Las mujeres de mis novelas

Una mujer es combate perpetuo. Cuando vive, lo hace varias veces

Un demócrata se desmorona

Experimento en la utopía

La bailadora Mariquilla, en las cuevas del Museo etnológico de la mujer gitana, en Granada. PML

Hace unos días, ante una copa de vino blanco, ella vestida con un mono oscuro, cubierta la mirada con unas gafas redonda, la escritora María José Solano me explicó que el negro es el color de la mujer mediterránea. Para comprenderla, volví a su ... libro 'La mujer que besó a Virgilio' (Berenice) y me regocijé en su viaje a 'Sicilia monstruosa'. Pero sólo al leer 'La autora de la Odisea', de Samuel Buttler, que ella me regaló en la Feria del Libro de Madrid, comprendí que Nausícaa tiene todas las respuestas. La mujer que recibe a Ulises lleva el viaje dentro. Lo femenino, en tanto lugar de la lumbre y del alumbramiento, de las luces y la intuición, de la claridad y la más absoluta penumbra, aloja el territorio más complejo del ser humano. Una mujer es combate perpetuo. Cuando vive, lo hace varias veces.

Una semana más tarde de mi conversación con Solano, en una comida con la bailaora granadina Mariquilla y su hija Lucía Garrido —dos criaturas mitológicas—, tuve la sensación de que todas y cada una de las mujeres a las que me he dedicado en cuerpo y alma en mis libros cobraban forma ante mí. Eran sobrias y elegantes, pero al mismo tiempo fuertes y luminosas, como un carbón encendido. Su conversación, generosa y a la vez cauta, me hizo entender el poder de quien custodia la belleza como el fuego más preciado de la casa que las habita. La mujer es, ante todo, hogar de sí misma. Está preparada para traer a otros al mundo, pero primero se pare a sí misma.

La escritora, la bailadora, la artista, la madre y la hija se fundieron imprimieron en mí esa mirada con la que Nausícaa convierte en héroe a Ulises cuando llega, náufrago y perdido. Al pie del Sacromonte, tras salir de una cueva y a los pies de la Alhambra en la Peña de la Platería, pero también de la mano de María José Solano en el paso de Mesina, entendí cuál es el fuego que prende en un vestido oscuro y en unos ojos negros que parecen verdes. Cuántas veces he cruzado el Atlántico para entender que mi tierra es la fuerza, que son ellas quienes me acompañan cuando atravieso la página en blanco.

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