JESÚS MONCADA: «Mi próxima novela transcurre en Barcelona, en el mundo editorial»
BARCELONA. La Magrana, su editorial de toda la vida, reedita su traducción al catalán de «La volta al món en vuitanta dies» enriquecida con grabados de la época en que el escritor de Nantes creó al flemático Phileas Fogg. Pero Jesús Moncada no se cansa ... de repetir que las traducciones son un paréntesis en ese moroso taller donde teje universos literarios. El año pasado entregaba su voluminosa versión de «El comte de Montecristo» de Dumas: «Fue un año entero sin vacaciones ni fines de semana: mil setecientas páginas de dos mil cien espacios: Acabé reventado, en el sentido más literal», comenta.
Hemos quedado en un café del paseo de Gracia, una tarde parda y fría de invierno, en expresión machadiana. Los elogios sobre su calidad literaria no ensordecen el talante discreto del escritor, poco propenso a la autocomplacencia. Ahora prepara una novela ambientada en Barcelona; dejará por un momento el océano de la memoria de Mequinenza que nutrió obras como «Camí de sirga», «Estremida memòria» o «Calaveres atónites».
-¿Qué enseña la traducción?
-Como escritor tienes tu registro y al traducir debes asumir la voz de otro. Has de ser humilde, un mero transmisor, y eso te obliga a enriquecer el léxico. Traducir a Dumas supone incorporar, por ejemplo, el glosario náutico. A veces, una palabra no es lo que parece. Por ejemplo «grognard» puede ser simplemente «gruñón» pero si ahondamos veremos que así se llamaba a los soldados fieles a Napoléon.
-Su obra evoluciona al margen de las modas. ¿Sus referentes?
-Si le cito algunos títulos lo verá de inmediato: «Il Gattopardo» de Lampedusa, «Bearn» de Vilallonga, «Mirall trencat» de la Rodoreda, Pratolini y, sobre todo, Carlo Levi y su «Cristo se paró en Éboli». En general, mis autores predilectos expresan un universo.
-El suyo afloró del pantano donde está sumergida Mequinenza... ¿Le han propuesto visualizar ese mundo a través del cine o en una ruta literaria?
-Dos directores se plantearon llevar a la pantalla «Camí de sirga»; uno de ellos reconoció que era la película de su vida pero que no había dinero suficiente. En cuanto a seguir la ruta de mis novelas es imposible. Mi Mequinenza ya no existe. Hay gente que piensa que permanece hundida en las aguas del pantano, como Sau o Susqueda. Nada de eso: en Mequinenza derrumbaron las casas y bajo las aguas sólo hay ruinas. Algún japonés la sigue buscando... Como Macondo, Región o Celama, Mequinenza es un mito, con la única diferencia de que es un lugar real.
-¿Cómo lo vivió?
-Cuando derribaron la primera casa lo capté con mi cámara. Redacté «Camí de sirga» en tres años, pues llevaba otros tantos recopilando material y hablando con familiares, amigos, patrones. Uno de los personajes, Madame François, era una cantante francesa que llegó a Mequinenza en la I Guerra Mundial. Era un momento de expansión económica: el carbón se vendía a toda Europa. La madame fundó un cabaré. Con el Armisticio en 1918 cae la demanda de carbón y se acaba la fiesta. Muchos mequinenzanos emigran a Barcelona y el cabaré queda ahí, intacto, como una tumba faraónica, rodeado de casas. Después abrieron un café hasta que, finalmente, lo derruyeron.
-Lleva más de treinta años en Barcelona. ¿No le tienta como escenario?
-Barcelona ya era el escenario de algunos de mis relatos como las «Històries de la mà esquerra». En estos momentos escribo una novela sobre el mundo editorial barcelonés en los años sesenta y setenta.
-De editoriales sabe lo suyo...
-Trabajé trece años en Montaner i Simon, donde está ahora la Fundació Tàpies.
-Una editorial de tomo y lomo...
-Fundada en 1861. Su penúltimo propietario fue un gallego, González Porto. Había fundado en Cuba Uteha y luego Renacimiento. Le encargó a Pere Calders la producción de enciclopedias, libros de arte, ediciones de bibliófilo. Cuando falleció Rodríguez Porto en el 75. pese a los esfuerzos de Calders, la editorial ya estaba tocada: la compraron otros y al final la cerraron.
-¿Y qué recuerda de aquel universo clausurado?
-Haber leído, por ejemplo, cartas de Zola y D´Annunzio. Las de Zola las escribe su mujer porque él está en prisión por el «affaire Dreyfus»; D´Annunzio es un monumento a la vanidad con una firma tan grande como su ego; me acuerdo también de una edición facsímil del Quijote; o de un recibo de veinte duros firmado por Valle Inclán. También corrían grabados originales para «La Ilustración Española y Americana»...
-Usted ha sido siempre fiel a La Magrana de Carles-Jordi Guardiola...
-Nunca he subastado mis libros. Tampoco me han movido los premios. Los que he recibido han sido a obra publicada; el Ciutat de Barcelona, dos veces el Crexell, dos premios de la crítica de Serra d´Or, el Nacional de la Crítica...
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