumentistas, ustedes no viajan con su piano.
—Es complejo, claro. Aquí en España he tenido la suerte de hacer todos los recitales con el mismo piano con el que luego se grabó. Llegas a la sala despreocupado porque sabes lo que te vas a encontrar, y eso es una ventaja fundamental. También lo he llevado a países cercanos como Francia o Italia. Pero en cuanto te vas hacia arriba, los costes se disparan. Pero sería un sueño viajar con el mismo piano. De todas maneras, como el circuito es limitado, lo que hago es una lista de todos los pianos que voy tocando en cada una de las salas; apunto los números de serie, pongo mis comentarios y cuando vuelvo allí pido tocar con un piano determinado.
—¿Y son mejores los pianos nuevos o los ya tocados?
—Depende. Yo apunto el número de serie, pero no le pido el DNI. Hay pianos con veinte años maravillosos y otros con solo tres que están muy cascados. Depende también del mantenimiento.
—¿Y el suyo? ¿Hay algún periodo en el que no toque?
—Sí, sí, me guardo unos días, si puedo en verano, de 15 días en el que suelo no tocar. Suelo descansar, viajar con mi esposa, hacer otras cosas completamente fuera. Me parece absolutamente necesario y me gustaría que esos periodos se fuesen ampliando con los años en vez de reduciendo. Tener espacio para uno mismo es igual de necesario o más.
—Tocar el piano es exigente físicamente...
—Sí, claro, y se va complicando con la edad. Sobre todo por la cantidad de viajes que vas acumulando; con los viajes se producen cambios de temperatura, de horarios, y como dice mi padre, para esto se necesita tener buena salud. Hay que cuidarse, hay que intentar alimentarse de la mejor manera posible; andar, moverse, correr... Y también trabajar lo justo y necesario. Lo de meterse diez horas ya lo hice de más joven, ahora hay que estudiar mejor, ser mucho más rápido, más analítico y más práctico. No nos engañemos, hay una serie de horas en las que uno ya no puede estar concentrado.
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—Pero los dolores se pasan cuando se sienta uno delante del piano.
—No sé si se pasan, pero por lo menos se olvidan ese momento. Afortunadamente, todavía tengo una buena edad para no tener tantos achaques. Pero hay que cuidarse.
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SuscribeteMadrileño. Ingresó en la Redacción de ABC en 1985. Ha pasado por distintas secciones, pero siempre se ha dedicado a la información de música y artes escénicas. Es crítico teatral y de Danza
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