De Madrid a Alicante en 18 horas de calor en el Tren Botijo

Decíamos ayer

El patriarca de la 'Orden Botijil' inventó el turismo de las clases populares en España en 1893 al promover viajes baratos a las playas en ferrocarril

Los Neptunos con bigote de las playas que aterraban a los niños

Un tren botijo, a su llegada a una estación ABC

Era tan incómodo, como lento. Con viejos vagones de asientos de madera en los que el gentío se apiñaba con sus escasos equipajes encima y sus copiosas provisiones para aguantar las 18 horas que costaba llegar de Madrid a Alicante. Y sin más ... aire acondicionado que el que uno se acondicionaba a sí mismo con un abanico para sobrellevar el asfixiante calor. Vamos, como el que algunos han sufrido en sus carnes este verano, atrapados en el AVE por alguna avería y sin una botella de agua que poder comprar en las arrasadas máquinas de 'vending'. Solo que en 1893, a nadie le cogía desprevenido.

Esos barrios enteros de la capital que viajaban hacinados como cuadrillas de segadores llevaban su inseparable botijo. Lo colgaban de las ventanillas de los vagones, para que el agua se conservara fresca. De ahí el popular nombre que recibió el pintoresco 'Tren Botijo' que partía rumbo a las playas españolas, con un larguísimo rosario de vagones de tercera clase llenos a reventar. Por el económico precio de unas 12 pesetas ida y vuelta, con opción a permanecer nueve días en la capital levantina, ¡qué más se podía pedir!

Este veraneo barato fue idea del periodista madrileño Ramiro Mestre Martínez, nombrado hijo adoptivo de Alicante en 1898 por su promoción de la ciudad. En colaboración con las empresas ferroviarias de la época, el redactor de 'La Correspondencia de España' organizó estos convoyes especiales que cada quince días partían de Madrid hacia la playa alicantina del Postiguet y, con el tiempo, hasta otros destinos y desde otras ciudades. Unos 30.000 madrileños viajaron en estos trenes botijo - mejor llamados 'sudoríficos', según algunos, por el calor que se pasaba en ellos- ,que circularon sin interrupción hasta 1917 y se recuperaron durante unos años después.

Ramón Mestre y el escudo de la Orden Botijil

Mestre llegó a crear la 'Orden Botijil', con escudo y todo. Así la evocaba en un artículo de 1914: «Un año más, congregantes muy amados, ha transcurrido (y son ya veintiuno los que la inmortal Orden cuenta de fundación), puesto que el 20 de agosto de 1893 vio la luz primera, para bien de la cultura, de la higiene, de la instrucción, del recreo, de la economía...». Y hasta del amor a la Patria, decía el patriarca de la extravagante Orden y «auténtico creador del turismo popular» en España, a juicio del especialista en historia de la prensa José Altabella.

El reportaje de Luis Gabaldón y dos portadas antiguas del 'Blanco y Negro' ABC

El periodista Luis Gabaldón se subió a un tren botijo el 1 de agosto de 1896, junto al fotógrafo Christian Franzen y Mecachis (Eduardo Sáenz-Hermúa), ilustrador de 'Blanco y Negro'. Partía a las dos de la tarde y la terrible perspectiva de cruzar La Mancha a esas horas se le antojó de «humorada», como las 18 horas de viaje. Tras intentar entrar sin éxito en un vagón que «ya estaba lleno desde la víspera», con ¡58 mujeres!, los tres peregrinaron por la interminable fila de coches hasta que se acomodaron en uno donde les recibieron con júbilo, sobre todo un señor que sabía quiénes eran. «Nuestro amigo -contaba Gabaldón- era hombre previsor y antes de salir de Madrid se había gastado una fortuna en clavos... y en piedras», con las que clavaba escarpias en las paredes para colgar los cachivaches. «El vagón ofrecía aspecto de baratillo: botas de vino, sombreros, botijos, americanas, cestas... ¡hasta ropa interior!», describió el redactor.

Las gentes, en mangas de camisa, jugaban al mus, cantaban, reían o dormitaban. En la breve parada de Aranjuez, algunos bailaron al son del acordeón mientras otros hicieron acopio de más comestibles. El botijo tardaría sus 18 horas, pero era un tren «con honores de especial», que pasaba sin detenerse por las estaciones y solo paraba cuando atisbaba una fonda.

Ilustración de Mecachis ABC

Los tres enviados de 'Blanco y Negro' recordarían el trayecto por «el tango de los cuatro tientos» que les tiró una señora durante buena parte del viaje, por la visita del incansable Mestre, que recorría cada tren interesándose por el buen ánimo de «su público», y por el buñolero que les dijo con ingenuidad que en Alicante «si no se bañaba se lavaría». Una de las dos cosas. Quizá fue uno de los botijistas que Mecachis dibujó «bañándose en su propia tinta».

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Sobre el autor Mónica Arrizabalaga

Redactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).

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