Museos deconstruidos

El Museo Nacional de Antropología, el Museo de América y el Museo Thyssen-Bornemisza están en fase de descolonización

El Museo de América descoloniza hasta el tesoro Quimbaya

Museo Nacional de Antropología José Ramón Ladra

Según Sara Mediavilla, quien recientemente ha impartido conferencias en el Museo de América, cada 12 de octubre en España se celebra de una manera sutil «una forma de racismo», un «genocidio que llega hasta nuestros días». No nos ha de extrañar esta narrativa. ... A principios de año, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anunció que iba a revisar las colecciones de nuestros museos estatales para «superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico». Muchos pusimos el grito en el cielo, pero por entonces solo alcanzábamos a escudriñar sus intenciones, no sus actos. Ahora el escenario es bien distinto. Ya podemos analizar y emitir juicios de valor ateniéndonos a los hechos. Han pasado seis meses y nuestros peores presagios se han cumplido.

El Museo Nacional de Antropología, el Museo de América y el Museo Thyssen-Bornemisza están en fase de descolonización. América ya no se llama América. Ahora se llama 'Abya Yala', un nombre prácticamente desconocido para el gran público, y que un activista indianista boliviano se sacó de la chistera allá por 1975. Tampoco es correcto hablar de culturas precolombinas o indígenas, ahora lo acertado es llamarlos «pueblos originarios», una feliz expresión que empezó a coger empaque en el mundo indigenista en los años noventa del siglo pasado, después de los fastos por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Pero ojo, seguir hablando de «Descubrimiento de América», «en pleno siglo XXI», para el catedrático de la Universidad de Huelva Alejandro García Sanjuán no es más que puro «etnocentrismo esencialista». Para los deconstructores de museos, «América no fue descubierta, sino inventada» por el supremacista hombre blanco, como apunta Sara Mediavilla, algo que, por cierto –y seguramente sin quererlo– suena un tanto racista.

¿Acaso los europeos que viajaron a las Indias en los siglos XVI y XVII eran racialmente puros? Lo mismo sucede con lo de «pueblos originarios», dando a entender que a partir de 1492 los exploradores europeos únicamente se toparon con razas vírgenes y sin contaminar, viviendo en un Edén primigenio, en una Arcadia feliz. Este no es más que un relato que mezcla algunas concepciones cristianas con otras propias de la era romántica y, por ende, un discurso que en el fondo es de lo más europeo, aunque los políticos que persiguen deseuropeizar y descolonizar nuestra historia, no reparen en ello.

El Ministerio de Urtasun dará la matraca una y mil veces hasta que esta neolengua contracolonial cale en nuestras biempensantes y eurocéntricas mentes: En América (perdón, Abya Yala) no había guerras, ni explotación, ni oprimidos ni opresores, ni racismo, ni machismo, ni violaciones, ni dominación heteropatriarcal... Seguramente tampoco había homofobia ni transfobia. Tuvo que llegar el odioso hombre blanco para poner el continente patas arriba y colmarlo de males. Pero que nadie se alarme, gracias al buen hacer de nuestro ministro de Cultura, todavía estamos a tiempo de deconstruirnos y redimirnos. Amén.

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