El Macondo gallego de Wenceslao Fernández Flórez
Ediciones 98 recupera la figura del autor gallego con la reedición de 'El bosque animado' y las novelas que escribió tras huir de la Guerra Civil

Hay algo de subversivo en recuperar a aquellos autores que en otra época disfrutaron de popularidad y que esta España de las causas bonitas, hoy, ha relegado al olvido. En ello anda Jesús Blázquez , editor de Ediciones 98, que ha incorporado a su ... catálogo firmas como las de Julio Caro Baroja, Ciro Bayo o César González Ruano. Ahora es el turno de Wenceslao Fernández Flórez , sucesor de Azorín como el cronista parlamentario más reputado de los años previos al estallido de la Guerra Civil.
El escritor coruñés no ocupa ese lugar de honor en el que han sentado a firmas como Camba, Pla o González-Ruano, pero el reconocimiento del que gozó en vida fue formidable. ¿Por qué esta desmemoria? Miguel Pardeza apunta a varios motivos: que Wenceslao fue un tipo excepcional, por raro –no en vano ingresó en la Real Academia Española en plena dictadura, un honor que le concedieron durante la II República–; porque fue un autor más de lectores que de críticos; por su personalidad retraída y, esto lo añade Andrés Amorós , por la barbarie de estos tiempos.
«Si no se trata de una obligación escolar, ¿quién lee hoy a Azorín, a Pérez de Ayala, a Gabriel Miró, a Ramón Gómez de la Serna, a tantos otros grandes escritores?», se pregunta Amorós. Ocurre además que a Fernández Flórez, por escribir en ABC y no seguir la corriente del lado rojo del país, fueron a buscarlo a su casa para matarlo. Escapó con la ayuda de su hermano y un diplomático y luego narró su experiencia.
«Por lo visto, no es de buen gusto dar testimonio de lo que uno ha vivido y sufrido...», dice Amorós. Lo hizo en tres obras que escribió tan pronto como pudo salir de España, después de varios meses oculto en las embajadas argentina y holandesa. En el 'El terror rojo' (1938), publicado originalmente en portugués, contó su agónica peripecia en los primeros compases de la guerra en Madrid. En ' Una isla en el mar rojo ' (1938) llevó estos hechos a la novela. ‘La novela número 13’ (1941) cierra su particular trilogía de la Guerra Civil.
Tras reeditar estas obras, Ediciones 98 se ha embarcado ahora en el lanzamiento de 'El bosque animado' (1943), sin duda su título más conocido. «El mejor de mis libros: el que yo releeré», decía. A que esta sea su novela más leída contribuye que se incluya en ediciones para lectores juveniles y el éxito de la película de José Luis Cuerda. «Las dos cosas pueden dar lugar a lecturas muy discutibles», sostiene Andrés Amorós, autor del prólogo. A su juicio, esta es la primera novela española del realismo mágico.
No es que esta novela se anticipara a García Márquez ; de hecho, sus influencias tienen más que ver con la literatura inglesa o irlandesa y el lirismo gallego, pero sí convierte la fraga de Cecebre (La Coruña) en un universo sensorial y sentimental que nace de sus raíces personales, donde las vidas de los vientos, las nubes, los árboles, las luciérnagas, los lobos y todos los bicho vivientes del bosque confluyen en una lección final: lo más prodigioso es vivir. «El bosque como vida. La vida mágica de un bosque animado que todos vivimos», resume Amorós.
Cómo un autor que venía de donde venía y a quien además se tenía por humorista se embarcó en la escritura de esta novela tan atípica, contemporánea de 'La familia de Pascual Duarte' o 'Nada', ha sido objeto de debate. Algunos lo acusaron de escapismo, ignorando sus novelas 'rojas', y otros creen que hizo protagonista a una fraga para eludir la censura.
«En realidad, las cosas son más simples y, a la vez, más complicadas. Fernández Flórez escribió 'El bosque animado' porque quiso, porque le dio la gana», señala Amorós. El origen de este libro está en unos artículos publicados en 1924: tres capítulos de la novela coinciden con la serie que publicó veinte años antes. «Según eso, el primer impulso para escribir 'El bosque animado' no fue huir de la realidad ni de la censura franquistas, sino, en todo caso de la de Primo de Rivera».
Primo de Rivera, por cierto, fue blanco de las críticas de Wenceslao mientras se desempeñó como cronista parlamentario. Acogió con esperanza la llegada de la República, donde lo auparon como miembro de la Real Academia, pero pronto pasó al desencanto. Tras el largo paréntesis de la guerra, en 1945 tomó posesión con la lectura de un discurso sobre 'El humor en la literatura española'. Para cultivarlo y entenderlo, dijo, requiere madurez, en los individuos y en los pueblos. En esas seguimos.
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