George Saunders: «La ficción nos recuerda que la buena fortuna es temporal»
El literato estadounidense publica «Diez de diciembre», celebrada colección de relatos que ha disparado su popularidad
George Saunders: «La ficción nos recuerda que la buena fortuna es temporal»
El año que ahora se despide, reconoce George Saunders (Amarillo, Texas, 1958), ha sido «una auténtica aventura». «Es maravilloso contar finalmente con un número significante de lectores», confiesa a este diario un autor que ha visto crecer considerablemente su popularidad después de que el « ... New York Times» asegurase en enero de 2013 -sí, en enero- que «Diez de diciembre», soberbia colección de relatos que ahora publican Alfabia en castellano y Edicions de 1984 en catalán , sería el mejor libro que leeríamos este año. El mejor. Ahí es nada.
Venerado por la crítica y reverenciado por compañeros de profesión como Junot Díaz, Jennifer Egan, Jonathan Franzen o el fallecido David Foster Wallace , quien le bautizó como «el escritor más excitante de los Estados Unidos», el autor de «Guerracivilandia en ruinas» y «Pastoralia» se quedó a las puertas del National Book Award , sí, pero se coló en la lista de best sellers del «New York Times» y ganó un buen puñado de nuevos lectores. Lectores que descubrirán la habilidad de Saunders para transformar el relato corto en un gigantesco ventanal con vistas a la miseria y el absurdo de la vida representados en parques temáticos deshumanizados, experimentos científicos con fármacos futuristas, relaciones familiares al borde de la bancarrota y disfunciones de un sistema en quiebra.
Muy parecido a un chiste
«Un relato es algo muy parecido a un chiste: todo tiene que estar al servicio de una intención, y al final o funciona o no. Es una tarea arriesgada», explica Saunders, cuya carrera se ha desarrollado a una distancia prudencial de la novela, con el relato como única armadura para protegerse de la realidad . «Es un gran trabajo estar al día de la locura de eso que llamamos vida real», bromea el escritor, en cuyas absorbentes y alucinadas historias palpitan el humor trágico de Vonnegut y lo anormal de la normalidad.
« La vida es absurda porque existe una desconexión entre nuestra capacidad de comprender el mundo y la complejidad de la vida misma -relata-. En este sentido, la ficción nos sirve para recordar que la buena fortuna es temporal y no tiene que ver necesariamente con lo virtuosos, inteligentes o agradables que seamos. Como dijo Chéjov: “Todo hombre feliz debería guardar en el armario a un hombre desgraciado con un martillo cuyo constante golpeteo le recuerde que no todo el mundo es feliz”».
«Espero estar poniendo un poco de verdad humana en mis historias»Las historias, admite Saunders, son su martillo. Su manera de recordar, como puede leerse en uno de los relatos de «Diez de diciembre», que la vida es divertida y aterradora -«solo cuando tratamos de insistir en una de las respuestas es cuando nos llevamos una decepción», señala-, y que sus personajes, por extraños y exagerados que parezcan, están ahí, deambulando por los márgenes.
«Espero estar poniendo un poco de verdad humana en mis historias», apunta un autor cuyo foco se centra en «Diez de diciembre» en los grandes perdedores de la vida real , aquellos que han sido apartados a empujones del sistema. «De hecho, yo podría ser uno de ellos. Incluso si no hemos sido expulsados, podemos sentir la amenaza, sobre todo en una sociedad de capitalismo extremo como la americana. Además, ¿quién no ha sentido alguna vez algo inadecuado en la tarea de vivir? Podemos enmascarar y negar estos sentimientos, pero aquí estamos, imperfectos y mortales. Y pese a todo, sentimos amor y queremos hacer el bien. Es un negocio muy sucio, esto de estar vivo», sentencia.
«Es un negocio muy sucio, esto de estar vivo»Será por eso que, pese a todo, en «Diez de diciembre» se intuye un poco de esperanza, una luz al final del túnel para recordar que incluso cuando la vida es «cruel y dura, tenemos recursos para convertirla en algo mejor». «Que una obra sea o no esperanzadora no tiene que ver con que si lo que se narra es feliz o triste, sino con lo que obtengan los personajes y con la belleza con la que el artista presente el dilema. Hay todo tipo de historias “felices” que, para serlo, han tenido que falsificar y distorsionar la realidad . No puedo pensar en nada más oscuro y deprimente que eso».
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