Karl Ove Knausgård: «Volver a escribir ficción es una manera de ser más honesto y sincero»
Después de hacer historia con 'Mi lucha', monumental proyecto autobiográfico, el noruego regresa a la novela con 'La estrella de la mañana'
«La ficción siempre ha sido una manera escapar, y con 'Mi lucha' quería estar presente ahí donde duele»
Carrère: «No entiendo que se le reproche a un escritor que hable de sí mismo»
Barcelona
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Iniciar sesiónSe vació con 'Mi lucha', monumental proyecto autobiográfico de seis tomos y más de 4.000 páginas, pero Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968) no ha dicho aún su última palabra. Al contrario. Una vez clausurado su mano a mano con la autoficción, ... impúdico estriptis integral prolongado por su 'Cuarteto de las estaciones', el escritor noruego más famoso del mundo regresa a la novela con 'La estrella de la mañana' (Anagrama), su primera obra de ficción en casi dos décadas y pirueta narrativa con la que bordea el terror y lo sobrenatural. Casi 800 páginas con las que inaugura nueva hexalogía y da voz durante dos días a nueve personajes cuyas vidas empiezan a sacudirse cuando una nueva estrella aparece en el cielo.
—Después del esfuerzo titánico de 'Mi lucha' y del 'Cuarteto de las estaciones', ¿qué significa regresar a la novela?
—Es fantástico. Yo soy novelista, así que es como volver al principio.
—¿No la ha echado de menos en todo este tiempo?
—'Mi lucha' requirió todo mi tiempo y esfuerzo; en ese momento lo escribí porque la ficción no funcionaba para mí. La ficción siempre ha sido una manera de alejarme de todo, un poco de escapismo, y con 'Mi lucha' no quería escapar, sino estar presente ahí donde duele. Volver a escribir ficción es una manera de ser más personal, más honesto y más sincero, porque puedes hacer más cosas; hay más libertad. No trata de ti.
—En cierto modo, el proceso es el mismo en ambos casos: convertir lo ordinario en extraordinario.
—Así es. Todos los personajes están en el presente, aquí y ahora, y están contando y viviendo la historia. Por eso hay tantos elementos cotidianos de la vida diaria aburrida. La historia global está ahí, pero no es en lo que me centro, sino que todo va avanzando con las vidas cotidianas. La vida real es así: todo avanza, y a pesar de que haya algo grande, una guerra o lo que sea, sigues teniendo esa vida cotidiana y conectas con la quienes tienes alrededor.
—¿Siguen buscando los lectores al Knausgård de 'Mi lucha' en las páginas de la novela? Seguro que más de uno le ha preguntado cuánto hay de usted en, por ejemplo, Arne.
—Sí, exacto, especialmente con él. Fue uno de los primeros personajes que escribí, y empezó con algo muy familiar: la literatura, la mujer con problemas mentales...Pero a la vez él es muy distinto. Un familiar cercano incluso me preguntó que por qué no le había dicho que tuve un accidente por conducir borracho, algo que le ocurre al personaje. Y yo no lo hago, claro; no bebo y conduzco, por lo menos no en esas cantidades. Pero mucha gente piensa: 'ah, vale, esa es la historia, así trata a sus hijos, así bebe, así es su mujer...'. Pero no.
—'Mi lucha' fueron seis volúmenes, el 'Cuarteto de las estaciones', cuatro... Y ahora, con esta novela, abre una nueva serie de cinco…
—En realidad serán seis al final.
—Vaya, pues seis. ¿Necesita pensar siempre a gran escala?
—No, no es eso. Intenté que esto fuera una novela normal. Pero a veces siento que he escrito cien páginas y no he dicho nada. Claire Keegan, por ejemplo, en cien páginas te ha contado toda la historia y es brillante, pero no es mi estilo. La manera en la que yo escribo es al detalle, casi como al minuto de la historia. No puedo alejarme de eso.
—De esta novela se ha llegado a decir que bordea el terror sobrenatural.
—La inspiración siempre ha sido 'Drácula'. Una novela fantástica, increíblemente buena. Luego hay otra cosa: mientras estaba escribiendo este libro llegó la pandemia. Y al principio todos estábamos asustados. No sabíamos qué era, y teníamos eso en común: era algo externo, ajeno. Por todos lados había ambulancias y gente con guantes y mascarillas, pero al mismo tiempo todos teníamos nuestras familias y estábamos en casa. Y el horror se quedaba afuera. Y eso es lo que sucede: cualquier cosa que sea distinta a lo que estamos acostumbrados nos asusta. Si ves algo que no puedes escribir, que no puedes explicar, eso asusta. Volviendo a 'Drácula', creo que lo que resulta horripilante es la transgresión. Es lo raro, porque él no muere. Y para mí eso es fascinante.
—También hay conexiones muy directas con la Biblia.
—Cuando iba a la escuela, ser cristiano era 'cool', y yo era lo contrario: no me gustaba la religión. Pero cuando empecé a acercarme a la escrituras me di cuenta de que la Biblia era algo muy especial. Me interesan las preguntas existenciales, y acudes a la Biblia a buscar esa filosofía, esas respuestas. Y vas a la Biblia a buscar esa filosofía, esas respuestas. Lo bueno de la Biblia es que es muy visual, muy simple, y a la vez hay mucha profundidad en las historias. No es que yo lea la Biblia cada día, pero es algo que está ahí, sí.
—«Nunca volveré a ser tan libre», dijo tras 'Mi lucha'.
—Y me equivoqué.
—¿Por qué?
—Porque en ese caso sí que tenía un límite. No es que me interese decir todo lo que se me pasa por la cabeza, pero una novela me da más libertad.
—¿Se arrepiente de algo entonces?
—Me tendría que arrepentir de todo o de nada, así que no.
—Decía Emmanuel Carrère hace unos días que no entendía que a un escritor se le criticase por hablar de sí mismo. ¿Por qué genera tantos anticuerpos la autoficción?
—No sabría decir. Se pueden cuestionar muchas cosas de alguien que escribe sobre sí mismo: que es un narcisista, que no resulta interesante... Pero, a la vez, ahí es donde está el mundo. El mundo está en una persona. Y la única pregunta al escribir sobre uno mismo es: ¿lo que estoy escribiendo es bueno? ¿Tiene relevancia para alguien? Creo que Carrère es un muy buen ejemplo: es uno de los cinco mejores escritores del mundo.
—¿Escribir es su manera de «mirar al diablo a los ojos», como dice uno de los personajes?
—No, creo que es una manera de intentar dar sentido a las cosas. Ahora estoy escribiendo el cuarto libro y tengo un personaje realmente antipático. Quizá eso sería lo más cerca que he estado de escribir sobre el mal.
—En la novela aparece de refilón otra obsesión recurrente: el nazismo. ¿Llegará algún día esa novela sobre el tema que dijo en 'Fin' que estaba planeando?
—Vuelvo a ese tema a veces, sí. Creo que es como una imagen de nosotros mismos. 'Mi lucha' representa lo que es un ser humano, con todos sus errores. Y lo que nos hace humanos es lo que desaparece en el nazismo. Ahora tenemos la extrema derecha, lo que está sucediendo en Rusia... Muchas cosas que hacen que sea un tema relevante. En la literatura hay cuestiones desagradables, y me interesa cómo lidiamos con ellas. Una novela debería ser un espacio de completa libertad.
—En la manera que tiene de abordar la enfermedad mental hay mucho del 'Hambre' de Knut Hamsun.
—La verdad es que nunca me lo había planteado, pero sí, 'Hambre' es uno de los libros más importantes para mí. Trata sobre la presencia, el presente, y sucede todo minuto a minuto para él y para el mundo exterior. Es una novela fantástica y siempre ha sido importante para mí. Pero nunca me había planteado esta conexión.
—«No sabría decir por qué, pero si no escribo me siento muy mal», decía hace años. ¿Ha descubierto ya el motivo?
—No, pero me siento del mismo modo.
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