Franz Welser-Möst malgasta el Concierto de Año Nuevo en Viena
A su poca gracia personal se ha sumado la superficialidad de una interpretación sin un momento de evanescencia, de elevación, de emoción
Instrucciones para un vals; por J. F. Peláez
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Iniciar sesiónEl mundo de la música se divide entre los partidarios de Franz Welser-Möst y quienes lo consideran un director sin especiales atributos artísticos. Los argumentos en debate tienen en cuenta la escasa brillantez de sus dos actuaciones previas como titular del concierto de ... Año Nuevo en Viena, hoy por hoy un evento convertido en una competición entre directores.
A los muchos años de dominio del violinista y director Willi Boskovsky, heredero por ósmosis de un estilo interpretativo emocionalmente urbano y funcional, le siguió casi una década con dirección de Lorin Maazel, cuyo soberbio carácter personal se compensaba en el escenario con grandes dotes para el espectáculo. Batuta y violín en mano colocó el concierto en una posición culta antes de que, en 1986, Herbert von Karajan lo elevara a las alturas celestiales y luego Carlos Kleiber demostrara cuánto refinamiento, elegancia, encanto y emoción puede haber en una música que, bajo su entretenida apariencia, implica un poso de enorme tristeza, fácilmente homologable con la pérdida de una Europa que focalizada en el imperio austrohúngaro alardeaba de seguridad, ajena a los problemas del mundo y a su propia fragilidad.
Welser-Möst es un director inteligente, un músico reflexivo y alguien que bajo la apariencia de neutralidad asume importantes compromisos. Lo refleja en sus memorias, 'Desde el silencio: encontrar la calma en un mundo disonante'. Uno de los sucesos más conocidos tiene relación con parte de la crítica londinense que, con una acidez no exenta de mordacidad, le bautizó como 'Frankly Worse than Most' (francamente peor que la mayoría). FWM se marchó de Londres y se refugió en Cleveland durante dos décadas no exentas de problemas aunque con resultados artísticos notables. A Welser-Möst se le pueden escuchar estupendas realizaciones de óperas de Richard Strauss y casi simultáneamente interpretaciones de una neutralidad agotadora. Más o menos similar a la que ha propuesto en este último concierto vienés en el que a su poca gracia personal se ha sumado la superficialidad de una interpretación sin un momento de evanescencia, de elevación, de emoción.
Quizá, rebuscando, rebuscando, pueda mencionarse 'Perlen der Lieb' de Josef Strauss, que sirvió para la primera aparición del Ballet Estatal de Viena en el palacio de Laxenburg. Ashley Page, que ha sido bailarín principal y coreógrafo de la Royal Opera House en Londres, se ha encargado este año de tres coreografías con extensión sobre el siempre reconfortante 'Danubio azul', interpretado tras el saludo de los músicos y las palabras de Welser-Möst, quien recordó con voz algo temblorosa las palabras de Nietzsche: «La vida sin música sería un error», e incidió en el principio de optimismo que quiere transmitir el Concierto de Año Nuevo.
Hasta ahí, todos de acuerdo. Como también puede comprarse la idea de un programa lleno de novedades, que deja en segundo plano a Johann Strauss, hijo, e incide en la obra de sus hermano Eduard y Josef, alguien brillante, talentoso, inventor y de menor chispa creativa. En la demostración están las dos obras de entrada: la polca 'Wer tanzt mit?', de Eduard, y 'Heldengedichte', de Josef.
A Welser-Möst le gustan los tiempos ligeritos en las obras rápidas y la redondez extenuante en los ternarios valses. 'In lauschiger Nacht' de Carl Michael Ziehrer prometió muchas cosas buenas pero murió en lo tedioso de las repeticiones mientras las imágenes del muy convencional Michael Beyer, de nuevo al frente de la realización, se extasiaba ante la exhibición floral instalada en la Musikverein por el Departamento de Parques y Jardines de Viena.
En España todo ello se volvió a ver a través de TVE, con narración de Martín Llade también para Radio Clásica y con una muy evidente desincronía entre el sonido y la imagen durante la primera parte. Tampoco estuvo muy fino el ajuste entre la coreografía y la interpretación del siempre bello 'Danubio azul', lo que pone de manifiesto la dificultad técnica de un evento que gracias al directo adquiere un cierto grado de frescor. Nada mejor que recordar la cara de sorpresa de Welser-Möst levantando las cejas tras los bravos que se escucharon una vez interpretado el 'Allegro fantastique' de Josef Strauss.
El Concierto de Año Nuevo volverá en su edición de 2024 bajo la dirección de Christian Thielemann, mientras se tantea una dirección estratégica adecuada. La construcción de un programa cargado de novedades ha definido el de este año con una acuciante pregunta sobre la posible incorporación de una batuta femenina. La Filarmónica de Viena se debate entre rigor de sus normas internas escritas o asumidas, en este caso diez años de relación profesional previa, y la necesidad de actualización de una historia a veces conflictiva. Por eso, hoy alardea de que la 'Marcha Radetzky' desestime el arreglo del filonazi Leopold Weninger, confirmando que un golpe de timbal, triángulo o glockenpsiel no es un hecho inocuo.
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Como no lo es que por primera vez hayan actuado junto a sus veteranos compañeros las niñas Cantoras de Viena en la polca francesa 'Heiterer Muth' de Josef Strauss, o que este año se omitieran las bromas de los músicos en señal de respeto a un mundo resquebrajado, o que el propio Welser-Möst se convirtiera en 'maestro de ceremonias' mientras repasaba en silencio un álbum con imágenes de la Exposición Universal de Viena de 1873, argumento para la reconstrucción virtual del documental ofrecido durante el descanso del concierto. Todo ello forma parte del orgullo de un país que ha sabido hacer de la música una seña de identidad y que la defiende, no siempre con fuerza esperada, ante más de noventa países que transmiten el concierto con cerca de sesenta millones de personas que lo contemplan, al margen de la posterior promoción de la grabación audiovisual.
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