Elizabeth Strout: «Siempre me ha interesado la vida de la gente común»
La autora estadounidense recupera a uno de sus mejores personajes, Lucy Barton, en su última novela, 'Ay, William'
La escritora estadounidense Elizabeth Strout
Hay personajes literarios tan bien construidos, tan maravillosamente reales en su pura ficción, que una quisiera que traspasaran los límites de la página y te acompañaran un rato en su versión de carne y hueso, o toda la vida. Pero, claro, no todos son así, ... y tampoco tienen la culpa, pobres. Están siempre en manos de sus creadores, dependen de ellos. Y hay escritores que tienen un don, añadido al que les permite regalarnos realidades inventadas, para dar forma a sus protagonistas. Elizabeth Strout (Portland, Maine, 1956) es uno de ellos.
La autora estadounidense es la 'madre' de dos de las personalidades ficticias más atrayentes y adictivas, casi, de los últimos años: Olive Kitteridge y Lucy Barton . Suele volver a ambas con cierta frecuencia, para regocijo de sus muchos lectores, y a Barton regresa en su última y excelente novela, 'Ay, William' (Alfaguara), que acaba de llegar a las librerías españolas.
En ella, nuestra Lucy es, a sus espléndidos 65 años, una escritora de éxito que se acaba de quedar viuda de su segundo marido y se convierte, sin comerlo ni beberlo, en confidente del primero, al que apoya en su inesperado peregrinar por una crisis personal que les llevará a reconstruir su relación, nunca rota, en realidad.
«Cuando trabajo con mis personajes, si no logro conocerlos, conectar con ellos, los dejo libres, pero si consigo conocerlos bien sigo con ellos», confiesa Strout, en rueda de prensa telemática desde su casa de Maine, sobre su relación con los protagonistas de sus historias, todas ancladas a la más común de las realidades. «Siempre me ha interesado la vida de la gente corriente, siempre me he preguntado cómo será su vida, pero no sólo la que se ve en la superficie, también la interior, esa que todos tenemos. No sabemos lo que piensa la gente normal».
Hacer de lo ordinario algo extraordinario. Ese es, quizá, el secreto de la buena literatura, la que nos conmueve y ¿nos ayuda a desvelar el misterio de la condición humana? «No creo que ese misterio pueda ser resuelto. Pero uno se puede sentir menos solo leyendo este tipo de literatura, y eso es lo que yo espero, que mis lectores se den cuenta de que todos estamos juntos en este mundo».
Un mundo real que tiene mucho que ver con el narrativo. En los dos, espejos que devuelven distintos reflejos de la misma imagen, la familia es la fuerza que mueve la trama. «Para un novelista, la familia es una gran fuente de inspiración. Estoy segura de que hay muchas familias felices, pero como escritora me interesan las que tienen problemas, porque es interesante entrar en esas complejidades y hay muchos tipos de familias complejas muy diferentes».
Empatía
Strout no es Lucy Barton, según aclara, pero la entiende, algo no tan fácil de conseguir lejos de la literatura. «Nunca he creído que podamos comprender en profundidad lo que es ser otra persona. Y cuando escribo me doy cuenta de ello. Aunque no creo que sea algo malo». Ese ponerse en el lugar del otro, la bendita empatía, ha hecho de ella una gran escritora y, también, una persona más sabia. A sus 66 años recién cumplidos, Strout observa desde la calma el camino recorrido, convencida de no querer volver atrás. «Ahora que soy más madura, tengo claro que no cambiaría esta fase de mi vida por ninguna otra, es una fase muy interesante», remata.