Andrés Trapiello: «Cuanto más ejerces la libertad, más libre quieres ser»
El escritor leonés publica 'Éramos otros', el tomo vigésimo cuarto de sus diarios, que corresponde a 2010, año en que editó, ampliada, 'Las armas y las letras'
Andrés Trapiello, episodios personales
Madrid
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Iniciar sesiónSucede al entrar en casa madrileña de Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) lo mismo que acaece en las páginas de sus diarios: que la conversación se llena de anécdotas y entonces ocurre que los nombres se reducen a una sigla porque lo ... que importa, despejado el morbo del protagonista, es más bien dar testimonio de los hechos vividos, de las frecuentes miserias que reflejan sobre el mundo, sobre todos. Trapiello acaba de publicar 'Éramos otros' (Ediciones del Arrabal), el tomo vigésimo cuarto de su célebre 'Salón de pasos perdidos', un diario en el que ha novelado media vida.
En su salón nada se pierde. Encima de la mesa tiene un cuaderno muy grueso con pinta de libraco, bellamente encuadernado, en el que está escribiendo con letra diminuta lo que le sucede este 2023. Esta mañana, un viaje a la feria del vino de Albacete, donde encontró lectores y políticos, cuyos nombres serán reducidos a siglas cuando, dentro de algunos años, elabore el tomo correspondiente a 2023.
-¿Le molesta que una reseña se centre en desvelar la identidad de los señores X detrás de las anécdotas?
-Es absurdo. Tuvimos una muchacha del pueblo en casa durante cinco años que era muy lectora. Leyó todo lo que pudo de la biblioteca: Balzac, Dickens y también los diarios, con mucha curiosidad, porque salían su madre y la gente que conocía de Pago de San Clemente. Conté en un tomo un viaje demencial con Gimferrer a Toledo. Y ella me preguntó: ¿quién es este poeta que va contigo? Le despejé la X, pero no le conocía y se encogió de hombros.
-¿Los nombres pierden interés?
-Elegí las X porque leí los diarios de Stendhal, que están anotados e identifican a todos los citados. Monsieur Marcel, monsieur Dupond… Era un engorro, no me decían nada. Lo importante es aquello que cuentas, la moralidad del hecho, no la del personaje. A veces, es cierto que saber quién es resulta importante. Si voy a ver al Papa y me dice que no cree en Dios, si lo cuento poniendo X no es lo mismo. Pero normalmente al Papa, no siendo yo Yolanda Díaz, no voy a verlo, así que mi vida está construida con gente común e intercambiable. Mi vida es intercambiable.
«El poder cultural es de izquierdas. Que nadie cuestione los presupuestos del poder me resulta sospechoso»
-¿Qué tiene de novela este diario?
-Hay quien dice que hago trampa, que cojo un diario y lo transformo en una novela. De hecho se llama 'Salón de pasos perdidos, una novela en marcha'. Cuando junto lo anotado para publicarlo, años después, no me sirve ni la mitad. El decalaje proporciona una perspectiva novelesca. Porque la novela ordena la vida, le otorga un sentido, le da un argumento. Las vidas no tienen argumento. La novela se basa en argumentos por el sentido que proporciona a lo que no lo tiene (la vida es un sinsentido) y eso nos ayuda a comprender el sinsentido de la vida.
-Hay más vida familiar que literaria.
-La vida literaria es un oxímoron. O es vida o es literaria. En mi diario hay sátira, comedia, pero en proporción muy pequeña. No me interesan los personajes. Lo importante es el viaje, no quien lo haya hecho. A los literatos del XIX que he leído para mi libro sobre Madrid nadie los recuerda.
-Pocos escenarios más novelescos que el Rastro que pinta, con su paisanaje.
-Me da miles de personajes, en los que he descubierto más autenticidad y realidad que en este mundo de la literatura en el que todo es ficción, es paripé.
-En 2010 tuvo una bronca por un objeto suyo que le querían vender. El aire recuerda al de las novelas ejemplares.
-Ese es el modelo. En España hay dos grandes ramas del tronco literario, la cervantina (Galdós, Azorín, Baroja) y la quevedesca (Torres Villarroel, Larra, Valle, Cansinos, Cela, Umbral)… Me identifico con la primera porque implica una mirada risueña, luminosa, no es sombría aunque retrate cosas solanescas. Pasa igual en pintura. Velázquez y Murillo son cervantinos, Carreño de Miranda o Valdés Leal son quevedescos. Esto no se elige, es un temperamento.
-Y nunca renuncia usted al humor...
-El humor es un rasgo de la vida; no es tratar de ser gracioso, es la mirada, es el heraldo de la alegría, anuncia un estado luminoso y no dañino.
«Es falso que los mejores escritores e intelectuales se pusieron en la guerra del lado de la República»
-Hay quien se molesta, a pesar de las X. Pero se ríe de usted mismo, reflejado en M., la sigla de su esposa Miriam.
-Ha podido molestar, pero sólo al interesado, si se reconoce. No ven los demás una saña, perciben que probablemente la realidad era todavía mucho peor. Incluso si el personaje es deslucido intento no cargar las tintas. Me importa añadir que M. es el personaje más importante del libro. Tiene un proyecto maravilloso: 'M. y su doble' debe explicar la resignificación como persona y personaje. «Detrás de esa M. hay una persona real, que Andrés no ha contado porque esa historia me pertenece y la voy a contar yo», dice. Va a completar, como hace el lector, los diarios.
-Decir las cosas y no cargar las tintas es el filo. Hoy todo el mundo tiene discursos preparados pero cada día hay menos tolerancia a que alguien diga de verdad lo que piensa.
-Es horroroso en el periodismo y en la política no te cuento.
-En los diarios tiene una manera libérrima de expresarse, aunque incomode a todo el mundo. ¿La incomodidad es un ejercicio muy necesario?
-Es la pregunta del millón en la literatura, que está para acercar lo más posible el pensamiento a la expresión. El problema es que hoy no decimos en público lo que decimos en privado y esto hace un daño tremendo a la sociedad. Acaba siendo esquizofrénica. Cuando empecé leí muchos diarios. Tiene por ejemplo el de Jiménez Lozano, que es intelectual y tiene excluida toda su intimidad. Pero no importa porque habla, por ejemplo, del aciano, la flor azul, con tanta intimidad, porque la traslada a esas cosas. Yo entendía que mi persona está compuesta de familia, humor, depresión, soledad, viajes, reclusión. Y quise que mis diarios reflejasen todo eso, un fractal de lo más completo, siempre libre para hablar de todos los asuntos.
-Libre incluso para retratarse.
-No hay otro filtro que la naturalidad, no impostar la voz. El diario es el tono. Si empiezas muy alto te va a salir un gallo. Si demasiado bajo, te ahogarás. Tienes que encontrar la voz apagada, una cierta estructura en sordina, que permita modular todo lo que vas viendo siempre con libertad. Esto tiene muchas consecuencias en la vida política, literaria y personal. Si los filtros que tienes entre lo que piensas y lo que dices son pocos vas a tener problemas. La sociedad no está basada en la verdad sino en la conveniencia y el interés. La literatura es sobre todo el ámbito de lo desinteresado sólo para reflejar la realidad. Hay consecuencias positivas y hay negativas.
-¿Cuáles son las negativas?
-Te hace la vida más difícil, pero si tú eres libre tu proyecto se verá potenciado; cuando más ejerces la libertad más libre quieres ser. Si me han cancelado, yo no me he enterado. Seguramente sí, habrá listas que no me quieran.
«La vida literaria es un oxímoron. O es vida o es literaria. En mi diario hay sátira, comedia, pero en proporción muy pequeña. No me interesan los personajes. Lo importante es el viaje, no quien lo haya hecho»
-Hay batallas que usted no se ha ahorrado. Habla de ello en el libro, cuando amplió 'Las armas y las letras'.
-Es una conquista. A corto plazo te trae problemas. Cuando publiqué 'Las armas y las letras' puse en entredicho todo el discurso hecho sobre la Guerra Civil. Sobre todo la mayor falsedad: que los mejores intelectuales y escritores de España se pusieron del lado de la República. Pero es que los mejores no eran Alberti, León Felipe o Emilio Prados. Estaban Juan Ramón Jiménez, Unamuno, los Machado, Ortega y Gasset, Clara Campoamor, Chaves Nogales... Estas batallas hay que darlas.
-A muchos no les gustó...
-Precisamente quienes vivieron de esa falsedad, como vivieron de la guerra y de la derrota los Albertis de turno, se resistieron. No estaban dispuestos a perder el relato y la guerra. La guerra la habían perdido sus abuelos. El relato sí tenían que perderlo ellos. Aquella guerra no es nuestra guerra.
-Qué importante decir esto ahora.
-Sí. Que no me vengan con cuentos, ni siquiera el dolor de los biznietos. El relato de una guerra civil hay que completarlo, no vale que sea de una parte. Con el relato de la realidad pasa lo mismo. Si eres libre contando una cosa, trae problemas y cancelaciones, pero esa libertad te permite continuar el proyecto. De manera cada vez más libre. Por lo que respecta a los diarios, voy a cumplir setenta años y aquí sigo. No han sido demasiados problemas, demasiado bien me ha ido si llevo 24 tomos y hablando de esto. Y muy agradecido.
-¿No siente que todo esto casa cada vez menos con los relatos del pasado y del presente que nos quieren dar?
-Hay intelectuales que están con el poder. El poder cultural es de una 'sediciente izquierda reaccionaria', en expresión de Ovejero. Y que nadie cuestione los presupuestos de ese poder me resulta sospechoso de escritores que presumen de libertad y son pastueños, a veces por dinero o en ocasiones por afinidad ideológica. Nuestra labor como escritores es por lo menos dar testimonio de ese disenso, jugándotela. Hablar de los 26 infernales años de Ayuso es poco expuesto.
«Para que vuelva la normalidad debe volver con justicia y para ello necesitamos más libertad y más igualdad»
-Hoy que tenemos terroristas condenados en las listas de Bildu...
-Los de los 26 años infernales no saldrán a decir que es una vergüenza que estos condenados intenten gobernar en pueblos donde cometieron asesinatos, o que se bajen las penas a los maltratadores, o la malversación.
-¿Cómo columnista, con el debate político encanallado, ha cambiado?
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-En la política todo se ha encanallado y yo siento que ahora tengo menos que perder. Arzallus, Zapatero y Mas han sido nefastos, embarraron la política. Para que vuelva la normalidad debe volver con justicia y para ello necesitamos más libertad y más igualdad. Pero el columnismo está muy bien en España, hay todos los días diez o doce artículos que hay que leer. Pero también veo 8 o 9 que hacen el grotesco papel del literato gubernamental que desvía la atención hacia donde el poder necesita.
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