Mariana Enríquez: «El terror es el género que mejor ha explicado siempre Argentina»
La escritora bonaerense regresa al cuento gótico y fantasmal con 'Un lugar soleado para gente sombría'
Mariana Enríquez, una paseante solitaria entre tumbas
Barcelona
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Iniciar sesiónA Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), tote bag de Lana del Rey al hombro y colgante de la 'red right hand' de Nick Cave en el cuello, le han montado una gira por España que se parece más a la de una estrella ... del rock que a la de una escritora. En la sede de Anagrama se respira, casi se masca, la expectación. Todo el mundo quiere saludarla; al equipo de La Central, de visita guiada por las instalaciones de la editorial, se le hace la boca agua; e incluso 'el jefe' italiano, Carlo Feltrinelli, se deja caer por ahí para decir 'ciao'. No es para menos: cinco años después de ganar el premio Herralde con 'Nuestra parte de noche', la argentina, reina madre del horror, el terror y la literatura fantástica anclada a la realidad, regresa con una espeluznante colección de cuentos poblada por fantasmas, hoteles endemoniados, sexo espectral y ecos macabros de la dictadura argentina.
— Durante la pandemia, dijo, el lugar de donde te venían sus ideas se había quedado a oscuras. ¿Ha vuelto ya la luz?
— Así es. Estos cuentos los escribí casi todos en el verano del 2023, hace relativamente poco. Había una ola de calor en Buenos Aires y me puse a escribir. Y bueno, salieron. Fue la primera producción grande que hice después de la pandemia. Pero no es temático, ni mucho menos. Fue como salir de un momento que me parecía un poco redundante e innecesario, con un exceso de realidad.
— ¿Es entonces el terror su lugar seguro?
— Definitivamente. Además, me permite crecer, hacer diferentes lecturas. Estos cuentos, por supuesto, tienen mis obsesiones de siempre, pero ya el autor que está ahí y las voces son de una persona más grande. Mi primer libro de cuentos, 'Los peligros de fumar en la cama', es muy de miedos adolescentes, y me preguntaba mucho si después el género podía envejecer, ya que durante toda la vida uno padece miedos. El secreto del terror es que es un ensayo, te prepara para los miedos reales.
— ¿Cuáles diría que son esas obsesiones recurrentes?
— Lo social llevado hacia lo fantástico; los fantasmas, que es algo que me obsesiona mucho; las enfermedades mentales; el deterioro del cuerpo. También cierta idea de belleza y una realidad destruida o irrumpida por lo sobrenatural en la que cada vez es más difícil saber qué es real.
— El cuerpo, la carne, está muy presente en muchos relatos.
— Y en la mayoría de los casos es muy realista. O sea, a mi me gusta el 'gore' y el 'body horror', pero quería que emanaran de situaciones reales físicas. 'Metamorfosis', por ejemplo, parte de una histerectomía, que es una operación de rutina para las mujeres. 'Julie' es una chica obesa; su cuerpo, que la narradora ve como grotesco, no tiene nada de monstruoso dentro del orden de lo fantástico. Luego, bueno aparece la nenita esa que se va pudriendo, que es un tema recurrente, pero hay un universo de cuerpos que tienen diferentes padecimientos, y casi todos son reales.
— Con 'Un lugar soleado para gente sombría' vuelve al cuento después de la novela 'Nuestra parte de noche' y después también de antologías periodísticas y 'Porque demasiado no es suficiente: mi historia de amor con Suede'. ¿Se entendería a Mariana Enríquez sin una de estas patas? ¿A la lectora de Stephen King sin, pongamos, la fan de Suede o Manic Street Preachers?
— Ese libro de Suede, por ejemplo, tiene apartados donde analizo el fanatismo por Lord Byron o Liszt... La cultura pop, la música, la literatura más alta o más baja, forma como una especie de constelación que va cambiando según mis intereses. Sí, es como un rompecabezas, lo que no significa que tomando sólo una pieza no se me pueda entender.
— El cuento que da título a la antología también se podría interpretar como una suerte de fanatismo: el de esa gente que se reúne alrededor del tanque de agua del Hotel Cecil de Los Ángeles esperando noticias del más allá.
— Sí, son como una mini secta que la protagonista va a investigar con poco interés, aunque se termina enfrentando a otro fantasma de Los Ángeles, que es una ciudad a mí me parece una ciudad muy fantasmal también. Estoy bastante obsesionada con Los Ángeles, desde David Lynch y John Fante a su novela negra y ese 'downtown' tenebroso que es totalmente real. Me parece fascinante que un lugar tan extraño sea el centro de la producción cultural que conocemos.
— Seguimos con 'Un lugar soleado para gente sombría', cuento que está basado en el caso real de la extrañísima desaparición y muerte de Elisa Lam en el Hotel Cecil. ¿Qué tal se lleva con el 'true crime'?
— Ese en particular me inspira, porque tiene una serendipia particular: hay una novela de un escritor japonés, Kôji Suzuki, que se llama 'Dark Water', donde, mucho antes de lo que le pasó a esta chica, se arroja a una niña a un tanque de agua. Luego se hizo una película y años después ocurre esto en el Cecil. ¿Es algo que simplemente pasó como una maldición extraña? Ella es ahora como un fantasma de Internet y el hotel es conocido por sus crímenes y por el asesino en serie Richard Ramírez, así que como género el 'true crime' no me fascina mucho, pero hay algunos en particular que sí, sobre todo aquellos que tiene como una 'ocultura' alrededor.
— Ya que habla de Richard Ramírez, ¿qué opina de los asesinos convertidos en iconos pop?
— Es algo que creo que ahora se está intentando desarticular, pero cuando yo era chica y adolescente no había ningún intento de desarticulación y directamente eran iconos pop. No hay tanta literatura con asesinos en serie, pero sí cierta centralidad como cambios de época: con Jack el Destripador empezó el siglo XX, con Charles Manson acabaron los sesenta… La glamurización de esas encarnaciones periódicas del mal viene de lejos, y a veces cuando se intenta desarticular es peor. Yo creo que lo más inteligente en cultura pop que se hizo sobre eso fue 'Érase una vez en... Hollywood', de Tarantino. Porque Sharon Tate es un fantasma que trae de vuelta como una chica bella, joven y alegre que se está viendo crecer y que finalmente no muere. Es una ucronía, sí, pero me parece lo más interesante para sacarle el poder al monstruo. Fue la primera vez que pensé en ella como en una chica joven, como en una actriz que estaba embarazada y que la estaba pasando super bien, y no como una víctima. También fue la primera vez que me hizo cuestionarme por qué estaba tan fascinada por ese tarado y no por ella. Sigo fascinada con el tarado, pero por lo menos una obra de arte me puso frente a mí misma y me cambió el foco con autoridad.
— ¿Sabe ya por qué le fascina?
— Por el extremo. Muchos artistas que tienen una fascinación por lo oscuro, por lo terrorífico, es porque tienen una fascinación por el límite. Y esas son personas que en general cruzaron un límite incomprensible y en muchos casos hacia algo que se roza con lo sobrenatural. Al leer sobre estos asesinos, hay momentos en los que no parece que lo que esté en funcionamiento sea una gran inteligencia suya o incompetencia de la policía, sino una especie de ayuda para que el mal ocurra. Además, me fascina el límite mental; hasta dónde puede llegar el ser humano en el mal. A diferencia de la cultura que estamos viviendo contemporáneamente, que trata de no mirar o de evitar lo horrible, yo tengo fascinación por cómo funcionan esas cabezas. No quiero no saber cómo funcionan esas cabezas.
— Por cierto, ¿existen realmente comunas en las que la gente tiene sexo con espíritus?
— Existen, sí. Yo sabía de una en Arizona. La asociación que aparece en el cuento tiene el nombre de una ocultista, Marjorie Cameron, que decía que se quedó embarazada de su marido muerto. Hubiese sido el primer hijo de fantasma y persona. Y también en California, cerca de los Manson y de toda la mística psicópata de esa época.
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— Luego está 'Los himnos de las hienas', relato que, con sus torturas y sus fantasmas, se podría haber llamado perfectamente Pesadilla en Sans Souci de Tandil. ¿Es esta la única manera de poder contar los años de la dictadura?
— Para mi generación sí. Una generación más grande que la mía vivió la dictadura, la transitó y puede contarla desde el testimonio y el realismo. Para mí el recuerdo de ese miedo es absolutamente fantasmal. Poder contar la dictadura desde el realismo es muy difícil porque no tengo más que las impresiones de un niño, así que mi experiencia se parece más a un cuento fantástico y de terror que a un testimonio. Además, la dictadura no termina cuando termina. Hay como una larga resaca y también una cuestión que tiene que ver con las prácticas de las fuerzas de seguridad, que eso sí lo viví. Y me pasó mucho, esa irrupción de la autoridad como un fantasma. Cuando tenía diecinueve años, un compañero mío de la facultad fue secuestrado por la policía porque se peleó con alguien. Se lo llevaron a pegarle en la comisaría y lo mataron. Y desaparecieron el cuerpo. Plena democracia, yo ya era grande… Creo que eso finalmente me politizó. Y eso supuestamente no tenía que ver con la dictadura.
— Y ahora, ¿es el terror lo que mejor explica la realidad de Argentina?
— Si te soy sincera, creo que el terror es el género que mejor la explicó siempre. Y sobre todo el fantástico, y el absurdo. Este momento tiene sus características particulares que para mí tienen que ver con un límite. Con un límite al que llegó la gente, con una elección por el extremo, y por un jefe de Estado que toma decisiones muy extremas todo el tiempo, lo que hace que sea una situación tensa y muy extraña. Es un gobierno que va muy rápido, así que a mi me tiene un poco pasmada y abombada. Me parece un momento muy confuso. Y sí, por supuesto, la confusión tiene mucho que ver con el terror.
—¿Es 'Un lugar soleado para gente sombría' el aperitivo de esa gran novela de fantasmas en la que, dicen, está trabajando?
— Es un poco un aperitivo, sí, sobre todo 'Mis muertos tristes'. Lo que pasa es que soy lenta para las novelas: tiene que estar lista cuando a mí me guste, así que sigo trabajando en ella.
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