Luis Goytisolo, un clásico de (re)estreno

"No imaginaba entonces que antes de tres años iba a tener listo otro manuscrito", añade un autor que, después de abordar el futuro de la novela en el ensayo "Naturaleza de la novela", vuelve a ajustarse a su condición de clásico de reestreno para ver como Anagrama recupera "Estela del fuego que se aleja", obra que le valió el Premio de la Crítica en 1984 y que Goytisolo concibió anudada al titánico esfuerzo de "Antagonía".

"Se me ocurrió pensar qué hubiese pasado de haber fracasado. Seguro que hay obras geniales que se han perdido", relata el autor. Y fue precisamente ese estado de ánimo en el que le sumió la creación de su sobra más ambiciosa el que le llevó a reflexionar sobre la relación entre el creador y su obra. "Ese es el tema de fondo: no es el escritor que no consigue escribir una novela, sino la empresa de escribir una novela la que termina devorando al autor", explica.

Así, "Estela del fuego que se aleja ahonda en las relaciones entre creador, creación y vida a partir de una historia con dos personajes y otras tantas partes en la que A, el narrador inicial, es un triunfador que un día cae en la cuenta de que ha ido «soslayando» su vocación de escritor, mientras que B, su contrario, es una persona entregada a la reflexión que un día decide «vivir» y plasmar todas esas vivencias por escrito. "Es una novela rara, aunque todas mis novelas lo son", reconoce Goytisolo, cuya operación rescate contempla la más que probable reedición en 2014 de "Las afueras", novela con la que se estrenó en 1958 y con la que se llevó el primer Premio Biblioteca Breve. "Hay que recordar que empezó como el niño prodigio de las letras españolas", subraya el editor Jorge Herralde.

"Nunca he cambiado nada en ninguno de mis libros, aunque haya encontrado alguna cosa que podría haber cambiado", desvela el autor sobre una reedición —"con honores de estreno", apunta Herralde— de la que Goytisolo destaca los elementos autobiográficos y la presencia del humor. Un humor que, apunta, predomina aunque casi de forma soterrada e imperceptible. "Es lo que Pere Gimferrer llamó 'la parodia impasible'", añade Herralde.