Carmen Linares, inmensa en La Unión
La cantaora condensa el grueso de su carrera en la tercera noche del Festival del Cante de las Minas
patricio peñalver
La fidelidad de Saras Baras con el Festival y su público es mutua, sus espectáculos siempre han pasado por este escenario, con todas las entradas agotadas, y aquí la bailaora que tiene querencia con La Unión siempre sale a darlo todo. Una vez más se ... entregó hasta el infinito.
La bailaora que se siente fascinada por los personajes femeninos históricos o mitológicos, si hace dos años presentaba a «La Pepa» de la Constitución de 1812, anoche se enfrentaba con la figura mitológica de Medusa, por partida doble: la principal, la de bailar, y eso ella lo hace como nadie, y la otra la de interpretar al mismo tiempo, a ese monstruo de cabellos de serpientes.
Con un espectáculo que tiene un sello muy especial, con esa dramaturgia flamenca y esa simbiosis de teatro y danza; Sara Baras ofrecía su nuevo espectáculo, en otra nueva vuelta de tuerca, con su electrizante taconeo y su fascinante y original representación.
En la noche del domingo, que como cada jornada presentaba magníficamente la elegante periodista Noelia Arroyo, volviendo, a la gran actuación de Carmen Linares, si la noche era de Luna Llena, no fue menos la fuerza y la luz que la cantaora nos ofreció en un recital henchido de saberes flamencos. La cantaora presentaba su espectáculo «Remembranzas», cuyo trabajo gira en torno al cante tradicional y la poesía española y, en concreto, a los versos de Lorca, Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández. Un trabajo que en cierto modo resume «el testimonio de más de cuarenta años de carrera profesional, de pasión y aprendizaje del cante flamenco».
Y como decía la letra del tango si veinte años son nada, en esta ocasión menos son cuarenta, para volver con la feliz mirada, al lugar en el que se presentó al Concurso de cante siendo muy joven. Vestida de rojo salió al escenario, con su grupo, cantando unos luminosos y dulces fandangos de Huelva que titulan: «La luz que mi me alumbra», para más tarde quedarse sola con su guitarrista Salvador Gutiérrez y antes de comenzar ya dejó sus declaración de intenciones: «Para mí es un honor estar aquí y una alegría porque este escenario y este certamen me recuerdan tantas cosas, precisamente muy buenas, y precisamente he querido preparar este espectáculo de toda mi trayectoria, de toda mi vida entregada al cante». Y al gran cante se entregaba la señora, la dama o la gran diva, cantando tarantas y cartageneras, con la solvencia y la maestría que siempre ha tenido como una excelente tarantera, con ese dominio de los medios tonos.
Proseguía, en esta ocasión, con una serie extensas de tientos, con ese compás lento que marcaba a la perfección, mecida por la guitarra de Salvador, que arrancaba grandes aplausos. Y para concluir esta primera parte del recital de flamenco clásico, se dejaba acompañar por la guitarra de su hijo, Eduardo Pacheco, con una serie por soleares de mucho tronío, con esa voz quebrada que siempre le ha caracterizado.
En ese ínterin, le tocaba el turno para el lucimiento de la guitarra de Salvador Gutiérrez, que tocaba bulerías; para dar paso a esa segunda parte dedicada a los poetas, que comenzaba con «La Leyenda del tiempo, de García Lorca», con el piano de Pablo Suárez, con dedicatoria: «Con todo mi corazón, a un gran artista, al que yo quería muchísimo, un artista universal, un genio: Enrique Morente». Para a continuación homenajear a Miguel Hernández con: «Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos» y una sublime interpretación por tonás del poema: El sol, la rosa y el niño/flores de un día nacieron. /Los de cada día son/soles, flores, niños nuevos/ Mañana no seré yo/ otro será el verdadero. / Y no seré más allá/ de quien quiera su recuerdo». Impresionante toná, con el aterrador grito del final.
Y llegaba otro momento luminoso por cantiñas y alegrías, con el gran baile de Javier Barón, que ejercía de artista invitado, que con empaque y donosura dominaba la juerga flamenca. Ahora se le rendía tributo poético a Juan Ramón Jiménez, con Moguer, por fandangos, como no podría ser de otra manera, con las dos guitarras, la percusión Quique Terrón y las palmas y las voces de Ana y Rosario. La fiesta seguía por tangos, hasta que llegaban las bulerías lorquianas. «Yo me subí a un pino verde/por ver si la divisaba, /y sólo divisé el polvo/del coche que la llevaba./Anda jaleo, jaleo;/ya se acabó el alboroto/y ahora empieza el tiroteo». Y menudo jaleo y alboroto flamenco, del bueno y exquisito que había montado Carmen Linares. Una Carmen Linares que estuvo inmensa.
Carmen Linares, inmensa en La Unión
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete