Adiós a Louise Glück, la poeta que resucitaba viendo una flor
Nobel de Literatura en 2020, ha fallecido a los 80 años en su casa de Cambridge (EE.UU)
Muere la premio Nobel de Literatura 2020, Louise Glück, a los 80 años
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Iniciar sesiónLouise Glück era una de las grandes damas de la poesía norteamericana, todavía en ella existía ese fervor, ese entusiasmo y esa creencia por hacer del poema un espacio donde los lectores pudieran reconocerse. No es extraño por eso que el sentimiento de ... orfandad se haya dejado sentir en las letras estadounidenses tras conocer su fallecimiento, donde su voz, la intimidad de su voz era querida y apreciada hasta la devoción.
Louise Glück se confesaba en cada libro, confesaba cada latido de su dolor, de las encrucijadas familiares, de los estigmas que le dejó una madre con la que tuvo que ajustar cuentas para poder poner su vida en claro. Sus raíces judías la hicieron desde su pronto familiarizarse con la escritura como lamento, como llaga, como una forma de mirar desde la extrañeza. En su juventud recurrió al psicoanálisis para salvarse de sus crisis nerviosas, sobre todo para ser esa resucitada de las cenizas de la anorexia que empieza a creer en su propio cuerpo y que descubre las inmensas posibilidades de su yo más allá de la enfermedad. Llegó a tal grado su delgadez que parecía que se iba a hacer invisible en cualquier momento.
Rara porque le conmocionaba la luz de los medios de comunicación, y excéntrica porque necesitaba poner distancia con el teatro de su proyección pública, le gustaba vivir apartada como su querida Emily Dickinson, le motivaba siempre una furia interior que había aprendido en la Biblia y se dejaba seducir por las cosas simples de la naturaleza porque en ella veía la parca solemnidad de una flor, de un paisaje, de una cabaña junto al lago. Su recogimiento lo hacía oración, plegaria que era como una pregunta sobre el lugar de la vida y pregunta que ella resolvía por medio de visiones. Lo que vio siempre fue que cada cosa, cada ser esconde un sentido hermético, una realidad mucho más densa, más compleja y más fascinante que lo que se muestra a primera vista.
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Louise Glück, nada ha muerto durante la noche
Jaime Siles
«Fui la segunda hija en el matrimonio de mis padres, y la primera en sobrevivir», escribió. Y ese sentido de ser alguien que se aferró a la vida marca de alguna manera toda su escritura. Hay una parte de ella que se demora en elaborar una indagación en la geografía, la mitología y la metafísica de la muerte. Ahí vemos a Aquiles lamentando su desgracia, a Perséfone viajando a los círculos infernales, nos sentimos conmovidos en el monte Ararat. Sin embargo, Louise Glück creó para todos los lectores de su obra, ese momento de la duración, de la amistad con el mundo a partir de los lirios del campo, del mensaje de las flores, de esa fragilidad de lo que está en medio del tiempo, de la tragedia del tiempo y que se alza sobre él. Es como abrir una puerta al final del sufrimiento, como si todo lo que existe liberara una forma nueva de ser, como si el amor fuera una búsqueda continua que no se termina ni siquiera cuando es encontrado.
Entre el duelo y la resurrección, entre la ausencia y la compañía familiar, con un estilo donde se alían la imagen precisa y la meditación, Louise Glück ha creado una de las obras poéticas más memorables de nuestro tiempo porque en ella están las heridas de nuestra infancia, los abandonos de nuestros matrimonios, la herencia de nuestra cultura y esa voz que no cesa de salvarnos y de decirnos que la hierba y los árboles tienen un pacto con las estrellas, y que esa es nuestra manera de entender que la poesía debe despojarse de ser un arte llagado. La gran herencia que nos deja es que la poesía es el arte de contemplar, el arte de hacer de la biografía una meditación, el arte de hacer del poema una confesión cultural y un riesgo donde la lengua forma parte del pensamiento y de la emoción.
Su vida, en cualquier caso, fue la de una mujer que hizo de la soledad un baluarte para no seguir siendo agredida por todas las oscuridades de nuestro tiempo y por las oscuridades de nuestra experiencia personal. Por eso buscó refugio en las flores, en los campos y en los jardines de una vida nueva.
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