Madrid gravita en torno a Franco Battiato

En un recital inmenso, el italiano bailó un vals sideral con el público del Circo Price

Madrid gravita en torno a Franco Battiato JOSE RAMON LADRA

javier tahiri

Atrapados en la era del jabalí blanco y a la búsqueda de un centro de gravedad permanente. Durante años, los enigmáticos títulos y letras de Franco Battiato han calado en el inconsciente de generaciones que no le dan la espalda. Incondicionales que repiten sus ripios ... absurdos como si de mantras se tratasen, aún décadas después, en cada recital que se precie. Ayer lo volvió a hacer. Armado de un cuarteto de cuerda y con una banda entre la que se contaba el exguitarrista de The Verve, Simon Tong, despegó con la audiencia a una odisea espacial que tuvo como punto de partida el Circo Price de Madrid . Lo de ayer fue una travesía inolvidable, de puro nervio y emoción. Battiato no falla.

La excentricidad es su sello. Capaz de metamorfosear intrincados poemas árabes con explosiones de sintetizadores en temas de tres minutos. De superar el bloqueo del Irak de Sadam Husein y dar un concierto benéfico en Bagdad en 1992 con barba del tamaño de un puño incluida. Y de emprender mil y un saltos mortales y seguir cayendo de pie. Su carrera es de una versatilidad desconcertante , que va desde sus pinitos en el rock progresivo pasando por la new wave más añeja durante los años ochenta hasta los escarceos orquestales y operísticos posteriores. El cóctel de texturas de Battiato pocas veces deja de sorprender.

En la noche de ayer volvió a Madrid para presentar su último trabajo, «Apriti sesamo» (2012), interpretado en español. Y también aterrizó en la capital a rememorar los tiempos en los que llenó el Palacio de los Deportes , allá por 1986. El cariño que le tiene el público nacional evidencia que no ha pasado el tiempo. Y Franco correspondió con un recital inmenso, que despegó desde una emotiva primera parte orquestal para adquirir revoluciones y acabar en una mascletá de baile y ritmos frenéticos. Con «Quand'ero giovane» comenzó un vals sideral con un público entregado. La emoción quedaba capturada en momentos: la voz de Battiato meciendo a la orquesta en «Prospettiva Nevskij» ; el aplauso espontáneo y lleno de rabia en el ataque político de «Povera patria» ; la desgarbada figura del italiano bailando de espaldas al público y sin gafas durante «Up patriot to arms» . La suave voz de Battiato aún es capaz de escarbar en el corazón de la masa.

Y entonces, el trepidante riff de violín de «L'era del cinghiale bianco» fue el pistoletazo de salida hacia la Vía Láctea. «Voglio vederti danzare» , «Cucurrucucu» y «Centro di gravita permanente» : champán y júbilo. Tras esto, un Battiato emocionado se desvaneció del escenario devorado por el clamor. Él tomó tierra, pero el resto de Madrid aún flota en la estratosfera.

Madrid gravita en torno a Franco Battiato

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