Jesús Moncada: el escritor aragonés que escribió la gran obra maestra de la literatura catalana
En el 20 aniversario de su muerte, la editorial Club Editor anuncia la publicación de su novela inacabada y Anagrama recupera en castellano sus dos hitos narrativos
Una última novela irónica sobre el mundo editorial de la Barcelona de los años 60 y 70
Carlos Sala
Barcelona
«Si la salud le hubiese acompañado, hoy, el pobre Napoleón Bonaparte cumpliría ciento noventa y nueve años». Esta frase del tercer capítulo de 'Camino de sirga' (Anagrama, con traducción de Joaquín Jordà), resume como nadie una de las novelas cumbre de la ... literatura catalana y, por extensión, de la española del siglo XX. Su autor, Jesús Moncada, mostraba en una rápida pincelada su humor irónico, su aliento universal, su concepción circular del espacio/tiempo y su voluntad de convertir la realidad en un mito avasallador lleno de maravilla y absurdo.
El 13 de junio de 2005 fallecía a los 63 años uno de esos autores inabarcables en intención, lírica e imaginación. Este año, si la salud le hubiese acompañado, el pobre Jesús Moncada cumpliría 83 años.
En el 20 aniversario de su muerte, Anagrama ha recuperado para el público español sus novelas 'Camino de sirga' y 'Memoria estremecida'. Mientras tanto, la editorial Club Editor prepara para 2027 la edición de la novela inacabada del autor. Asimismo, el Instituto de Estudios Ilerdenses realizó a mediados de junio el ciclo 'Jesús Moncada, 20 años después'.
Uno de los puntos centrales del ciclo fue exigir que Jesús Moncada no fuese sólo aclamado en Cataluña, sino en toda la Franja, el lugar que convirtió en mito universal. El ciclo puso el eje en el curioso hecho de que Moncada fue el primer escritor en la historia de Aragón que publicó libros de forma regular en catalán. «¿Qué hubiera pasado si en lugar de irse a vivir a Barcelona y escribir en catalán, se hubiera marchado a Zaragoza para hacerlo en castellano?», se preguntaba la filóloga Maite Moret al respecto. Imposible saberlo ahora.
¿Cuál es el secreto moncadiano? El escritor convirtió en mito el espacio desolado del pueblo que le vio nacer, Mequinensa, villa entre ríos, el Ebro, el Segre, y el Cinca, que fue derruido casa por casa antes de que el nuevo embalse de Ribarroja lo enterrase por completo bajo el agua. Para realizar este pequeño milagro, Moncada concentró la energía atemporal de esta población y sus habitantes en unas historias cuyo eco resuena vívido y casi corpóreo en las páginas de 'Cami de sirga', que la editorial Magrana publicaba por primera vez en 1988. «La memoria de esta novela, aunque pueda ser imprecisa, convierte el pasado en presente», señala la escritora Mónica Batet en el posfacio de la edición de la novela que acaba de reeditar Club Editor.
Esa es la clave de la perdurabilidad de la novela, que convierte todo el pasado en presente, así que Mequinensa vive más allá del momento de su destrucción, más allá de la anécdota y, sobre todo, más allá de la nostalgia del tiempo perdido. Mequinensa no es ni ayer, ni hoy, ni mañana, Mequinensa es siempre. La novela, coral, polifónica, compuesta por miles de relatos que se entrecruzan con una sensación palpable de oralidad, consigue suspender cualquier tiempo pasado. Porque Moncada habla desde la distancia que hace comprender la historia de Maquinensa en su globalidad. «A través de la ironía Moncada consigue mitigar la previsible aura elegíaca que una obra como la suya podría sugerir. La ironía pondera siempre la trascendencia, desactiva la gravedad de la memoria y traza un puente de complicidad con el lector», señala Artur García Fuster, uno de los máximos expertos en la obra moncadiana.
Muchos han querido ver en Moncada y su territorio mítico-afectivo de Mequinensa un trasunto del Macondo de Gabriel García Márquez, emparentándolo con el realismo mágico. El propio escritor renegaba de esta comparación. Moncada no es realista y desde luego no es mágico. Es telúrico, pero no mágico. Narra la tierra, no mira más arriba. Acepta las cosas tal y como son, no las maquilla, sólo las describe al detalle y las convierte en extraordinarias. Es, por tanto, suprarrealista. «Moncada, como todos los grandes narradores, es un cazador de detalles», señala García Fuster.
El asombro siempre está en cómo explica la historia, no en lo que explica. En 'Memoria estremecida', traducida por Pepe Ferreras, Moncada recupera la oralidad, los diferentes puntos de vista, y las contradicciones de la memoria narrando el asalto y asesinato de un recaudador de impuestos en 1877. La noticia, que dejó en shock a Mequinensa, conllevó un juicio militar y la ejecución de cuatro de sus vecinos. «Para mí es la gran obra maestra de la literatura catalana del siglo XX. En 'Camí de sirga' Moncada es más áspero, más distante. Aquí tiene más compasión por los personajes y son más redondos», afirma Ferreras.
El traductor vivía a diez minutos del escritor, sin embargo nunca se cruzaron, aunque sí que lo conocía sobradamente. «Tenía un humor socarrón que asomaba en todos sus textos. Tenía una personalidad muy peculiar, vamos. Traducirlo era casi imposible. Tenía expresiones específicamente de la Franja que no tenían ninguna versión literal al castellano. Su estilo es enrevesado, pero fluido al mismo tiempo. Tenía un don, es es obvio», concluye Ferreras.
Una última novela sobre el mundo editorial barcelonés
Moncada nació en Mequinensa en 1941. Sus padres eran dueños de una tienda y de un molino de aceite y tenían en casa una gran biblioteca que marcó la primera infancia del escritor. En la adolescencia se mudó a un internado laico de Zaragoza, ya que en Lérida todos eran colegios religiosos, y allí demostró grandes dotes intelectuales hasta el punto de estudiar conjuntamente bachillerato y Magisterio, carrera que acabó con éxito a los 17 años.
Poco después ya estaba de vuelta en Mequinensa trabajando en un colegio como ayudante, pero su vocación literaria era demasiado fuerte y en 1966 se mudó definitivamente a Barcelona a probar fortuna como escritor. No lo tuvo fácil y acabó contratado por Pere Calders como traductor para la editorial Montaner i Simon. Calders, el mejor cuentista de la literatura catalana, se convertiría en su gran valedor y le ayudaría incluso a superar sus primeros tropiezos ortográficos con el catalán.
Durante estos primeros años no dejó de enviar cuentos y recopilaciones de relatos a concursos para conseguir que le publicasen. En 1970 aparecería su primer cuento publicado, 'Crónica del último ron', que ya dejaba ver el imaginario que marcaría toda su literatura. «Yo no soy ni un historiador ni un cronista. En mis libros existe una base histórica cierta, pero expurgada, no con mentalidad de historiador sino de novelista», señalaba Moncada.
Le diagnosticaron un cáncer de pulmón en el otoño de 2004 y nueve meses después moría en Barcelona. Dejó inacabada una novela bajo el título provisional de 'Dante SL.', un recuento de sus años de juventud en Barcelona trabajando en la editorial Montaner i Simon. Por primera vez, el escritor salía narrativamente de Mequinensa para retratar el mundo editorial de la época y los personajes con los que coincidió, gente como Tisner, Xavier Benguerel o el propio Pere Calders. En 2027 se prevé que la editorial Club Editor pueda presentar inacabada aquella obra, de la que apenas acabó un 25 por ciento.
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Sus cenizas fueron trasladadas a Mequinensa, donde se esparcieron por el viejo local que había sido su casa. Nunca llegó a escapar de aquel territorio y todavía vive allí y vivirá allí por los siglos de los siglos. «Procuro huir del localismo con minúscula, del costumbrismo cerrado. Pienso que mis novelas pueden ser entendidas en todas partes», concluía Moncada. ¡Qué razón tenía!
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